Luiz Inácio Lula da Silva

Lula, el obrero metalúrgico que será presidente de Brasil por tercera vez

El fundador del PT ha dicho que se trató de “una persecución política” que tuvo como objetivo apartarlo de la contienda presidencial de 2018, la cual ganó el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien buscaba su reelección en los comicios de este domingo y fue derrotado por Lula.
domingo, 30 de octubre de 2022 · 17:13

BOGOTÁ (apro).- El líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, quien a sus 76 años ganó los comicios presidenciales de este domingo, se convertirá a partir de enero próximo en presidente de Brasil por tercera vez.

La victoria del exlíder sindical y obrero metalúrgico representa la culminación de un proceso de restitución política luego de que el izquierdista estuvo preso durante 580 días, entre 2018 y 2019, por cargos de corrupción que presentó en su contra el juez Sergio Moro, quien a la postre fue acusado de “parcial” por el Supremo Tribunal Federal (STF), que también anuló todos los juicios contra Lula.

El fundador del PT ha dicho que se trató de “una persecución política” que tuvo como objetivo apartarlo de la contienda presidencial de 2018, la cual ganó el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien buscaba su reelección en los comicios de este domingo y fue derrotado por Lula.

Lula goza del respaldo de millones de brasileños de sectores populares que ven en él a un igual que es producto la cultura del esfuerzo. El futuro mandatario nació en condiciones de miseria en el pueblo de Vargem Grande, en el empobrecido nordeste de Brasil. Fue el séptimo de ocho hijos de Aristides Inácio da Silva y Eurídice Ferreira de Mello, dos campesinos analfabetos.

A los siete años, emigró con su familia al pujante estado de Sao Paulo, donde boleó zapatos, fue mozo, recadero y obrero en varias fábricas. Muy temprano, abandonó los estudios, pero hizo un curso técnico y a los 18 años se graduó de tornero mecánico y encontró trabajo en una empresa metalúrgica.

Comenzó a interesarse por el movimiento obrero por su hermano mayor, José, quien lo llevó a reuniones del Partido Comunista Brasileño (PCB), proscrito por la dictadura militar que se tomó el poder en 1964. Pocos años después, Lula comenzó a ocupar cargos directivos en el sindicato metalúrgico y en 1978 fue elegido presidente de la organización gremial.

Como líder sindical, Lula comenzó a adquirir notoriedad nacional pues se convirtió un opositor de la dictadura y promovió grandes movilizaciones y paros obreros para exigir libertad política y sindical y la liberación de sus compañeros despedidos por participar en huelgas prohibidas por los militares que gobernaban al país.

En 1979, junto con otros sindicalistas, dirigentes sociales e intelectuales de izquierda fundó el Partido de los Trabajadores (PT), que se declaró socialista y captó un gran respaldo entre los sectores populares de Sao Paulo. Un año después, fue detenido y sentenciado a tres años y medio de cárcel por organizar una huelga de los obreros metalúrgicos, aunque esa pena fue anulada por un tribunal.

La primera incursión en política electoral del dirigente sindical fue en 1982, cuando el PT lo postuló como candidato a gobernador de Sao Paulo. Quedó en cuarto lugar, aunque recibió más de un millón de votos. Tres años después finalizó el régimen militar, que cedió ante la presión internacional y popular, y Brasil recuperó la democracia. Lula fue elegido en 1986 legislador y diputado constituyente.

Tres intentos para ser presidente

En 1989, Lula fue por primera vez candidato a la presidencia. Pasó a la segunda ronda, pero en esa elección fue derrotado por el candidato de las elites y de la centroderecha, Fernando Collor de Mello, mientras que el PT lograba avances importantes a nivel legislativo y municipal.

En esos años, los medios tradicionales brasileños proyectaban a Lula como un izquierdista radical, enemigo de los empresarios y del orden, y casi un analfabeto porque no había logrado concluir ni la escuela secundaria. 

Esta imagen, alimentada desde el poder, jugó en su contra en sus siguientes dos candidaturas presidenciales, en 1994 y en 1998, ambas ante el prestigiado académico socialdemócrata Fernando Cardoso, quien lo derrotó en ambas contiendas.

Para Lula, la cuarta fue la vencida, ya que su siguiente candidatura presidencial, en 2002, fue la que le permitió gobernar por primera vez Brasil. En esos comicios, derrotó a José Serra, el candidato de Cardoso, e hizo historia al convertirse en el primer mandatario de izquierda en su país.

Como presidente, el exlíder sindical y obrero metalúrgico adoptó una línea moderada y pragmática que le permitió concertar lo mismo con los empresarios que con los sectores populares, aunque algunos de estos últimos, como los campesinos sin tierra, acabarían por reclamarle que dejó pendientes políticas sociales con las que se había comprometido, como la reforma agraria.

Lula fue presidente dos periodos consecutivos, entre 2003 y 2006, y entre 2007 y 2010, y durante sus mandatos realizó una buena gestión de gobierno. Aprovechó el auge de los precios internacionales de las materias primas y destinó grandes recursos al combate del hambre y sacó a 33 millones de brasileños de la pobreza.

Cuando llegó al cargo, en 2003, la pobreza en Brasil rondaba el 37% y la pobreza extrema el 13%. Cuando dejó la presidencia, ocho años después, la pobreza se había reducido en 16 puntos, hasta llegar a 20.9%, y la pobreza extrema en más de siete puntos.

La economía, además, creció a un ritmo de 4% anual y Lula culminó su mandato con una popularidad del 83%.

Persecución judicial

La sucesora de Lula, Dilma Rousseff, también del PT, fue destituida en agosto de 2016 por el Congreso en un controvertido juicio político que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) consideró “irregular, arbitrario y sin garantías al debido proceso”.

Y dos años después, el juez Sergio Moro, a quien el actual presidente, el ultraderechista Jair Bolsonaro nombraría después ministro de Justicia, acusó y sentenció a Lula por recibir supuestos sobornos de la constructora Odebrecht a cambio de contratos públicos.

Esa condena, que fue anulada el año pasado por el Supremo Tribunal Federal de Brasil, impidió a Lula disputar la Presidencia en 2018, en una contienda en la aventajaba en los sondeos a Bolsonaro, quien resultó electo.

Luego de pasar 19 meses en prisión, el expresidente comenzó la reconstrucción del PT y de su movimiento político, al que vinculó de manera más enfática a sectores históricamente excluidos, como los afrodescendientes –más de la mitad de la población se reconoce como tal—, los indígenas, los campesinos sin tierra y las mujeres, así como colectivos ambientalistas, que consideran a Bolsonaro un depredador de la selva amazónica.

La profesora Lia Pinheiro Barbosa dice a Proceso que, con Lula, Brasil recuperará una agenda social que Bolsonaro relegó y que estará encaminada a resolver el hambre, la pobreza y el problema de la tierra, cuya solución “requiere una reforma agraria”.

De acuerdo con la maestra en estudios latinoamericanos por la UNAM, también será un desafío “recomponer la dimensión moral y ética de la sociedad brasileña, así como la concepción de democracia, de derechos civiles, humanos y políticos” luego de que Bolsonaro reforzó “una visión racista y excluyente frente a las poblaciones negras, indígenas y periféricas de Brasil”.

Pinheiro Barbosa afirma que tres retos cruciales para Lula serán la cuestión agraria, el desarrollo de una política ambiental más comprometida con la lucha contra el cambio climático y el fortalecimiento del sistema de salud pública, que colapsó durante la pandemia.

Y advierte que la eventual derrota electoral de Bolsonaro no significaría que el exmilitar ultraconservador saldrá del mapa político.

“Él –dice— logró consolidar un bloque de extrema derecha que representa alrededor de un tercio de los votantes y que tiene el respaldo de la oligarquía agraria, de las iglesias evangélicas más fundamentalistas, de algunos sectores populares y de hombres de la clase media blanca”.

Piensa que ocurrirá algo similar a lo que pasó en Estados Unidos tras la derrota electoral de Trump en 2020, cuando el empresario republicano se convirtió en el líder de la oposición.

Considera que este papel, en Brasil, lo asumirá Bolsonaro, quien seguirá representado “los valores fascistas y la dialéctica colonial que todavía perdura en el país por su propia historia esclavista”.

El politólogo Alberto Carlos Almeida sostiene que el gobierno de Lula, que iniciaría el próximo 1 de enero, será “de conciliación y diálogo” con todos los sectores, incluso el empresarial, para reactivar el crecimiento económico y captar recursos que le permitan reforzar la política social.

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