Ifigenia Martínez
Ifigenia Martínez: cuando formó la Corriente Democrática de la mano de Cárdenas y Muñoz Ledo
Entrevistada en 2017 en su biblioteca, sitio fundacional de la CD, el PRD y otros procesos políticos, Ifigenia Martínez, cuando aún militaba en el PRD, refirió que siempre había tenido una consideración especial por López Obrador.Protagonistas de una historia de tres décadas, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez hablan a Proceso de cómo hace 30 años –y a partir de una corriente interna del PRI– se formó el Frente Democrático Nacional, que intentaba democratizar al país y frenar la imposición del neoliberalismo. Su candidato presidencial fue víctima del fraude de 1988, a partir del cual nació el PRD. Para los entrevistados, la situación actual no es mejor que la de hace 30 años pues, comenta el ingeniero Cárdenas, la democracia electoral sufrió un terrible retroceso. El dedazo y la simulación dentro del PRI en el contexto electoral actual así lo confirman.
CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Hace 30 años el sistema político registró un hecho que transformó la vida del país: el 14 de octubre de 1987 el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) designó como su candidato a la Presidencia de la República a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; días después, a esa candidatura se sumarían otras fuerzas para integrar el Frente Democrático Nacional (FDN).
Antes de aquella fecha, el 4 de octubre, se dio el “destape”, la añeja fórmula ritual que constituía uno de los momentos de mayor relevancia en el régimen hegemónico: el momento en el que se hacía público “el dedazo”, es decir, la designación que el presidente de México en funciones realizaba de quien sería su sucesor. El destape favoreció a Carlos Salinas de Gortari.
Hasta aquel octubre, Cuauhtémoc Cárdenas, exgobernador de Michoacán, formaba parte de la Corriente Democrática (CD), un grupo dentro del PRI en el que figuraban Porfirio Muñoz Ledo –exsecretario de Estado y exdirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional–, la economista Ifigenia Martínez –quien había sido diputada federal– y también el autor de la idea de la formación del grupo, Rodolfo González Guevara, entonces embajador en España.
Formada en 1986, la CD tenía dos vertientes programáticas: oponerse a la tendencia neoliberal que ya se imprimía en la conducción económica del gobierno de Miguel de la Madrid, y propiciar una transición democrática desde dentro del PRI.
Cárdenas ganó la elección presidencial de 1988, pero el fraude electoral se impuso, como lo reconoció –dice el ingeniero– el propio De la Madrid en sus memorias. De la derrota del FDN surgió, un año después, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y a la postre se generarían las reformas que posibilitaron la ciudadanización del órgano electoral y, finalmente, la alternancia en el Ejecutivo.
Tres décadas después Cárdenas considera que los problemas políticos, sociales y económicos se agudizaron; la democracia electoral sufrió un terrible retroceso en las elecciones de 2006 y 2012; toma distancia lo mismo del Frente Ciudadano por México –al que ve sin propuestas claras– que de Morena y de Andrés Manuel López Obrador, otro exmiembro de la CD.
Ifigenia Martínez, por su parte, afirma que el tabasqueño es el único representante de la continuidad de aquella corriente de pensamiento. Pero ellos dos y Muñoz Ledo sostienen que la necesidad de un cambio en el modelo de desarrollo es el mismo, pues en estos 30 años se han profundizado las desigualdades.
Las similitudes entre la fecha de formación del FDN y el presente son notables: un terremoto que articuló la participación social, si bien en el actual contexto su futuro es impredecible; una relación de dependencia y sumisión con Estados Unidos; un sistema electoral desacreditado, e incluso retrocesos en la libertad de expresión, que Cárdenas ejemplifica con la reciente renuncia de Leonardo Curzio como consecuencia de la censura.
En entrevistas por separado, Cárdenas, Martínez y Muñoz Ledo manifiestan coincidencias en la historia de su aspiración democrática y, en los hechos, en el distanciamiento del PRD, partido que fundaron en 1989 y en el que sólo la economista, no obstante sus abiertos pronunciamientos a favor de López Obrador, sigue militando.
El énfasis de Ifigenia Martínez es persistente respecto de un tema sobre el que vuelve a lo largo de la entrevista: entonces como ahora, la definición de la política económica sucumbía ante los dictados de Estados Unidos. Su preocupación ayer y hoy: la defensa de los intereses del país, que, dice, si bien debe participar de una convivencia internacional armónica, debe entrañar un mayor compromiso para los connacionales.
Se le pregunta a Cárdenas: “¿Mejoró el sistema electoral en 30 años?”.
“En algún momento iba mejorando –responde–, porque nunca hemos tenido un sistema perfecto y siempre es necesario realizar reformas. Pero me parece que hemos retrocedido, porque es claro que desde la elección de 2006, la de 2012 y las más recientes no presidenciales, hemos visto dinero indebido e intromisión de funcionarios públicos. Incluso en el dictamen de la elección de 2006 se establece la indebida intromisión del presidente Vicente Fox como una conducta que puso en riesgo el proceso electoral; un motivo que, a mi parecer, era suficiente para anular la elección.”
Con la elección presidencial de 2018 en puerta, Cárdenas anhela que no haya problemas poselectorales, que se eviten el uso de dinero sucio y la intromisión gubernamental. Es su deseo, aunque, advierte, es imposible saber qué va a resultar.
La ruptura
Como nunca, la hegemonía política –construida desde la creación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, la consolidación paradójicamente cardenista en el Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y la alineación final de los caudillos, sus grupos e intereses en el PRI de 1946– enfrentaba una elección, la presidencial de 1988, con una grave crisis interna.
Todo se inició a finales de 1985, al concluir Muñoz Ledo su encargo como embajador de México en la ONU, cuando planteó en una entrevista la necesidad de cambiar el sistema político de México, pues desde años atrás el cuerpo diplomático había sido muy activo en defensa de derechos humanos, combatido tiranías como las de Pinochet y otros dictadores y, pronto, empezaron a surgir cuestionamientos internacionales sobre la democracia mexicana. El cambio, a su juicio, era ineludible.
En octubre, recuerda Muñoz Ledo, viajó a España y se encontró ahí con el entonces embajador Rodolfo González Guevara, quien le propuso crear una corriente democratizadora, como había ocurrido con el Partido Socialista Obrero Español que, reconocida formalmente, conseguía cargos públicos y participaba activamente en la vida partidista y pública peninsular.
Cárdenas, por su parte, siendo gobernador de Michoacán, había padecido agravios del gobierno de De la Madrid. Además, preocupado por las tendencias económicas y el abandono de la política social, había publicado un documento sobre la recuperación de los valores de la Revolución Mexicana. Por entonces viajó también a España y se encontró con González Guevara.
En marzo de 1986 Muñoz Ledo viajó otra vez a España y González Guevara le dijo que Cárdenas coincidía en la idea de crear una corriente: “Era un no al dedazo, pero también un ala nacionalista y democratizadora”.
Semanas después, durante un consejo político del PRI y sin haber tenido contacto ni haberse puesto de acuerdo, afirma Muñoz Ledo, ambos hicieron declaraciones similares –que causaron revuelo– sobre la necesidad impostergable de una democracia. Entonces se reunieron en el ya desaparecido restaurante La Cava y proyectaron reunir a otros políticos progresistas. El primero y los siguientes encuentros ocurrieron en la casa de Ifigenia Martínez.
“Muchos fueron a las reuniones, pero cuando empezó el gobierno a apretar, quedaron sólo los cardenistas de Michoacán. Empezamos a hacer un programa, un documento de trabajo, pero entonces empezaron a criticarnos acerbamente”, cuenta Muñoz Ledo.
El primer opositor a la CD fue el dirigente priista Adolfo Lugo Verduzco, quien entre otras cosas pedía que no se llamara “corriente”. Muñoz Ledo argumentaba que no había prohibición en los estatutos: “Podíamos llamarnos Los Alacranes, como ahora hay Galileos y todas esas cosas”.
Lugo prohibía que se insistiera en abrir la sucesión presidencial, porque era intentar quitarle la prerrogativa al presidente. Muñoz Ledo respondía con estatutos. Las reuniones con Lugo, después con su sucesor Jorge de la Vega e inclusive con De la Madrid, resultaron en garantías de participación que a la postre no fueron respetadas.
–¿En qué momento concluyen que no es posible democratizar al PRI? –se le pregunta a Cárdenas.
–Creo que casi desde el principio. Estábamos proponiendo algo muy complicado en esa época, en dos cuestiones: dar mayor atención a los problemas sociales que ya veíamos que se estaban complicando más de la cuenta, y que el partido democratizara sus procedimientos para seleccionar candidatos. Y ya teníamos a la vista el proceso electoral presidencial. Entonces, que se democratizara también la forma para seleccionar al candidato.
“Conforme se fue avanzando en este proyecto, al principio dijeron –nos lo dijeron De la Madrid y De la Vega– que nos darían facilidades, como tener locales y acceso a las instancias formales del partido, pero nunca se dieron. Y bueno, sabíamos que estábamos enfrentados no sólo con prácticas ya muy arraigadas, sino que nos empezábamos a enfrentar con el sistema mismo y con el presidente de la República. La decisión fue seguir hasta donde fuera necesario, aunque en un principio no nos planteamos que hubiera candidato a la Presidencia por la CD.”
El 4 de octubre llegó el destape de Salinas. En los meses previos, una simulación, conocida como “la pasarela”, ventiló a varios presidenciables: el regente capitalino, Ramón Aguirre; el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett; el de Energía y Minas, Alfredo del Mazo; el procurador general de la República, Sergio García Ramírez; el secretario de Educación, Miguel González Avelar, y el de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas.
“Los finalistas y sus papás”, tituló este semanario (Proceso 568), en una portada que exhibía a los juniors (Bartlett, Del Mazo y Salinas) y describía “la pasarela” como una farsa que para entonces sumaba varios simpatizantes de la CD muertos, en un registro sangriento que se ampliaría a cientos en los años siguientes, hasta bien entrados los noventa.
“Cuando se conoció el candidato oficial, después de aquella pasarela que nadie tomó en serio, debíamos decidir ir a nuestras casas o sumarnos a la campaña oficial; ir con un candidato testimonial para llamar al voto de principios o aceptar las invitaciones que teníamos de que fuera candidato de algunos partidos, que nos lo plantearon por separado”, recuerda Cárdenas.
La decisión fue asumir la candidatura. Narra Muñoz Ledo: “Campesinos del país llenaban los jardines y las calles aledañas a la casa del general Cárdenas, donde siguen estando las oficinas de Cuauhtémoc. Pedían que se lanzara a la Presidencia de la República y empezó a cundir la idea. Cárdenas era un símbolo muy importante y la gente se fijó en él como el candidato y yo estaba totalmente de acuerdo.
“Me buscaron los dirigentes del PARM, el ingeniero Cárdenas tuvo que decidir de un viernes a un lunes si se lanzaba o no. Y tomó la decisión histórica, a la que luego se sumaron otros partidos: la CD desemboca en el FDN, que se consuma cuando Heberto Castillo renuncia a su candidatura y declina a favor de Cuauhtémoc”, resume.
La victoria de Cárdenas se frustró por la vía del fraude electoral –Muñoz Ledo dice que fue poselectoral, y al respecto Cárdenas cita las memorias de De la Madrid como una admisión de aquello–, mas no por la consolidación de una propuesta alternativa que ganaría posiciones e impulsaría cambios radicales en el orden jurídico y la práctica política, con la fundación, en 1989, del PRD.
Los restos del PRD
En su biblioteca, sitio fundacional de la CD, el PRD y otros procesos políticos, Ifigenia Martínez muestra una fotografía: es una imagen en blanco y negro con marco amarillo. Ahí están Cárdenas, Muñoz Ledo, Heberto Castillo, ella y el más joven del grupo: Andrés Manuel López Obrador, que no llega a los 35 años.
“Yo sigo en el PRD. Probablemente algunos de mis compañeros perciben que ya no representa nuestras aspiraciones políticas y se han ido a Morena. Siempre he tenido una consideración especial por López Obrador como un mexicano nacionalista y combativo; él es quien va a seguir con esa lucha y con esa idea. Quien actualmente representa a la izquierda en estos momentos es el licenciado López Obrador. Su plataforma es mucho más parecida a la corriente de izquierda nacionalista a la que pertenezco desde hace muchos años”, dice la economista.
–¿Y el PRD qué representa?
–Recientemente se habla de desviaciones en el PRD que no termino de creer. Yo pienso que sigue siendo un partido de izquierda y nacionalista, pero luego se hacen reflexiones sobre su conducta, sus filiaciones y asociaciones, que plantean dudas. Las bases son de izquierda y por eso yo aspiro y deseo que se alinee en la dirección correcta.
–Participaron en el Pacto por México…
–Sí, pero les está costando y no rectifican. Yo expreso mi opinión abierta, porque estoy en una actitud de esperanza y de que hagan un pronunciamiento en las inmediatas luchas, conforme al nacionalismo que nos llevó a fundar el partido.
Tres décadas después del frente que propició el pluralismo político en México, otro frente surge ahora con el PAN. La idea de Ifigenia Martínez es conciliar a las izquierdas, como se lo pidieron en junio Muñoz Ledo, Alejandro Encinas y otros experredistas.
Y aunque ya está registrado el Frente Ciudadano por México (FCM), Ifigenia Martínez no claudica, pues a su parecer hay asuntos en los que jamás el PRD y el PAN podrán ponerse de acuerdo.
Sobre el FCM, Cárdenas dice: “No conozco sus propuestas. Mientras no haya propuestas, es muy difícil valorarlo. Esto es: sólo agruparse me parece que no es razón suficiente; pretender una más alta votación –como la tiene todo partido y participante en la vida electoral del país– me parece que no basta. Esto es: no basta echar afuera al que está; la cuestión es: ¿para qué? ¿Para hacer lo mismo o para hacer algo distinto? Me parece que eso es lo que está faltando”.
Una diferencia notable es que Cárdenas, sin admitir distanciamiento o rompimiento con López Obrador, asume que en Morena hay coincidencias y desacuerdos profundos con su manera de pensar y con los planteamientos que alentaron la creación de la Corriente Democrática y luego del PRD.
Muñoz Ledo va a más. Para él, sólo plantear una distinción del frente de 1987 con el de 2017 es vulgar. No sin resistencia, acepta opinar:
“El PRD nació con grandes esperanzas. Había dos opciones: conservar el FDN, del que yo era el coordinador, pero había temor de que los compraran. Entonces se hizo un núcleo duro con el PMS. Fue un movimiento difícil porque había muchos grupos, muchas ideologías. Me tocó manejar los documentos básicos del partido y yo batallé dos años, pero la estructura del PRD y la izquierda mexicana viene de ese programa, de 1990, el Programa de la Revolución Democrática. Ya después vinieron divisiones internas y ocurrió lo que se sabe: fuimos tres presidentes que logramos mantener el partido con un grado importante de unidad: Cárdenas, yo y luego López Obrador.
“Ahora la izquierda está en muchos lados. Éramos un gran movimiento social. Ahora está dividido entre Morena, lo que queda de progresista en el PRD y algunos otros movimientos sociales que van a emerger en la campaña presidencial. Pero aquel PRD nada tiene que ver con el de hoy… nada tiene que ver el PRD de entonces, al punto que quiere trepar basado en los restos del PAN.”
Entrevista publicada el 22 de octubre de 2017 en la edición 2138 de la revista Proceso.