Chile

La dictadora

El dictador Augusto Pinochet no era a los ojos de su esposa, Lucía Hiriart, más que un "¡milico de mierda!", relata la periodista chilena Alejandra Matus en su libro "Doña Lucía. La biografía no autorizada".
sábado, 18 de diciembre de 2021 · 19:15

Lucía Hiriart, viuda del dictador Augusto Pinochet, murió el jueves a los 99 años de edad. Por considerarlo de interés para nuestros lectores, reproducimos a continuación un texto publicado en la revista Proceso en noviembre de 2013.

Un libro de reciente aparición –Doña Lucía. La biografía no autorizada, de Alejandra Matus– muestra que Pinochet, ese "genio de la traición" como lo calificó Orlando Letelier, no era a los ojos de su esposa, Lucía Hiriart, más que un "¡milico de mierda!". La obra de la periodista chilena revela cómo la mujer del dictador fue quien lo impulsó a traicionar a Allende, desesperada porque al lado del general no tenía el nivel de vida al cual la habían acostumbrado sus progenitores.

VALPARAÍSO, Chile (proceso.com.mx).– Lucía Hiriart Rodríguez, viuda del dictador Augusto Pinochet Ugarte (1915-2006), fue quien convirtió "a su rústico marido en el hombre más poderoso de Chile (...) él, más que sus hijos y ninguna otra obra, es su auténtica creación".

Esa es una de las conclusiones del libro “Doña Lucía. La biografía no autorizada” (2013, Ediciones B) de la periodista Alejandra Matus, presentado el pasado 8 de noviembre en la Feria Internacional del Libro de Santiago.

Matus es autora de una decena de volúmenes, entre ellos “El libro negro de la justicia chilena”, uno de los trabajos de investigación periodística emblemáticos del periodo posterior a la dictadura pues aborda la manera de operar del Poder Judicial chileno y causó revuelo al prohibirse su circulación un día después de salir a la venta en abril de 1999.

Matus subraya, en entrevista con Proceso, el importante papel que jugó Hiriart en la vida de Pinochet y en la historia de Chile, rol que –según su parecer– había sido insuficientemente estudiado.

En relación con la influencia que habría tenido esta mujer en convencer a Pinochet de unirse al golpe militar contra el presidente Salvador Allende, la periodista señala que "su incidencia consistió en apoyar a su marido en este paso de traición".

En relación con esto, en Doña Lucía se relata que a comienzos de 1974 los chilenos pudieron ver por las pantallas de Televisión Nacional de Chile la versión de Hiriart: "Me costó convencer a Augusto, pero al final lo terminé por convencer. 'Mira Augusto, yo no sé hasta cuándo los militares van a seguir aguantando a estos rotos (pobres). ¿No te das cuenta de lo que significa el desabastecimiento? ¿No te das cuenta de las colas? ¿Dónde tienes puestos tus pantalones? ¿Me lo puedes decir?'".

Matus apunta en su libro que "al finalizar el primer semestre del nuevo régimen era imposible contener el protagonismo de la esposa de Pinochet".

Ella construyó su propio núcleo de poder con la creación del voluntariado femenino Cema (Centro de Madres), que reprodujo la estructura jerarquizada del Ejército -donde ella era la mandamás- y llegó a tener 35 mil voluntarias y casi 1 millón de socias. Las voluntarias ?-sostén de la organización- eran reclutadas en forma casi obligatoria entre las esposas de oficiales de las fuerzas armadas y funcionarios del Estado. La negativa de una a participar en el Cema implicaba truncar la carrera de su marido.

Según Matus, la esposa de Pinochet "asumió el papel de celadora de la conducta moral de los integrantes no solamente del ejército, sino de ministros, asesores, alcaldes". Agrega: "Si ella tomaba conocimiento de que uno de ellos había sido infiel a su mujer, exigía su remoción inmediata sin importar ninguna otra consideración".

-¿Pinochet le hacía caso? -le preguntamos.

-Por supuesto.

Esta posición de poder la comenzó a forjar apenas iniciado el régimen militar. Según se dice en el libro: "Ella tenía una fuerza y ambición para la que no fueron obstáculo las esposas de los demás comandantes en jefe, resignadas a tener un papel secundario en la vida de sus maridos".

Hiriart se ocupó en aclararles que "por ser la esposa del comandante de la rama más antigua (de las fuerzas armadas) ella siempre entraría primero a las ceremonias públicas y ocuparía el primer lugar", como se consigna en el libro de Alejandra Matus.

Esta imposición ocurría paralelamente a la que realizaba su esposo en relación con los jefes de las otras ramas castrenses. Desconociendo el compromiso de rotación en el mando de la junta militar, Pinochet se hizo declarar (entre 1973 y 1975) presidente de la junta de gobierno, jefe supremo de la nación y presidente de la República de Chile.

De esa manera los jefes de las otras ramas de las fuerzas armadas -el general del Aire, Gustavo Leigh, el almirante José Toribio Merino y el director de Carabineros, César Mendoza Durán- pasaron a ser sus subordinados, lo cual no estaba en sus planes originales.

Hiriart llegó a conseguir que su marido la colocara -según el protocolo de gobierno- como segunda autoridad de la República, incluso por sobre los jefes castrenses.

Ella añoraba que las acciones de voluntariado y caridad la convirtieran en la Eva Perón chilena. Incluso coqueteó con la posibilidad de ser candidata presidencial luego de que su marido abandonara La Moneda en 1990.

Ladrona como ella sola, no dudó en utilizar recursos del Estado para construir grandes y lujosas mansiones familiares, en una de las cuales vive su solitario ocaso.

Genios de la traición

Matus dice a Proceso que para instalarse en posiciones de poder Hiriart traicionó "a círculos de amistades cercanas al gobierno de Allende" y que habían sido muy importantes en el avance de la carrera militar de su marido.

Alude al hecho de que Pinochet ordenó matar a autoridades a las cuales -junto con su esposa- había rendido pleitesía. Fue el caso de los exministros de Defensa de Allende, José Tohá -muerto el 15 de septiembre de 1974 en el Hospital Militar de Santiago- y Orlando Letelier -quien tuvo varias carteras-, ultimado en Washington el 21 de septiembre de 1976.

El proceder traicionero de Pinochet fue retratado por Orlando Letelier en su alocución ante la Comisión Internacional Investigadora de los Crímenes de la Junta Militar en Chile, en la Ciudad de México en febrero de 1975.

Contó que Pinochet acudió a su oficina la mañana del día 10 de septiembre de 1973. "El general Pinochet hizo alarde de sus condiciones democráticas, de sus sentimientos de admiración y lealtad al presidente Allende y de su decisión de cumplir con su juramento de soldado, de defender hasta las últimas consecuencias la Constitución y la persona del presidente de la república". Cuando hacía esto, Pinochet ya era parte de la conjura.

En su discurso Letelier concluyó respecto de Pinochet: "Muchas veces cuando se ve al general Pinochet haciendo declaraciones, uno tiene serias dudas de su capacidad intelectual. Lo que yo sí puedo decirles es que es un genio de la traición".

Lucía también fue una gran traidora. Y ni siquiera tuvo piedad con su familia, en la cual había militantes de los izquierdistas partidos Radical y Comunista. "Varios familiares", dice Matus a Proceso, "sufrieron en los días inmediatamente posteriores al golpe la represión de la dictadura y la indiferencia de Lucía frente a esa situación".

Matus expresa que uno de los principales descubrimientos de su investigación fue constatar que el padre de Lucía, el abogado, exsenador y exministro de Interior Osvaldo Hiriart Corvalán, "reprobó privadamente la dictadura".

Y luego del golpe éste "no hablaba a su hija ni a su yerno, salvo situaciones de fuerza mayor, como cuando tuvo que intervenir por algún familiar víctima de la represión".

Según la escritora, es Osvaldo Hiriart -y no Lucía- quien intervino en favor de sus sobrinas Mónica y María Luz Hiriart, y de su hermano Jorge, todos los cuales sufrieron persecución política.

Mónica Hiriart -prima hermana de Lucía- fue arrancada de su casa, donde estaba con sus cinco hijos, a finales de 1973. La trasladaron a la Escuela Militar donde comenzó su periodo de reclusión.

Como casi todos quienes entonces eran secuestrados por agentes del Estado, sufrió tortura. Su padre, el médico Jorge Hiriart, acudió a su hermano Osvaldo a fin de que éste le pidiera a su hija Lucía la liberación de Mónica. Pero la esposa del dictador se mostró implacable.

Según se cuenta en el capítulo 4, una noche -mientras Mónica aún permanecía detenida- Lucía llamó por teléfono a su tío Jorge:

"-Este es el resultado de la educación que le diste a tus hijas -le reprochó la ahora primera dama.

"-Ten más respeto. No te olvides que yo todavía continúo siendo tu tío -le respondió él."

Mónica Hiriart -entonces de 37 años- sólo fue liberada en enero de 1974 "bajo la condición que se fuera de Chile en 10 días". En Buenos Aires la acogió Victoria Bedanoff Hiriart, también prima de Lucía, una de las primeras psicólogas en tratar a prisioneros -en especial militantes del MIR- víctimas de prisión y tortura.

"¡Milico de mierda!"

Mucha de la soberbia de Lucía encuentra su raíz en su procedencia familiar. No sólo su padre había ocupado destacadas posiciones en el Estado y la sociedad chilenos. Entre sus antecesores se cuenta el abogado masón francés Dominique Garat Hiriart, quien en abril de 1789 fue elegido diputado en los Estados Generales y llegó a ser secretario de la Asamblea Nacional Constituyente entre 1790 y 1791.

Entre sus familiares radicados en Chile destaca su abuelo Luciano Hiriart Azócar, quien combatió en la guerra del Pacífico (1879-1883) que enfrentó a Chile contra Perú y Bolivia. En 1905 fue alcalde de Talca, importante ciudad del centro sur de Chile. Su tío -hermano de su padre-, el abogado Luciano Hiriart, fue intendente de la provincia de Antofagasta entre 1921 y 1923.

La madre de Lucía Hiriart, Lucía Rodríguez Auda, era hija del rico abogado Eduardo Rodríguez Ramírez: "(Ella) llamaba la atención en su época porque fumaba, conducía y usaba pantalones". De familia católica, "descendía del hermano de un obispo de Santiago, José Antonio Rodríguez Zorrilla, militante de la causa realista que se opuso fervientemente a la independencia de Chile".
Este contexto familiar contribuyó a que la futura esposa de Pinochet desarrollara desde muy niña un alto concepto de sí misma.

Según se narra en el libro de Matus, siendo una preadolescente y mientras se encontraba en casa de familiares avecindados en Quillota -150 kilómetros al nororiente de Santiago-, "aquella chiquilla se paraba en medio de las calles, levantando el brazo para que los pocos vehículos que circulaban entonces se detuvieran cuando decía: 'Paren. Yo soy la hija del senador Hiriart'".

Por todo lo anterior y considerando que Augusto Pinochet provenía de una familia poco influyente, costó mucho que los Hiriart Rodríguez lo aceptaran. En su fuero interno, su propia esposa lo despreciaba.

Según revela Matus, Lucía "maltrataba verbalmente" a Pinochet, "sobre todo en la primera etapa de su matrimonio -verificado en Santiago el 30 de enero de 1943-, porque estaba muy amargada y sentía que él no estaba a altura de las aspiraciones o fantasías de lo que debía haber sido su marido".

"'¡Milico de mierda!', comenzó a gritarle a su marido cada vez que discutían. Y cuando empezaba los insultos manaban de su garganta como una cascada imparable. 'Destinación de mierda que te tocó, ¡inútil! 'Yo no fui criada para esto, poca cosa'. '¿Cómo fue que se me ocurrió casarme con un milico'. 'Nunca vamos a salir de este hoyo'. 'Qué distinto eres a mi padre'."

Esta impactante cita -contenida en Doña Lucía- fue narrada a Matus por la periodista Patricia Lutz, quien departió mucho con sus entonces vecinos Pinochet-Hiriart cuando su padre, el entonces mayor Augusto Lutz, era subcomandante del regimiento Esmeralda de Antofagasta y Pinochet era jefe de Inteligencia y Operaciones del Cuartel General de la Región Militar Norte, con sede en dicha ciudad. Lutz moriría en noviembre de 1974 en extrañas circunstancias, pocos días después de haber tenido una fuerte discusión con Pinochet.

El esposo de Lucía fue destinado a Antofagasta a finales de 1959 luego de una estadía de tres años en Ecuador, donde asesoró la formación de la Academia de Guerra de dicho país.

"Tacaño por formación", se señala en el citado libro citando a Patricia Lutz, "Pinochet arrendó en Antofagasta una casa 'que estaba por demolerse'". En dicho hogar "Lucía tenía que mudar y alimentar a ­Jacqueline, sin perder de vista a Marco Antonio, quien ya cumplía dos años y caminaba poniéndose en riesgo a cada paso. Los mayores, entonces de 16 (Lucía), 14 (Augusto) y 7 (María Verónica), en la práctica debían valerse por sí mismos".

Patricia Lutz recordó que por entonces "la casa estaba siempre sucia y en la tina de baño se acumulaban los pañales de género sin lavar, en remojo, inundando la casa con un olor nauseabundo al que Lucía se había vuelto inmune".

En enero de 1961, cuando Pinochet fue nombrado comandante del Regimiento Esmeralda, con todos los privilegios que ello supuso, el ánimo de su esposa mejoró. "El cambio le sentó bien y comenzó a revivir", señala Matus en su libro.

Desde entonces la esposa de Pinochet tuvo una vida lujosa. Sin embargo Matus estima que Lucía Hiriart ha tenido -tras la muerte de su marido el 10 de diciembre de 2006- "una condena que no tuvo Pinochet: vivir para ver cómo los que antiguamente los apoyaron" ahora les hacen el vacío.
 

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