Cine
Documental sobre la Armada en la isla Socorro
El argumento definitivo de Mariana Flores Villalba para convencer a la institución de filmar su ópera prima "La frontera invisible" en este apartado paraíso colimense, fue el de acercar a la gente para saber cómo viven, piensan y sienten los hombres y las mujeres del ejército.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La cámara ofrece un paneo del mar hacia la isla volcánica Socorro, perteneciente al estado de Colima. Se ve a hombres trabajando. Uno poda el pasto y otro lava grandes tinacos. Y se escucha una voz en off: más de tres años de gestiones con la Armada de México para poder filmar en el lugar. Por fortuna pudo efectuar el rodaje y retrata a hombres y mujeres de la institución que habitan ese territorio lejano.
“Ser militar es el trabajo más difícil de todo el mundo. Nunca me imaginé que fuera tan duro, que pudieras perder tanto. La verdad, créeme que ahí es donde dices: ‘¿Qué me deja la Marina? Me quita todo, ¡todo!, la cuestión emocional te la quita. Una vez hablé con mi madre, ella está en Estados Unidos, tengo veinte años sin verla, y le dije: ‘Mamá, quiero ser militar’, e inmediatamente empezó a llorar. Me mencionó: ‘No, no quiero que seas militar, porque los tratan mal, son carne de cañón, es una vida muy sufrida, yo no quiero ver morir a un hijo’. Le dije: ‘No se preocupe, para eso nacimos’”.
Ése es el inicio del documental La frontera invisible, primer largometraje de Mariana Flores Villalba (Ciudad de México, 1981), que se estrena este fin de semana en la pantalla grande bajo la distribución de Mandarina Cine. Egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica, relata a Proceso que fueron más de tres años de gestiones con la Armada de México para poder filmar en el lugar. Por fortuna pudo efectuar el rodaje y retrata a hombres y mujeres de la institución que habitan ese territorio lejano. Sus historias contrastan con la tranquilidad y belleza natural que les rodea.

La cineasta ideó el filme en 2008 cuando descubrió la isla, sin población civil, habitada sólo por marinos. Años después, comenta, en medio de un México marcado por la violencia y el protagonismo de las fuerzas armadas, “sentí la necesidad, junto con el productor Carlos Hernández, de revisitar la isla y sus habitantes en este nuevo contexto nacional”. La finalidad, añade, era “conocer y entender a estos hombres, sus pensamientos, emociones y rutinas, en un paraíso natural donde, aparentemente, no pasa nada”.
Recalca:
“Justamente deseaba echar un vistazo al mundo emocional y la vida de estos hombres, porque es algo que no se conoce. Siempre están atrás de la institución, y pocas veces vemos qué sienten, qué viven y cómo y dónde viven, en fin, y me pareció importante”.
Flores Villalba realizó un máster en guion de largometraje en la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC). Sus cortos de ficción El hipo y el ratón y La tierra de Nod han participado en diversos festivales alrededor del mundo. El último obtuvo una mención especial en el Festival Internacional de Cine de El Cairo 2015, y dos nominaciones: una a Mejor Cinefotografía en los Grand Off Independent Film Awards en Polonia 2015 y la otra a Mejor Diseño de Producción en los Premios 360 en la Ciudad de México 2015.
Su corto documental Un tajo un camino ganó el Premio Injuve en el Festival Ecofilm en 2012. Para televisión dirigió dos temporadas de la serie documental Urbanos (Urbanos México y Urbanos Bogotá) para el Canal I-sat, y dos temporadas de la serie documental Historias sabrosas para Canal 22. Así como capítulos para las series documentales de Canal Once, Muerte sin fin y Un día de Canal 22.
Su ópera prima es La frontera invisible, que ha sido ganadora del pitch (lanzamiento promocional) de desarrollo de Docsmx-Imcine, en el concurso Ópera Prima del CCC en 2018. Fue exhibido en la sección Cabos Goes to Cannes del célebre festival galo, formó parte de Docs in Progress del festival Docsmx (2019) y se le seleccionó para el programa Doculab en el marco del Festival de Cine de Guadalajara 2020, donde obtuvo el premio Splendor Omnia para mezcla de sonido, así como el premio de movilidad IDFA el Art Kindgdom del Gabriel Figueroa Film Fund, en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos 2021.
El cine como transformación
-En el cine, las fuerzas armadas del país han sido denunciadas por atentar contra el pueblo, ¿cree que con proyectos como éste se vea su objetivo de proteger a la población?

-Sí. Creo que el cine en general es un vehículo de transformación y de conocimiento. Igual a veces puede haber discursos con tendencias manipuladoras o no, pero sin duda el cine sí es un vehículo de sensibilización, comunicación y conexión de realidades. Específicamente el cine documental es un vehículo que puede ser un dispositivo de transformación social”.
-Fueron varios años de trámites para filmar en la isla. ¿Puede abordar más al respecto? Esa instancia es difícil para eso, ¿verdad?
-Sí, es muy difícil. Fueron muchos años de estar tocando puertas y mandando cartas. Al final los convencimos, porque únicamente deseaba tener la oportunidad de conocer a algunos de los seres humanos que forman parte de la Marina y eso fue lo que les dije. Ver quiénes eran como personas. Y eso fue en parte lo que les interesó. Dijeron: “Bueno, pues a ver”. Y se arriesgaron. Me dieron la confianza para entrar.
En el mismo documental, una mujer médico cuenta el diálogo que sostuvo con un capitán cuando iba a entrar:
-¡Doctora!, venga y siéntase aquí. ¿Por qué quiere entrar a la Armada?
-¿Por qué no?
-Los doctores están locos, porque ver sangre y ver muertos no es de gente normal.
-Si, es cierto, tenemos ahí un granillo de locura.
-¿Te has puesto a pensar que estás doblemente loca?
-Este viejo ni me conoce -pensé, y le cuestioné-: ¿Por qué?
-Vas a andar entre las balas. Todos los que estamos aquí en la milicia estamos locos, todos, porque ¿quién se expone a las balas? Tú sal a la calle y dile a alguien: ¿usted se expone a las balas? Te va a decir no, y nosotros sí nos exponemos. ¿No estás doblemente loca?
-A la mejor... -le contesté.
Continúa el interrogatorio a la directora:
-Por el tema, fue complicado conseguir distribuidor para La frontera invisible?
-No, mi productor también tiene una distribuidora. Sí, nos tardamos un poquito para estrenar, no sé si particularmente más que otras cintas, porque es difícil. Todo el hacer cine: conseguir el dinero, conseguir las puertas de exhibición, todo es muy difícil. Creo que en ese sentido no ha sido tan complicado, afortunadamente.
-¿Cómo ha sido recibido el documental en los diferentes festivales donde se ha exhibido?
-En general lo que he escuchado se debe a la sorpresa de ver el espacio, no es muy conocido, y escuchar las historias más íntimas. Impacta la cercanía de este grupo de gente en particular, que siempre se muestra de manera absolutamente opaca, o son los malos o no, o sea, como que son muchas cosas poco favorables que los rodea, pero son gente con todos los grises y lo malo, lo bueno y lo mediano. En general ha habido una curiosidad y sorpresa ver eso.

-¿Qué le ha brindado La frontera invisible?
-Ha sido un camino de muchísimo aprendizaje profesional, personal y emocionalmente. Aprendí a hacer una película, básicamente. Digo, tenía las bases, pero nunca había hecho un proyecto tan largo, tan ambicioso y tan complejo. Es además muy delicado retratar a otros y retratar otras historias. Hay mucha responsabilidad en eso y hay un poder enorme en la cámara. Entender la cámara y poner la cámara frente a alguien es mucha responsabilidad. Entonces, creo que aprendí mucho sobre eso, sobre la responsabilidad, sobre dónde se para uno como creador.
“Aprendí a tener mucha paciencia y a escuchar mejor de lo que escuchaba antes y a perseverar definitivamente también. Porque fue un proceso enorme. La película cambió mucho y cambió junto conmigo, al ser un proceso tan extenso, pues todo se fue transformando: el país, la realidad, ellos, yo, mi crew (equipo), todo. Mas estoy satisfecha porque siempre intenté mantenerme congruente con lo que quería y con la idea que tenía con la película y con lo que les dije a ellos. Entonces estoy contenta”.
La fotografía es de Claudia Becerril Bulos. La edición, de Astrid Rondero y Flores Villalba.