Violencia contra la mujer
Madres de víctimas de feminicidio claman justicia en Palacio Nacional
Al lado de ellas, madres víctimas de violencia vicaria reclamaron que, “con ayuda de los jueces”, están alejadas de sus hijos y que éstos “no están con sus padres, están con sus agresores”.CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Frente a Palacio Nacional, este Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer, madres de víctimas de feminicidio en distintos estados de la República dejaron algo claro al presidente Andrés Manuel López Obrador: “¡No somos poquitas las que estamos pidiendo justicia por nuestras hijas!”.
Al lado de ellas, madres víctimas de violencia vicaria reclamaron que, “con ayuda de los jueces”, están alejadas de sus hijos y que éstos “no están con sus padres, están con sus agresores”.
Detrás, decenas de madres jóvenes, algunas agredidas sexualmente en su niñez o adolescencia, llevaron de la mano a sus hijas pequeñas “para que aprendan a luchar, que sepan que no están solas y que deben defender sus derechos”.
Otras más, pegaron en las vallas metálicas que protegían monumentos y establecimientos comerciales, las fotos con el rostro de sus agresores: “Se busca” “Violador”, “Deudor alimentario”…
Son ejemplos de los cientos de voces que este sábado se escucharon entre las miles que marcharon desde distintos puntos del Paseo de la Reforma hasta el Zócalo capitalino, el corazón del país donde son asesinadas 11 mujeres, en promedio, diario.
Según el gobierno de Martí Batres, fueron “mil 500” las asistentes y con “saldo blanco”, pero el volumen de sus gritos sonaba a muchas más que le recordaron al Ejecutivo federal y a los tres órdenes de gobierno de todo el país que no se van a cansar de exigir justicia por sus hijas, hermanas, primas, madres y amigas víctimas de distintos tipos de violencia; aunque la mayoría ya no vive para contarlo.
Las consignas no cambiaron de las del #25N, porque la impunidad parece enraizada en el sistema de procuración de justicia, estatal y federal, sin importar los colores de los partidos que gobiernan o las declaraciones de quienes buscan nuevos cargos públicos con miras a las elecciones presidenciales del 2024:
“¡Yessi… Flor… Montse… Paola… Estefania escucha, tu manada está en la lucha!”, “¡No están solas!” “¡Justicia!” “¡Ni una más, ni una más, ni una asesinada más!”.
“No somos poquitas”
Desde temprana hora de este #25N, colectivos se reunieron en distintos puntos del Paseo de la Reforma para iniciar su marcha hacia el Zócalo. Esta vez no se observó un contingente uniforme, pero sí abundó la energía para reclamar el cese a la violencia contra las mujeres y justicia por las víctimas.
El contingente de madres de víctimas de feminicidio fue de los últimos que entró al Zócalo capitalino hacia las 17 horas. En medio de las siluetas moradas que colocaron la víspera en la plaza pública más grande del país, tomaron el micrófono para contar su historia de dolor.
“Que sepa el presidente de la República que no somos poquitas las madres que estamos pidiendo justicia por nuestras hijas; no somos una más del montón, somos madres de víctimas de femincidio”, gritóMaricruz Velasco, madre de Calayosina Gómez Velasco, asesinada el 4 de julio del 2018 en Chiapas.
Con voz fuerte, de coraje, contó su caso: “A mi hija me la asesinaron. Ella fue violada, fue asesinada y la sacaron a tirar a la calle para pasarle el carro encima. El Estado me quiere decir que fue un accidente, pero no es cierto. Hoy reclamo este feminicio, peleo la reclasificación del delito, ya lo tiene la Suprema Corte, pero tengo que volverme a manifestar, porque si no hacemos presión, no tenemos justicia… ¡El Estado protege a los feminicidas!”.
Otra madre de una víctima eb Chiapas reclamó: “Somos cuatro familias de que estamos aquí llorando, gritando, porque el día que nos asesinaron a nuestras hijas también acabaron con nuestra vida, con nuestra familia. Hoy grito por ellas y por todas. ¡Justicia para nuestras hijas!”.
A espaldas de las oradoras se observaba la muralla metálica impenetrable que desde el viernes 24 en la noche protegió la morada y la oficina del presidente López Obrador, quien recientemente minimizó el reporte del número de mujeres y hombres desaparecidos en el país que gobierna.
Esas mismas vallas fueron rotuladas con letras blancas que se miraban a lo lejos: “México feminicida”, “Ni perdón ni olvido” “Castigo a los culpables”. Entre letra y letra quedaron recargadas decenas de siluetas de mujer con los nombres de las victimas.
“Estas siluetas tienen los símbolos que han acompañado la lucha contra el feminidicio. La cruz rosa es de justicia, de dignidad y de verdad. El morado es contra la violencia. La trensa significa que juntas podemos hacer justicia”, dijo otra de las oradoras.
Según explicó, “las siluetas tienen el nombre, edad, lugar, identidad de cada víctima. No son mentiras, no son simulaciones. Cada silueta es la identidad de cada mujer, niña, adolescente que fue asesinada y para recordar que el 80% de los casos denunciados en redes sociales siguen en la impunidad”.
Por ello, detalló: “Estamos aquí para hacer un llamado al Estado Méxicano. No se han podido bajar las cifras de las violencias graves. Es el llamado al Estado Mexicano, a los tres poderes, a los tres órdenes de gobierno. ¡Estamos en una situación de crisis, de violencia contra las mujeres!”.
Apenas logró retener el llanto, la madre de Montserrat Mejía Rangel contó que ésta fue víctima de feminicidio agravado. La causa: “Estaba embarazada de casi cinco meses y dejó a una niña que hoy tiene seis años y que vio todo, hasta tuvo que ir a declarar”.
“Somos de Ecatepec, Estado de México. Ella fue agredida el 17 de febrero del 2021 y falleció el 20 de febrero por traumatismo encefálico y múltiples golpes en el cuerpo. “¡Queremos justicia! Yo sé que no me van a regresar a mi hija y el dolor que tengo es muy grande y nunca se va a acabar, pero que no vuelva a haber ni una más. ¡Señor presidente, escúchemos por favor, no son pocas, quisieramos que no fuera ni una más!.
“Jueces cómplices”
Frente a una de las sedes del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México (TSJCDMX) en la avenida Juárez, integrantes del Colectivo Unión de Madres Protectoras se detuvieron a denunciar la violencia vicaria de las que son víctimas.
“¡Señor, señora, no sea indiferente, se roban a los hijos con la ayuda de los jueces!”, “No está con su papá, está con su agresor!”, “¡Jueces vendidos, hijos perdidos!”, gritaban.
Gabriela Pablos, vocera de la colectiva contó que un día, el papá de su hijo de apenas siete meses de nacido le dijo que lo llevaría al parque y no se lo devolvió. Peor aún, acusó en entrevisra, éste y el padre de su primer hijo “se aliaron para quitarme a mis hijos”.
Y no es lo peor. Hoy tiene 70 proceso legales abiertos en su contra y ya estuvo presa algunos días en Mazatlán por delitos que no se le pudieron comprobar.
-¿De qué la acusan?
-De puras tonterías machistas. Según ellos, que yo drogaba a mis hijos a través de mi leche materna… Mi hijo necesitó una sutura en su manita una vez que se accidentó con un vasito de vidrio, lo levé al doctor y fueron a decir que yo le hice eso.
No fue todo. Según contó, le quitaron la custodia de su hijo “en un juicio que ni me notificaron, no participé. Me enteré porque llegaron 30 granaderos a tirar la puerta de mi casa porque venían por mi hijito de tres años”.
Con los años que lleva en la lucha por recuperar a su hijo, reflexionó: “Que te arranquen a tu bebé es lo peor que le puede pasar a una madre. No te imaginas que las autoridades, lejos de ayudarte, te van a revictimizar, a perseguir, a exigir que seas perfecta, cuando estos señores han podido hacer cuanto crimen y delito han podido en total impunidad”.
“Las niñas no se tocan”
En otro contingente en la marcha del #25N, destacó la presencia de madres jóvenes que llevaron a sus hijas de entre ocho y 10 años a la movilización.
Sobre la avenida Juárez, dos pequeñas con paliacates morados en la cabeza y completa determinación, tomaron unas latas de pintura y, sobre el piso, escribieron: “¡Las niñas no se tocan!”.
Mientras, sus madres les recordaban: “¡Las niñas no se tocan, no se violan, no se matan!”. Las jóvenes que pasaban por el lugar les gritaron “¡Esas morras sí me representan” y seguían sus cantos orgullosas: “¡No, que te dije que no! Mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía!”.
Daniela Rincón, de 28 años, habitante de Iztapalapa, llevó a su peqeña de ocho años por una poderosa razón:
“La traigo a la marcha para que vea el movimiento que las mujeres venimos a promover. Que aprenda que debe luchar por sus derechos, principalmente, y que vea y aprenda que unidas somos más”, dijo.
Con voz entrecortada, recuerda que en su niñez fue víctima de agresión sexual. “A partir de ahí... ay, perdón, de me quiebra la voz; por eso quiero que mi hija aprenda a luchar y que sepa que no está sola, que no solo me tiene a mí, sino a más mujeres que quieren lo mismo, que no haya violencia contra las mujeres”.
Detrás de un cubrebocas de muñequitos, la voz de la pequeña apenas alcanzó a decir: “Ví que muchas mujeres vinieron. Me gusta estar aquí, en la marcha. Escuché que ellas pedían justicia y que no se debe maltratar a las mujeres. Ya aprendí”.