CDMX

Migrantes hacen escala en Iztapalapa antes de continuar su Viacrucis hacia EU

Smith Guesly y Patrick, originarios de Haití, aprovechan la concentración en el Viacrucis de Iztapalapa para vender canela a 10 pesos, mientras una familia de venezolanos prepara comida de cuaresma antes de continuar su camino hacia Estados Unidos
viernes, 29 de marzo de 2024 · 22:40

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Entre los miles de asistentes a la 181 Representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa en este Viernes Santo, Smith Guesly y Patrick, quien prefiere no dar su apellido, ambos de nacionalidad haitiana, intentan ganarse unos pesos al vender canela.

Un megáfono que reproduce una grabación en español les ayuda a vencer la barrera del idioma –ellos hablan creole–, cuando se escucha: “¡Canela grande a 10. Barrita de canela grande de a 10 pesos!"

Los dos llegaron a México hace medio año. Solo Smith habla un poco de español y así cuenta a Proceso que aprende las palabras poco a poco, escuchando a la gente cuando va a vender en los tianguis.

Viven en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México, donde rentan un espacio entre cuatro personas. Este Viernes Santo fueron a Iztapalapa para tratar de vender más varas de canela que cargan en dos maletas. "Un amigo me dijo que aquí hay mucha gente y puedo vender", dice Smith, a sabiendas que habría miles de personas por la tradicional representación católica.

Sin embargo, el calor de casi 30 grados en la zona no ayuda mucho a la venta. “Está baja”, dicen.

Los dos haitianos son parte del caudal de vendedores que ofertan artículos religiosos, comida y bebidas en este día especial para Iztapalapa y para la Ciudad de México, en el que la alcaldía calculó una visita de más de un millón de personas.

A su lado también pasan los habitantes de los ocho barrios que organizan el tradicional evento religioso de la Semana Santa y los miles de espectadores que llegan de todas partes de la capital y de la República Mexicana a presenciar el acto que, desde 2012, es Patrimonio Cultural de la Ciudad de México.

Mientras suena la oferta en el megáfono, a espaldas de Smith y Patrick pasan los nazarenos de todas edades –algunos descalzos– con su cruz a rastras, algunas adornadas con fotos de familiares enfermos o fallecidos, para pedir por ellos.

Smith reconoce que le hubiera gustado "mucho" participar en la representación de la Crucifixión, pues comparte las mismas creencias religiosas. Es católico.

Tanto a él como a su compañero les gustaría quedarse en México, pero acudieron a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), donde les dijeron que deben solicitar asilo político. Por ello, valoran continuar su camino, su propio Viacrucis hacia Estados Unidos: "Nos vamos en los gabachos", dice Smith.

Al escucharlo, Francisco Torion, habitante del Cerro de la Estrella y tradicional espectador de la Representación, lanza un grito: "¡No se vayan a gringolandia!".

Francisco cuenta que últimamente ha observado un aumento en la presencia de migrantes por la zona provenientes de Colombia, Venezuela y Haití.

Según dice, los que más se integran a la comunidad iztapalapense y al comercio son los ciudadanos haitianos, quienes incluso venden comida típica de su país, por ejemplo, un vegetal llamado quimbombó u okra.

Venezuela y Colombia en el Cerro de la Estrella

A solo tres calles de donde se montó el escenario donde el Cristo de Iztapalapa fue juzgado y azotado, en el barrio de San Pablo está la Casa del Migrante "Arcángel Rafael", donde personas en situación de movilidad pueden tener alojamiento, alimentación y atención médica básica.

Sin embargo, está rebasado, pues a pie de calle hay al menos 20 carpas y casas de campaña, algunas de las cuales albergan familias enteras.

En la esquina, sobre la calle Lerdo de Tejada, una familia de venezolanos prepara la comida típica de su tierra y respetuosa de la Cuaresma: mojarras con arroz blanco y plátano macho.

Un joven que sostiene el sartén y despacha la comida comparte con Proceso que llegaron a México a través de la selva y llevan instalados ahí cerca de tres meses.

Agrega que aún no tienen claro si desean quedarse en la Ciudad de México: "Si Dios nos lo permite, de seguir, bueno, que sea la voluntad de él, de mi Dios".

Normalmente, detalla, hay más migrantes sobre la calle, pero dice que es posible que muchos hayan ido a presenciar la representación de la Pasión de Cristo y que, mezclados entre la multitud, no son identificables: "El problema es la diferencia, ¡diferéncialos!".

Así, mientras el plátano y el pescado se fríen, el Sol despiadado pega directo en el escenario donde los soldados gritan “¡Justicia, justicia, que salga el gobernador!”, y el Cristo de Iztapalapa se prepara para el clímax de su Viacrucis.

En tanto, los haitianos y venezolanos piensan en su propio Viacrucis, ese que les implica viajar cientos de kilómetros más hasta la frontera con Estados Unidos.

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