Claudia Sheinbaum
El día uno de Claudia: entre la tensión, la conciliación y la sororidad (Video)
Después de la entrada triunfal de Sheinbaum al palacio legislativo donde hace seis años el diputado Porfirio Muñoz Ledo -ya fallecido- le entregó la banda presidencial, López Obrador se quitó el símbolo de poder que buscó durante 18 años.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando la cadete del Heroico Colegio Militar le acomodó la banda presidencial, Claudia Sheinbaum Pardo sonrió, volteó a su izquierda para ver a su maestro Andrés Manuel López Obrador, le mandó un beso y un abrazo y vio cristalizado el sueño que nació, al menos, tres años atrás.
Fue como ella lo pidió el 3 de julio pasado: que se la entregara la diputada, economista y maestra Ifigenia Martínez Hernández, por quien la morenista votó simbólicamente el pasado 2 de junio. “Es una mujer extraordinaria que defendió su escuela cuando la entrada del ejército a la Ciudad Universitaria en el 68 y desde el 88 ha sido consecuente”, explicó entonces a Proceso. “Sería algo lindo”, dijo un mes después.
Pero minutos antes, ese momento soñado estuvo en duda porque la presidenta de la Mesa Directiva del Congreso de la Unión, de 94 años y salud mermada, llegó en silla de ruedas, auxiliada con puntas de oxígeno y un par de personas que la ayudaban a moverse. Entre los pasillos del recinto de San Lázaro corrió el rumor de que se había “desmayado”.
De hecho, estaba programado que leyera un posicionamiento, pero al final, éste fue distribuido en copias a los periodistas que estaban en el recinto y la sala de prensa. “Un México donde el liderazgo femenino dejará de ser la excepción, para convertirse en la norma”, decía el documento.
Después de su entrada triunfal al palacio legislativo donde hace seis años el diputado Porfirio Muñoz Ledo -ya fallecido- le entregó la banda presidencial, López Obrador se quitó el símbolo de poder que buscó durante 18 años.
-Te la paso a ti y tú se la das, le dijo a Ifigenia Martínez y le entregó la banda presidencial.
Ella, con dificultad y ayuda de Claudia Sheinbaum se levantó y dijo: “Híjole, apenas me sostengo”. Luego, casi sin tocarla, se dirigió a la ya presidenta constitucional de México: “Te la paso a ti”.
-Gracias Ifigenia, respondió la exjefa de gobierno de la Ciudad de México y se acercó a la cadete para que le ayudara a colocársela.
“¡Pre-si-den-ta, pre-si-den-ta!”, corearon los legisladores y los cientos de invitados. Luego, vino el discurso de la mandataria federal.
Competencia de fotos y abrazos
Antes de consumarse la transmisión del poder para los próximos seis años en México, el primer sexenio que encabezará una mujer, en el pleno de la Cámara de Diputados hubo una especie de competencia de abrazos y selfies que rompió los protocolos aprovechando el retraso con el que Sheinbaum Pardo llegó a la cita más importante de su carrera política.
En el programa estaba escrito que, después de la entrada del ya ciudadano Andrés Manuel López Obrador, llegara la ya presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, pero ella aún venía en su auto sobre la calzada de Tlalpan.
Así que, poco a poco, los diputados de Morena y de los partidos aliados comenzaron a subir hasta donde estaba el tabasqueño para pedirle una foto, darle un abrazo, un beso. Quizá era la última oportunidad de verlo antes de que se fuera a “La Chingada”, como se llama su rancho en Palenque, Chiapas, donde vivirá su retiro.
En pocos minutos la fila se hizo más larga. Luego, se hizo doble. Por la izquierda y la derecha, los legisladores y demás invitados abordaban al de Macuspana, Tabasco. “¡Honesto, valiente, así es mi presidente!” le coreaban desde las curules.
De pronto, del lado derecho de doña Ifigenia Martínez, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Piña, quien minutos antes fue ignorada por López Obrador pues no se acercó a saludarla, fue arropada por decenas de diputados de la oposición, en su mayoría del PAN, quienes también le pedían selfies, abrazos y besos. Ella, gustosa, aceptó.
Así, mientras se veía en las pantallas del recinto que Sheinbaum Pardo llegaba aprisa, de la mano de su esposo Jesús María Tarriba, en la tribuna seguía la “guerra” de atención, de abrazos y selfies.
La tensión terminó cuando la exjefa de gobierno de la CDMX subió a la tribuna, saludó feliz al tabasqueño, con un abrazo fuerte, luego se acercó a Ifigenia Martínez a quien saludó con un beso delicado en la mejilla y se siguió hasta donde estaba Norma Piña, le extendió la mano sonriente y ésta le correspondió con un beso en la mejilla.
Ese fue, en los hechos, una primera diferencia entre el presidente saliente y la presidenta entrante. Sororidad y respeto, pensaron algunos. Un signo de conciliación, le llamaron otros entre los pasillos de San Lázaro.