Danza contemporánea en el Festival del Centro Histórico
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En formato de función de gala se presentó la coreografía 1Q90 de la compañía mexicana Nohbords, dentro del marco del Festival del Centro Histórico 2018.
La obra aludió a dos referencias, una literaria y otra científica. Sobre la primera, 1Q84 (2010) es el título de una novela de Haruki Murakami, que juega con la homofonía de la letra Q y el número nueve en japonés, para indicar la existencia de una realidad alterna en la que viven los personajes.
La segunda corresponde a una nomenclatura de la biología molecular usada en el Protein Data Bank (PDB). 1Q90 expresa la estructura de las proteínas del alga Chlamydomonas reinhardtii, cuya función vital es proveerle energía química o electrones.
Con base en ambas, el trabajo coreográfico de Diego Mur se ubicó entre la paráfrasis de la novela y la terminología de la bioquímica al abordar el aspecto eléctrico del cuerpo, conseguido vía el trance como estado de este último. De un modo universal todos los seres humanos son eléctricos aunque se muevan diferente.
La propuesta se concentró en la representación de monjes que insistían en realizar pocos tipos de movimiento, entre los que podían reconocerse algunos de las artes marciales como el aikido y el chi kung, pero que ellos repetían muchas veces cada uno como oraciones de movimiento.
Uno de los momentos coreográficos representaba a Shiva, dios hindú de la creación y la destrucción, cuando los bailarines Diego Alcalá, Tlathui Maza, Mauricio Rico, Diego Vértiz y el mismo Mur se colocaron uno detrás del otro conformando una fila corta entre ellos, donde sólo sus brazos eran visibles al público, tal como la imagen tradicional de este dios lo ha representado con múltiples brazos.
En otro instante, los cuerpos de esos bailarines realizaron formas moleculares esféricas con las que transmitían sensaciones suaves, húmedas y a la vez explosivas.
La propuesta coreográfica recurrió a bajas intensidades de luz, del diseñador de iluminación Sebastián Solórzano, que conseguían una penumbra en el amplio escenario del Teatro de la Ciudad; el uso de pausas aleatorias entre movimientos generaba suspenso escénico; y el abundante color negro de las túnicas de los monjes, del diseñador de vestuario Samuel Sánchez, contribuía a un ambiente de misterio. Así mismo, la textura de humo del cello de Guillermo Olivo.
En ese sentido, la pieza conectó con las explicaciones sobre el enigma del origen de la vida en la tierra, provenientes de la religión en su carácter mítico y de la ciencia con su principio eléctrico que está sustentado por la teoría evolutiva.
Adquirió importancia en el marco de la edición 34 del festival, dentro de la curaduría de danza de Diego Vázquez, por ser la única obra de danza contemporánea que se presentó en aquél recinto en formato de gala, dado que las otras piezas que interpretadas ahí pertenecían al género del ballet por parte de la Compañía Nacional de Danza y el Ballet de la Ópera de Liubliana, y al afrogitano de parte del español Curro de Candela.
Fue una propuesta que generó altas expectativa y asistencia de la comunidad de la danza contemporánea de la Ciudad de México.
De acuerdo con sus propuestas de danza programadas en el Teatro de la Ciudad, el festival tiene una tendencia estética convencional de la danza caracterizada por el virtuosismo y la representación, donde Nohbords corresponde. No obstante, este encuentro toma mayor riesgo en la programación de danza en la calle a través del programa Teatro en Plazas Públicas, Teatro en tu barrio del Sistema de Teatros de la Ciudad de México con compañías como Asalto Diario y Foco Al Aire Producciones.
Este texto se publicó el 25 de marzo de 2018 en la edición 2160 de la revista Proceso.