Guerra Israel-Hamas
"Vivimos con miedo": a la sombra de Gaza, colonos israelíes multiplican sus ataques en Cisjordania
Residentes palestinos del lugar denuncian que los ataques de civiles israelíes, que en siete meses han cometido más de 800 violencias, son más armados y organizados que antes, pero prometen seguir defendiendo sus hogares.CIUDAD DE MÉXICO (France24).- Aprovechando la invasión israelí en la Franja y amparados por su propio ejército, grupos de colonos anexionistas han elevado sus agresiones, algunas veces letales, contra aldeas palestinas de Cisjordania ocupada. Al-Mughayyir, en el Valle del Jordán, fue una de las más afectadas por la última ola de linchamientos multitudinarios a mediados de abril. Residentes palestinos del lugar denuncian que los ataques de civiles israelíes –que en siete meses han cometido más de 800 violencias– son más armados y organizados que antes, pero prometen seguir defendiendo sus hogares.
Mohammed Abu Alia camina entre los restos de su taller mecánico y la escena es desoladora. Autos calcinados, de los que solo queda el esqueleto, yacen amontonados alrededor de su terreno, que está cubierto de hollín y de ceniza. Aunque el polvo dificulta la respiración, en el piso ennegrecido de arriba mantiene su casa, y desde allí su esposa Rania, embarazada de seis meses, se asoma por la ventana y sonríe.
Ha pasado más de un mes de la oleada de ataques de colonos israelíes que azotó a la población palestina de Al-Mughayyir el 12 y 13 de abril, pero las consecuencias perduran. En el caso de esta pareja, los colonos armados les destrozaron e incendiaron su fuente de ingresos, y los condenaron a seguir pagando una vivienda calificada como "insegura" por un ingeniero, debido a los daños que causaron.
Sin embargo, Mohammed y Rania no tienen a dónde ir y, por encima de todo, no piensan abandonar su hogar. "[Los asaltantes] destruyeron y quemaron la casa, todavía vivimos en ella. Estábamos preparando la habitación del bebé, y ahora no tenemos nada y mi trabajo quedó perjudicado. Pero estoy listo para morir en la calle antes que dejar este lugar", afirma el joven de 25 años, que ahora se desempeña como mecánico fuera del pueblo.
Su inmueble, ubicado en una de las laderas de las colinas en el centro del Valle del Jordán, fue objetivo de los dos días consecutivos de agresiones de colonos judíos radicales que, antes de que las autoridades israelíes hallaran su cadáver, se vengaron de la desaparición de Benjamin Achimeir, un pastor de 14 años, de una granja próxima al puesto de avanzada ilegal de Malachei HaShalom –un embrión de futuros asentamientos–.
Ajenos al homicidio, hordas de cientos de colonos, escoltados por el Ejército israelí, atacaron en 48 horas hasta 17 aldeas y comunidades palestinas en las zonas de Ramallah, Nablus y Jerusalén. Entre ellas, Al-Mughayyir.
Mohammed relata a 'France 24' que las primeras violencias ocurrieron tras las oraciones musulmanas del viernes al mediodía. Ese 12 de abril, uno de los asaltantes llegó a plantarle una pistola en la cabeza, la cual, o no funcionó o para su fortuna no tenía balas. Gracias a los vecinos, logró evitar que prendieran fuego a su casa y su taller, mas la defensa solo duró unas horas, ya que al día siguiente los atacantes consiguieron su cometido.
"Vinieron alrededor de cien colonos. No pude hacer nada porque eran demasiados y vinieron todos juntos", explica con resignación. No es el primer ataque que sufre este mecánico y tiene la certeza de que no será el último, por eso promete a cámara que la próxima vez les hará frente, aunque eso le implique ser arrestado.
"El colono (israelí) viene, quema, rompe y destruye todo, y se le considera una víctima. Yo, que vivo en mi casa, solo me importa ganarme la vida y mi única preocupación es mi trabajo y mi familia, soy considerado un terrorista", recrimina.
Los testimonios de los residentes, los videos que guardan como registro y los informes de organizaciones como Amnistía Internacional dan cuenta de un patrón repetido en cada agresión en Cisjordania ocupada: colonos respaldados por soldados israelíes que se abstienen de intervenir, y si lo hacen, es para reprimir a civiles palestinos que intentan defenderse o para impedir la llegada de ambulancias o coches de bomberos.
Esa impunidad casi absoluta se refleja en que solo el 3% de los casos policiales iniciados desde el año 2005 por violencia de colonos han derivado en condenas.
"Es ilógico, necesitamos justicia. ¿Qué podemos hacer como civiles contra ellos, cuando tienen la protección del Ejército, que no hace nada por nosotros?", reprocha Marzouq Abu Naim, vicejefe del Consejo de Al-Mughayyir.
Destrucción, muerte y, finalmente, desplazados
Marzouq se encuentra de visita en la que fuera la casa de Jihad Abu Alia, cuyo rostro es visible en cada esquina de esta aldea. Tiene dedicada una pancarta en la mezquita –sus megáfonos suelen alertar de los colonos– y otros carteles lo recuerdan en su núcleo familiar.
Él es uno de los cuatro palestinos asesinados por fuego israelí en el marco de los ataques, que más allá de los de Al-Mughayyir, se extendieron del 12 al 15 de abril, con episodios que se siguen sucediendo.
Su padre Afef transmite una mezcla de tristeza y aceptación. Retrata a su hijo de 25 años –que estaba a dos meses de casarse– como un joven "amable, querido por todos", que el 12 de abril había ido "con otros habitantes a intentar frenar los ataques, pero terminó siendo martirizado". "Fue una situación aleatoria, muy peligrosa. Lo que pasó con mi hijo pudo haberle ocurrido a otra familia", puntualiza.
Ignora si el disparo provino de los colonos –muchos armados con rifles entregados por el ministro de Seguridad de Israel, el también supremacista judío y colono Itamar Ben-Gvir– o de los militares que asistieron a la turba, que, en posesión de armas, palos y piedras, suelen prender fuego a vehículos y casas, a veces con residentes en el interior; otras, sellan puertas para que no se puedan abrir, o rompen cristales; además de robar o dañar campos de cultivo y ganado.
Pero estas agresiones, concreta Afef, fueron brutales: "Los colonos hicieron de todo: destruyeron casas, quemaron autos, cortaron árboles, mataron ovejas... Desafortunadamente, estamos acostumbrados, siempre nos asaltan de la misma manera".
Un recuento de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) señala que los ataques provocaron heridas a al menos 23 palestinos (aunque Amnistía eleva la cifra a 25 y las autoridades locales a 75, incluyendo una persona que quedó parapléjica por la violencia y otra a la que tuvieron amputarle una pierna) y causaron el desplazamiento forzado de 86 residentes, que perdieron en los incendios 21 viviendas.
Los daños también incluyen 32 vehículos, varias estructuras de medios de vida, agrícolas y de agua, saneamiento e higiene; unas 220 ovejas fueron asesinadas o robadas; y unos 360 árboles quedaron destrozados. Por todo ello, los habitantes de Al-Mughayyir no recuerdan haber sufrido un ataque semejante.
Pero no se trata de un caso aislado
OCHA ya había registrado en 2022 el mayor número de ataques de colonos contra aldeas palestinas desde que inició sus mediciones en 2005 –con un total de 856–, y la previsión es que esa cifra se superara en 2023, pues en los primeros nueve meses del año contó con 835 agresiones de civiles israelíes. Hasta que ocurrieron los ataques de Hamás en el sur de Israel, y la posterior invasión y destrucción israelíes de la Franja de Gaza.
Así, desde el 7 de octubre, los asaltos se han disparado en cantidad y en escala de violencia, con más de 800 en siete meses, y en los cuales al menos 31 civiles palestinos han sido asesinados por munición real de colonos o de soldados israelíes. Una violencia que va de la mano de una aceleración de la ocupación, que ha llevado al éxodo a 1.385 personas de una veintena de comunidades palestinas, en su mayoría beduinos que viven del campo.
Ataques más amplios y organizados
En la terraza de Abdellatif Abu Alia todavía están las piedras que los colonos lanzaron al grupo familiar y que les devolvieron para ahuyentarlos, además de agujeros de bala en paredes y en un tanque de agua. Fue aquí donde Jihad recibió el fatal disparo en la cabeza. Murió "desangrado", denuncia su primo, en parte porque el Ejército israelí bloqueó la llegada de la ambulancia.
Abdellatif tiene algunos videos grabados de los ataques de abril y los detalles frescos en la memoria.
"Aproximadamente 1.500 colonos se reunieron en el área, se acercaron a mi casa, enviaron un dron para explorar dentro y regresaron. Se cubrieron las caras, rodearon la vivienda por todos lados. No esperábamos un ataque tan feroz: destruyeron ventanas, quemaron coches y aplastaron todo lo que tenían enfrente. Intentaron entrar para incendiar mi casa con todos adentro, pero los frenamos", rememora.
Su vivienda está en la primera línea del pueblo, junto a su plantación de olivos, a la que solo puede acceder hasta cierto punto. Al preguntarle qué ocurriría si cruzara, se echa a reír y subraya que sería atacado o asesinado por el Ejército, que ha instalado puestos de vigilancia sobre las colinas.
Abdellatif lleva más de 50 años viviendo en este lugar y atestigua que en las últimas dos décadas ha observado la edificación de más asentamientos en los alrededores –considerados ilegales bajo el derecho internacional–. Desde su azotea también se ven las granjas o puestos de avanzada (los llamados outpost en inglés) de colonos, los cuales son ilegales incluso para Israel, que no siempre los desmantela y a la larga se convierten en asentamientos.
Expuesto recurrentemente a las agresiones, el hombre expone que en los últimos meses los ataques se han vuelto más amplios y organizados. "Vienen en mayor número, con más armas y protección del Ejército", asevera mientras admite que le cuesta conciliar el sueño y sufre de insomnio por estar alerta tanto de día como de noche.
"Vivimos con miedo, ansiedad e inestabilidad porque sabemos que pueden bajar (de las colinas) en cualquier momento".
Las agresiones, otra herramienta de la colonización en Cisjordania
"Quieren presionarnos para que nos vayamos", sentencia Abdellatif sobre el objetivo final del acoso de los colonos. De ello también acusa a los soldados israelíes, por impedirle trabajar sus cultivos, como le ocurre al hermano de Afef que debe introducirse en su propia tierra a hurtadillas para recoger sus plantaciones.
Lo mismo sostiene Mohammed, que asegura que textualmente le han dicho "tienes que irte de aquí" y le han amenazado con "destruir su vivienda". A pesar de que fue arrestado varias veces, su mayor temor procede de su esposa, quien el año pasado sufrió un aborto espontáneo estando embarazada de dos meses debido al estrés que le causó una redada israelí. Ahora rezan por tener mejor suerte con este segundo embarazo.
Con la atención puesta en la brutal invasión de Gaza, el Gobierno israelí –integrado por algunas fuerzas políticas nacionalistas ultrarreligiosas y, con algunos ministros radicales que viven en asentamientos de Cisjordania ocupada al igual que Ben-Gvir– está aprovechando para impulsar silenciosamente la agenda anexionista con la que llegó al poder.
Por caso, desde febrero, el Ejecutivo ha declarado como propiedad estatal más de 1.097 hectáreas de tierra privada palestina, lo que representa casi la mitad del total de hectáreas apropiadas (2.400) por el Estado hebreo en los cinco años anteriores.
Asimismo, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich –a la par colono y funcionario encargado de administrar los asuntos civiles de Cisjordania ocupada– ha ordenado hace poco a varias carteras gubernamentales que provean presupuesto y servicios a 68 puestos de avanzada ilegales.
La organización 'Peace Now' ha descrito el movimiento como un "atajo" a la legalización porque las autoridades van a tratar estas instalaciones irregulares "como si fueran legales a efectos de presupuestos y servicios y abstenerse de ejecutar las órdenes de demolición en ellos, incluso si los procedimientos de legalización de esos puestos de avanzada aún no se han iniciado o concluido".
Es una forma de blindar esas granjas y campamentos precarios israelíes que avanzan a un ritmo cada vez mayor, sobre todo en las colinas de Cisjordania ocupada, consiguiendo controlar una mayor cantidad de territorio con unas pocas personas.
Al-Mughayyir, junto a la vecina Duma, son de las poblaciones más grandes que resisten en la zona, pero no escapa a esta realidad. Marzouq Abu Naim detalla a este medio que, si bien el área correspondiente a la aldea es de unos 43.000 dunams (4.300 hectáreas), el Consejo local solo administra poco más de 1.000 (100 hectáreas).
Bajo los Acuerdos de Oslo, la mayor parte de Al-Mughayyir se ubica en el Área C, cuyo control administrativo y de seguridad es israelí y donde las autoridades hebreas prohíben a los palestinos edificar. Por esa razón, declara el líder local, "unos quince colonos, que instalaron unas caravanas y están protegidos por el Ejército israelí, controlan alrededor de 42.000 dunams (4.200 hectáreas)".
En esta lucha desigual, de ocupado y ocupante, de civiles sin Ejército y civiles armados y amparados por la ley, se acumulan los reproches a la denominada comunidad internacional. "Los países árabes y europeos están contra el pueblo palestino, nos hemos convertido en rechazados. ¿Cuándo van a despertar?", opina Mohammed.
"Es necesario que vengan a ver contra quién se 'está defendiendo' Israel. Se 'está defendiendo' de personas que no tienen armas, que son civiles. El Gobierno israelí actual está integrado por pandillas de extremistas que se rehusan a hablar con nosotros y ocupan nuestras tierras", agrega Marzouq.
Pese a todo, hay una consigna que se repite en Al-Mughayyir, la de no abandonar sus hogares, aún con los riesgos que eso conlleva. Marzouq termina de definir ese sentimiento: "Tenemos que quedarnos, para vivir o morir aquí".