Oaxaca

Una Guelaguetza por Carmen, la sembradora de agua

Carmen Santiago Alonso le regaló a México su lucha por la justicia, que tuvo como resultado el Decreto presidencial por el que se establece la zona reglamentada del acuífero 2025 de Valles Centrales del estado de Oaxaca. 
domingo, 24 de julio de 2022 · 19:59

OAXACA, Oax. (proceso.com.mx).–Una Guelaguetza por Carmen, la sembradora del agua, la profeta, la discípula de obispos como Bartolomé Carrasco, Samuel Ruiz y Arturo Lona.

Carmen Santiago Alonso estuvo de manteles largos y con una Guelaguetza (palabra zapoteca que significa don de dar) festejó lo que hubieran sido 70 años de vida y 50 de defensora indígena.

Desde temprana hora se dieron cita misioneras, familiares, defensores y amigos. Unos llegaron con tortillas tlayudas, tostadas o empanadas, otros llevaron el tomate para el estofado, otros los pollos, unos mas los refrescos, las cervezas, el mezcal. 

Desde las comunidades donde se siembran hortalizas con los pozos de agua que revivió llegaron con chiles, cebollas, chayotes, pepinos, maíz, cacao y chocolate para compartir.

Carmelina como también se le conoció alcanzó a ver, desde su altar, el pastel, el poleo o rosa de borracho que se comparte en cada fiesta y a escuchar el son de la barricada que le dedicó el colectivo musiquero Tapacamino.

No hubo quien llevó un cantante con su órgano melódico para bailar los jarabes del valle y aventar los dulces, en sentido de abundancia.  

Mientras unos ponían sus conocimientos gastronómicos en la comida, otros adornaban el lugar, unos mas aportaban sus manos para repartir los alimentos y el mezcal, todos participaron para servir a sus semejantes, todos se divirtieron. Carmen debió sentirse orgullosa de celebrar a lo grande.

Carmen, cosecha de sus andanzas

Carmen no dormía, lloraba, rezaba, sabía que su vida se extinguía. Su salud ya no le ayudaba. Buscaba de donde sostenerse, percibía que se iba a ir, de alguna manera sabía que su misión ya estaba cumplida.

Y como profeta de nuestros tiempos, Carmen le regaló a México su lucha por la justicia, que tuvo como resultado el Decreto presidencial por el que se establece la zona reglamentada del acuífero 2025 de Valles Centrales del estado de Oaxaca. 

Su última lucha duró 16 años, y fue por la defensa del agua para los pueblos de los Valles de Oaxaca. Logró que el gobierno federal retirara la veda impuesta al uso de agua de riego agrícola en comunidades indígenas. Les llamaron las sembradoras del agua.

Fueron 16 años de una compleja y valerosa lucha permanente, reflejados en nueve páginas del periódico oficial. Este decreto fue, de algún modo, el resumen de una labor llena de obstáculos, amenazas e incluso intentos de represión.

“Yo ya cumplí, estoy lista, quienes se quedan que sigan con esto”, dijo antes de morir el pasado 5 de febrero, pero no se fue, sigue aquí.

Luego que misioneras, luchadoras sociales, campesinos, amigos y familiares le rindieron un homenaje póstumo en la Casa de la Ciudad con un conversatorio denominado “Carmen, cosecha colectiva de sus andanzas”, Carmen Santiago Alonso fue agasajada con una verdadera Guelaguetza, en el marco de su setenta aniversario de vida como ella lo pensaba festejar.

Esta fue una verdadera Guelaguetza, no la comercial, no la de la mercadotecnia que se hace para el turista. 

A clarear el alba salió la comitiva de Santa Catarina Minas para preparar el estofado que tanto le gustaba a Carmen. Belén, Eric, Justino y Salvador del Colectivo Espiga de Maíz madrugaron junto con Gil Cuellar para llegar a Zaachila y dar su Guelaguetza.
Las comadres de Carmen no podían faltar al festejo y prepararon las empanadas de San Antonino Castillo Velasco que compartieron en la fiesta.

Y las comunidades que Carmen defendió también se hicieron presentes: Ahí estaban defensores de Santa Cruz Itundujia, San Lucas Atoyaquillo, Santiago Ixtayutla, San Juan Maninaltepec y otros pueblos que mantienen esa lucha en la defensa de su territorio y recursos naturales como la Coordinadora de Pueblo en Defensa del Agua (Copuda). Unos llevaron mezcal, otros cervezas, refrescos, agua de Jamaica.

Otros prestaron jarras, vasos de plástico para no contaminar, otros cooperaron para rentar mesas y sillas, así como la loza para servir el estofado. Unos mas llevaron dulces para tirar durante el jarabe del valle que amenizó un músico y su órgano melódico. Otros le quisieron regalar juegos pirotécnicos. 

La casa parroquial de Zaachila fue el salón de fiesta donde en palabras del estimado amigo Miguel Ángel Vásquez de la Rosa, sintetizó:

“A Carmen le gustaba contar esa anécdota: cuando discutía con el Arzobispo Héctor González, este señor, al verse sin argumentos le decía: ‘eres una calzonuda’. A Carmen le gustaba que yo imitara esa voz ronquita y chillona de monseñor: ‘Eres una calzonuda Carmelina’. Pues esa mujer calzonuda se salió con la suya y ayer (16 de julio) nos puso a bailar con lluvia y cohetones, con un estofado y una celebración que recordó sus pasos por la tierra. Al igual que Pedro, mi corazón lloraba y reía, y por ratos reflexionaba”.

“No alcanzan las palabras para expresar todo lo ocurrido en estos dos días, pero ocurrieron muchas cosas que con el paso del tiempo van a ir tomando forma; forma de qué? todavía no sabemos. Sin embargo, algo brotó, de las risas, del llanto y de los cánticos de alegría algo está empezando a surgir. En el buen castellano, Calzonuda es una persona con los calzones suficientes, el temple y el valor para lograr lo que quiere. Eso, y muchas cosas más, fue Carmen entre nosotros”.

Beatriz Salinas, su gran amiga y aliada, se esmeraba junto Nadir Quiroz y las misioneras que la misa y el ritual indígena se reconociera el trabajo Carmen que sembraba todos los días su corazón, como semilla en la tierra, a través de todo lo que hacía.
La Guelaguetza no son las calendas o convites, no son los bailes y danzas, no son las luces ni las bengalas, la Guelaguetza es dar y en la fiesta de Carmen hubo en abundancia.

Después de la misa celebrada por los sacerdotes Juan Ruiz Carreño y Bernardo Sada se realizó un ritual indígena:
Sobre un petate se montó un altar de flores con la fotografía de Carmen ataviada con la ropa de gala de su pueblo San Antonino Castillo Velasco.

En el tapete de flores multicolores, albahaca y poleo, no faltó un espejo de agua reflejado en una cazuela y a su alrededor se colocaron los maíces en todas sus variedades, negrito, amarillo, criollo…tomates, chiles, cebollas, pepinos, semillas de calabaza, chayotes, plátanos, guayabas, chocolate, cacao, tostadas, tortillas y fotografías de Carmen cuando niña, cuando adolescente, cuando misionera.

El lugar se inundó de incienso o copal, veladoras y el sonido de caracoles, sonajas y flautas al tiempo que se le rendía tributo al universo, a la madre tierra y por supuesto al legado de Carmen que sonriente presenciaba esta fiesta.

Su prima recordó: “nuestra infancia y niñez fue hermosa. Andábamos a veces descalzas, sin huaraches y ropa sencilla. Nos tocó la época en que no había luz, ni juguetes modernos. Jugábamos con calabazas que se cosechaban entre la milpa, esas eran nuestras muñecas”. Contó una anécdota que cada que lo recordaba con Carmen o Carmelina soltaban las carcajadas: “Nuestro abuelo dormía a todos los nietos y nos contaba muchos cuentos. En una ocasión mi abuelo nos contó un cuento feo, de brujas, y nosotros asustados. Prendimos la vela y todos abrazados temblábamos de miedo. El abuelo se durmió y no teníamos donde poner la vela y la atoramos en la correa de su huarache. Nos agarra el sueño y se empieza arder el huarache. El abuelo despertó y al verlo enojado nos salimos corriendo, se nos olvidó el miedo”. 

Otra anécdota es cuando su primo Marino jalaba la carreta y Carmen empujaba. Y ella decía, "se está yendo la carreta pa´ atrás. Marino me vas a machucar". Marino le decía, pues no seas tonta empújale, de decía el otro. Luego se metió al coro, a dar catecismo y así vivimos hasta la adolescencia.

Otra prima contó que cuando joven, Carmelina salió del pueblo y se metió a trabajar a una fábrica donde vio tantas injusticias. Ahí quiso formar una especie de sindicato y la corrieron.

Es por ello que regresó y se metió de misionera. Su trayectoria está muy relacionada con su contexto histórico: 

El Concilio Vaticano II, las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en Medellín y Puebla, el trabajo pastoral impulsado por los Obispos de la Región Pacífico Sur en México, el acompañamiento del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (CENAMI) y la Pastoral Indígena realizada con don Bartolomé Carrasco Briseño en Oaxaca, fueron los antecedentes y la inspiración para la misión que ella desarrolló.

Y de manera muy específica, el trabajo del Centro Diocesano de Pastoral Indígena de Oaxaca (CEDIPIO), los Encuentros Indígenas y la celebración de los 500 Años de Resistencia Indígena, Campesina, Negra y Popular, sembraron en Carmen un gran entusiasmo para su labor en pro de los pueblos indígenas. 

De ahí, de esa semilla, surgió Flor y Canto en 1994, y ahí Carmen definió más claramente su carácter como mujer indígena, misionera y laica. Así fue como conformó su identidad, con aportes ya no sólo eclesiales, sino indígenas, comunitarios, sociales y políticos.

Fue una defensora de los derechos de los pueblos indígenas y un gran referente que fortaleció la participación de las mujeres.
Enseñó a hacer camino, a abrir o ensanchar aquellas veredas que ya había caminado para que otras personas las caminaran, con el firme propósito de avanzar hacia la realización plena de los sueños de sus ancestras. 

En su trayectoria de 50 años como activista se caracterizó por proteger los recursos naturales de las comunidades indígenas y por documentar violaciones de derechos humanos. 

Fue misionera laica y colaboró con los obispos Bartolomé Carrasco, Arturo Lona Reyes y Samuel Ruiz, se formó en la teología de la liberación, en la opción por los pobres.
A este conversatorio fue invitado el fundador de Serapaz, Miguel Álvarez, quien recordó sus andanzas con Carmen:
“Ella no pudo nacer en su pueblo. Se le enredó el cordón umbilical y tuvo que nacer por cesárea en la capital de Oaxaca”. Otro complementó que por un momento la dieron por muerta. Cuando la iban a preparar para velarla se dieron cuenta que respiraba. Esa fue su primera rebeldía, venció a la muerte. 

Miguel Álvarez terminó su intervención con una oración del obispo Samuel Ruiz, la que siempre le pedía al “amigo estratégico” la oración de La Esperanza.

El padre José Rentería y la defensora Beatriz Ramírez leyeron un texto colectivo intitulado:  Carmen, un legado de la tierra para la tierra “Era imparable, no porque no sintiera miedo, no porque no tuviera dudas, no porque no cometiera errores, no porque no cayera. Era imparable porque, a pesar de todo, continuaba avanzando”. Beau Taplin.

Ahí también participaron la presidenta municipal de Chalcatongo Lourdes Jiménez, quien la impulsó para ser autoridad.

Y don Elías Santiago Sánchez compartió la forma como Carmen lo enroló en la Copuda y sin tener estudios lo llevó a reunirse con personas muy letradas.

Lo que arrancó risas fue la anécdota que contó cuando se iban al campo a rescatar los pozos para captar agua y cuando llegaba la hora de comer pasaba el sombrero para cooperar para comprar lo que le gustaba, unos mariscos. Unos ponían, 20 pesos, otros 30 o 50 para ir a comprar los mariscos de los pobres, unas sardinas porque tortillas y mezcal nunca faltaban.

En síntesis, Carmen tuvo diferentes facetas en la vida: todo en ella era una ocasión para el festejo, la diversión, la risa y el baile, pero también el compromiso, el trabajo, el compartir solidario, tenia visión profética y vivía una espiritualidad del conflicto.

Pero la hija del Surco, vivió momentos de cuestionamiento por aceptar participar en la ceremonia de toma de posesión del presidente, Andrés Manuel López Obrador, pero ella no fue a entregar ningún privilegio al nuevo gobernante, al contrario, fue a definir, con toda la ritualidad y simbolismo que la ocasión requería, que el presidente tenía un compromiso y una obligación clara con los pueblos indígenas: “mandar obedeciendo”.

La oración, al final de sus días, era algo así como: “Concédeme ver este decreto publicado y luego me recoges” y aunque se consumía no podía parar hasta conseguir su cometido.

Alcanzó a ver, con mucha alegría, como se coronaba su lucha con la aprobación del decreto el 24 de noviembre de 2021. El decreto representó un logro sin precedentes en este esfuerzo.

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