Fernando Valenzuela

Fernando Valenzuela: Jugada contra el tiempo

Esta entrevista con motivo de los 30 años del Toro Valenzuela como pelotero profesional fue publicada el 21 de diciembre de 2006, por ser de interés del público, Proceso lo presenta nuevamente.
martes, 22 de octubre de 2024 · 22:02

Fernando El Toro Valenzuela está por cumplir 30 años como pelotero profesional. Ya no se presenta en las Grandes Ligas. Lleva ocho temporadas en la Liga Mexicana del Pacífico. Atrás quedaron los días de ensueño, de la “fernandomanía” y de las bolsas millonarias. Este pitcher nacido en Etchohuaquila, Sonora, aún es una atracción donde se para. Reacio a la fama agradece con modestia el apoyo de los fanáticos. Y como si estuviera en la loma, el más grande beisbolista mexicano de la historia prepara su lanzamiento: “Estoy tratando de engañar al tiempo”, dice en entrevista con Proceso.

MEXICALI, BC (proceso).- Allá va Fernando Valenzuela al centro del diamante con su uniforme rojo y blanco. Unos mil 200 aficionados le aplauden y lo alientan: “¡Vamos, Toro!”

En la primera entrada le anotan una carrera. En las gradas cercanas a la tercera base, que se ubican sobre el dugout de su actual club, los Águilas de Mexicali, se arremolinan los fanáticos, hombres y mujeres todos de más de 40 años; se ponen de pie para animarlo: “¡Ándale, Toro, échale!”, “¡Toro, eres el único!” Otros se acercan para tomarle fotos.

Su equipo le ayuda a la ofensiva con tres anotaciones y se pone adelante en la pizarra. En la tercera entrada le hacen otras dos y aunque Mexicali pudo empatar a tres, en la cuarta un home run del catcher rival, Iker Franco, mueve los cartones: 4-4.

En el quinto episodio le ligan dos hits y le anotan una carrera más. Después de haber sacado un out en el sexto, el manager Enrique Reyes le pide la pelota; la afición -que ya para entonces está compuesta por unas 2 mil 500 personas- se levanta para ovacionarlo. Se alcanza a escuchar: “¡Si lo sacan me voy!” Fernando se levanta la gorra y sonríe un poco, sin detener su marcha hacia el vestidor.

Al final del encuentro la pizarra marca 11 carreras para los visitantes, Yaquis de Ciudad Obregón, y 4 para los locales. Valenzuela acumula su tercera derrota de la campaña. En labor de cinco entradas y un tercio le pegaron 10 hits, aceptó seis carreras y logró cinco ponches.

El hombre que desencadenó la “fernandomanía” en 1981 ha perdido velocidad y sus rectas no rebasan las 82 millas por hora, pero todavía engaña a los rivales con su mortífero tirabuzón; ya no lanza juegos completos. Ha ganado algunos kilos y se cortó el cabello.

Aún se mantiene activo en el roster, alejado de las lesiones y, aunque le cuesta reconocerlo, se encuentra motivado por compartir el terreno con su primogénito, Fernando Valenzuela Burgos, quien jugó su primera temporada en México también con los Águilas de Mexicali. El Toro dice que no le emocionó jugar al lado de su hijo y que lo ve como un compañero más, pero reconoce que el muchacho lo llama “papá” y que cuando le pide consejos se los da con suavidad “para no bajarle el ánimo”.

Longevidad deportiva

Casi 30 años como pelotero profesional son insuficientes para que Valenzuela le diga adiós al beisbol. Desde que en 1997 se despidió de las Grandes Ligas, ha jugado ocho inviernos en la Liga Mexicana del Pacífico, y aún no se cansa de llegar tarde a tarde al estadio, ponerse el uniforme, salir a estirarse y prepararse para abrir un juego.

 “Para mí -dice Valenzuela- el beisbol es lo máximo y sigue siendo un pasatiempo muy divertido; me entusiasma jugar este deporte y eso es lo importante, que uno sienta los deseos de hacerlo”.

Nacido hace 46 años en Etchohuaquila, Sonora, Fernando aún se mantiene en buena forma: ha ganado 30 partidos y perdido 18, en cinco temporadas con los Naranjeros de Hermosillo y tres más con los Águilas de Mexicali.

Actualmente, El Toro es el pitcher abridor que más triunfos sumó esta campaña con Mexicali, su actual equipo, con el que en 11 aperturas logró una marca de 6 ganados y 3 perdidos y promedio de 5.43 en efectividad.

Los escenarios han cambiado: ya no se presenta en estadios de las Grandes Ligas con capacidad para 40 o 50 mil espectadores como lo hizo durante 17 temporadas. En la Liga Mexicana del Pacífico al escenario más grande le caben 15 mil personas, pero las estadísticas consignan que en un juego contra los Naranjeros El Toro llenó el Héctor Espino de Hermosillo.

En 2006, según el cálculo del anotador oficial, 13 mil aficionados se apersonaron en la casa de los Águilas cuando Valenzuela abrió contra los Tomateros de Culiacán, y otros 7 mil acudieron a verlo jugar en su penúltima salida en la que lanzó siete entradas en blanco ante los Mayos de Navojoa.

“Cambian los parques, las fechas, las personas, pero el beisbol es el mismo; estuvimos en grandes ligas por algunos años. Sin embargo, esa época ya terminó y seguimos en el beisbol profesional de México. Es lo que yo quería hacer: seguir en el beisbol, no importa en qué nivel”, dice Fernando sentado en la banca de madera del dugout.

Ya no hay miles de personas que visten el jersey azul de los Dodgers con el número 34 y el apellido Valenzuela en la espalda. Ahora, son muchos menos los espectadores que con tal de ver los lanzamientos de El Toro soportan el frío invernal que se abate sobre el noroeste del país. A pocos días de que termine la temporada regular, su equipo se encuentra en el sótano del standing debido a que sólo obtuvo ocho victorias en 26 juegos hasta el 20 de diciembre.

Nuevas generaciones

El receptor Humberto Cota se confiesa fanático de Fernando Valenzuela. Cuenta que tenía unos seis años cuando acompañado de su papá viajaba a Los Ángeles para ver jugar a El Toro de Etchohuaquila, a quien le cachó por primera vez cuando en 2001 fueron compañeros de equipo en los Naranjeros de Hermosillo.

“La primera vez que hice batería con él fue contra Culiacán y Fernando ganó. Agarré mi guante nuevecito, y le dije fírmamelo y dedícamelo. Él no quería. Duré como tres días diciéndole que me lo firmara para ponerlo en mi cuarto de trofeos. Me decía 'No, vi que tardaste como tres semanas arreglando el guante, echándole aceite' y le dije, tú fírmamelo porque mira ahorita estoy jugando contigo y nos bañamos juntos, pero yo estaba así de chiquillo cuando iba a Los Ángeles con mi banderita mexicana y mi gorrita azul, con el 34 en el pecho, a verte lanzar. Me emocionaba y mira, ahora estamos juntos. ¿Cuándo iba a imaginarme que yo iba a cacharle a El Toro?”, comenta emocionado el jugador de los Águilas de Mexicali.

El joven catcher, quien en las Ligas Mayores milita con los Piratas de Pittsburgh, dice que ni las cinco temporadas que ha estado en Grandes Ligas y los 10 años que tiene como pelotero profesional le permiten sentirse con el derecho de corregirle o siquiera hacerle un comentario sobre su trabajo a Valenzuela:

“Yo qué le voy a decir. Al principio hasta me intimidaba y él me dijo: 'si tienes un comentario que hacerme en la loma, dímelo, o si me quieres aconsejar acerca de un bateador'. Y ahora ya hasta maldigo y le digo: 'Toro dale, ponte perro, ven por el centro'. Es una dicha, una honra, cacharle a este señor”.

-¿Más que compañero, te sientes fanático de Fernando Valenzuela?

-Sí, cómo no. En la última salida que tuvimos aquí tiró siete entradas en blanco contra Navojoa, y yo casi salí a darle un abrazo y un beso. Le dije no te doy un beso porque no soy maricón. Es un hombre que ya no tira duro, pero la experiencia, el colmillo, el control que tiene a mí me sorprende. Cuando ando allá en Estados Unidos los jugadores americanos se sorprenden y me preguntan, ¿oye, qué todavía pitcha Fernando Valenzuela? Es increíble, tira con calidad, eso es definitivo.

“Me divierte seguir lanzando”

Sentado en el dugout de la novena de esta ciudad, en el estadio Nido del Águila, Fernando Valenzuela habla con la reportera. Viste el pantalón del uniforme y una sudadera roja que no lo protege del frío que cala los huesos, aunque apenas son las cuatro de la tarde.

La entrevista se prolonga casi una hora y el pelotero la concede después de haber calentado con el resto de los lanzadores del club. En ningún momento mira de frente; mientras habla voltea hacia su lado derecho y a ratos dirige la mirada al cielo.

-¿Cómo se ve Fernando Valenzuela a sí mismo? ¿Qué evaluación haría del trabajo que sigue haciendo? -se le pregunta.

-Sé que no siempre van a salir bien las cosas, pero hemos tenido más resultados buenos que malos y por eso estamos aquí todavía. No es sólo porque me gusta el juego y me divierte seguir lanzando; ante todo es importante tenerle respeto al público. Esta temporada no ha sido buena para el equipo, pero me ha estado apoyando (con carreras) y uno pone parte de lo que sabe hacer; en lo personal hemos hecho lo posible para obtener triunfos.

-¿Se da cuenta de que la gente sigue pagando por verlo lanzar?

-Mi trabajo está dentro del terreno de juego y nunca me he puesto a pensar en lo que sucede afuera. Sé que a la gente le gusta el buen espectáculo, y para mí este deporte ha sido lo máximo. No sé quién paga o no, pero quien lo hace es porque viene a ver buen beisbol, y yo como jugador trato de dar el máximo para que disfruten. Aprecio que la gente me aplauda y eso es lo mejor que puedo tener, que recuerden todos los momentos de mi carrera y me sigan en el presente.

-¿Cuánto le cuesta mantenerse en buen nivel?

-Cuando pasan los años hay que prepararse más y ésa es la clave para seguir activos. Creo que me ha ayudado mucho el descanso que he tenido durante los veranos, ya que sólo vengo a lanzar en el invierno y la temporada es corta (68 juegos). Antes de hacerlo me preparo, me tengo que esforzar bastante porque las facultades se han ido mermando y tengo que buscar la forma de sacar outs.

Y añade: “Al principio, el brazo me molesta un poco; es normal por el cansancio y la inflamación, pero no es un dolor que no me impide seguir lanzando. En los primeros tres juegos, al principio de la campaña, después de haber lanzado los primeros días lo siento mucho, pero conforme van pasando los partidos disminuyen las molestias”.

-Físicamente está en buenas condiciones, pero supongo que no es todo lo que necesita para seguir activo.

-La fortaleza mental es básica. Cuando se pierde la confianza en uno mismo hay que dejar este juego. Físicamente se puede estar bien, pero si el deportista no está convencido de que puede seguir jugando más vale retirarse. El jugador debe estar consciente de que puede hacer las cosas y eso me ha ayudado, porque creo en lo que tengo.

-Cuando domina a un gran bateador joven y lo hace ver mal, ¿cómo reacciona, qué piensa, qué siente?

-Trato de hacer bien mi trabajo e intento controlar al rival, con plena confianza en mis posibilidades; no se trata de fuerza, sino de mente.

-Cuando le caen a palos y sale temprano del juego, ¿cómo se va?

-Frustrado por no poder ayudar al equipo, pero de inmediato reacciono y veo cuáles fueron mis errores, qué hice y por qué me batearon. Siento respeto por el bateador contrario, porque descifró bien los lanzamientos.

-¿Todavía existe la “fernandomanía”?

-No sé, no lo he notado. Nunca he sabido qué fue o qué es. La gente lo sabe más que yo. Hago mi trabajo y si a la gente le gusta qué bueno que siga esto.

-¿No cree que ya es tiempo de que hable de sí mismo, de lo que ha hecho?

-No. Nunca escucharán que yo diga hice esto o lo otro. Las cosas que sucedieron están ahí: los bonitos momentos de 1980 a 1990 con los Dodgers, y después con otros equipos. Me gusta más cuando la gente habla de un juego del que yo ya ni me acuerdo; en ocasiones me preguntan sobre algún partido en los ochenta y yo digo: “Oh sí”, pero no me acuerdo.

-¿Le ha enseñado sus secretos a algún jugador?

-Si alguien me busca y pregunta, con gusto respondo; pero no me gusta aleccionar al jugador porque no creo que sea correcto.

-¿Algunos jugadores se le han acercado para que comparta con ellos su experiencia?

-Nadie. No ha sucedido hasta el momento. Extraño, ¿no? Había el ofrecimiento para estar como instructor de jugadores, pero creo que eso no es lo mío. Hay que saber cómo trasmitir, cómo enseñar y yo no tengo esa habilidad, por eso no soy coach o instructor.

-¿Le agrada el papel de ídolo?

-No, porque los ídolos son algo diferente; soy un ser humano de carne y hueso como cualquier otra persona. Muy callado, eso sí, y mucha gente me ha criticado, pero ni modo, así es uno. No soy penoso, soy cauteloso, me gusta bromear y vacilar con los compañeros. Es mi forma de ser, reservarme muchas cosas porque mientras menos digas es mejor. Estoy consciente de todo lo que ha sucedido. Este juego es como cualquier otro trabajo.

-Entonces no le gusta destacar porque hay quienes abusan de la imagen pública de las figuras.

-Pues sí, se les utiliza cuando están sobresaliendo. Es un negocio.

-¿Cómo lo tratan sus compañeros? ¿Como a uno más o le guardan cierta admiración?

-Como a una persona normal.

-¿Quiénes son sus fanáticos? ¿La gente ya madura o hay niños que saben lo que hizo usted?

-Son los más mayores, los que vivieron esa etapa; los más jóvenes se acercan a pedir un autógrafo porque uno trae el uniforme.

-¿Recuerda algún día que haya salido abucheado porque le fue mal en el partido?

-Sí, es parte del juego. La gente aplaude y abuchea.

-¿No le cala? ¿Nunca se ha ido a la banca sintiéndose pésimo?

-Si las cosas salen mal, claro, pero no por lo que sucede en las gradas, sino por mis actuaciones, por no poder ayudar al equipo. Lo de las gradas va y viene.

-¿Cuál ha sido el peor partido de su vida?

-Híjole, ha habido tantos que la verdad no sé. Para mí las cosas nunca han estado grises; baja el nivel sí, pero quien no está consciente de eso y piensa que todo el tiempo las cosas van a salir bien, está equivocado. Tiene que haber altas y bajas para nivelar y que el juego tenga interés, porque si todo marcha bien no hay emoción.

-¿Qué siente ahora cuando ve sus fotos de cuando tenía 20 años? Lucía más delgado, usaba el cabello largo y estaba recién llegado a Grandes Ligas.

-Nunca las veo, no miro hacia atrás. Me gusta hablar de lo que está pasando en el momento, de lo que tengo en el presente.

-¿Se ha quedado con ganas de algo en el beisbol?

-A lo mejor haber permanecido unos dos años más en Grandes Ligas, pero llegó el momento de dejarlas porque para mí era difícil realizar las seis semanas de entrenamiento. El tiempo no se detiene, sigue adelante y considero que si tengo la oportunidad de seguir jugando debo aprovecharla.

 -¿Cuánto tiempo más permanecerá en el beisbol?

-Vivo el momento, lo que sucede, es difícil saber cuándo. Puede ser que me vaya este año o el próximo, no sé.

-¿El retiro sería la decisión más dolorosa de su vida?

-En Grandes Ligas lo pensé un poquito, pero consideré que era el mejor momento; al principio lo sentí mucho, pero con el paso del tiempo lo olvidé. Creo que cuando me retire en México va a ser igual; de momento lo voy a extrañar, y después se me pasará.

-Si comparamos su vida con el beisbol, en Grandes Ligas tuvo sus nueve entradas; en México se encuentra en extrainnings y está prolongando la duración de este juego, que deberá de terminar con un ganador, porque en este deporte no hay empates.

-Siempre he tratado de terminar ganando, pero a veces se hacen planes y no se realizan.

-Le está lazando al tiempo y está tratando de dominarlo.

-A lo mejor sí. Hay que buscar la forma, eso hago, tratar de engañarlo de someterlo.

-¿El tiempo es el bateador más fuerte que le ha tocado enfrentar?

-Sí, en el beisbol, no en la vida, porque ésta sigue adelante y disfruto cada momento, más si estoy en el beisbol. Pero sí, sigo jugando y ya es lo que me queda enfrentar, el tiempo que no para.

 

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