Bob Dylan

La piedra sigue rodando: la película sobre Bob Dylan

“A complete unknown” es un drama musical biográfico sobre Dylan, y la escenificación resulta tan fidedigna que el observador se olvida que se trata de actores y uno se enamora de los personajes que conectan.
domingo, 23 de febrero de 2025 · 15:13

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Robert Allen Zimmerman (Duluth, Minnesota, EU, 1941), el afamado Bob Dylan, Nobel de Literatura 2016, ha representado desde siempre y hasta nuestros días la voz del trovador errante e inadaptado quien, sin casa ni morada fija, es capaz de seguir al señor de la pandereta o a un hombre orquesta de la calle y vagabundear sin rumbo fijo, como los gitanos y sus caravanas trashumantes.

Allí en la calle está el blues, la realidad subterránea; los balanceantes y huérfanos sociales, los que no tienen nada y cantan. En esa tierra fértil se abonó la canción poética. De ese contexto provienen “las piedras rodantes” que no se detienen en el camino, fluyen en el rio de la vida y no se establecen ni acomodan.

¿“Los tiempos siguen cambiando” en el siglo que estamos viviendo? 

Se percibe una resurrección madura de la contracultura. Se reconoce ya la trascendencia transgeneracional de la literatura y la música, que cambiaron el rostro de la historia desde la segunda mitad del siglo XX, génesis de la revolución cultural, hasta la serena rebeldía de nuestros días.

Dylan, el juglar solitario más influyente socialmente hablando, junto a la profundidad existencial del canadiense Leonard Cohen (1934-2016) y el lirismo del escocés Dónovan (1946) -en un formato semejante y desnudo de la guitarra de acompañamiento-, apoya su base melódica por acordes básicos punteados dotados de expresividad y contundencia, con la complicidad itinerante de la melancólica armónica, compañía del viajero y peregrino.

Desde su primer álbum, Bob Dylan manifestó su pertenencia a una estirpe de músicos con discernimiento político y mensaje, a la que también pertenecían el patriarca Woody Guthrie, el Pete Seeger de “El martillito” y su otrora novia y activista Joan Báez (1941), cuyo padre Albert Baez era de Puebla. La voz de Dylan surgió fresca, original, nasal y con un matiz de desenfado: una daga silenciosa abriendo conciencia con sus versos o largas letras que no repetían frases o estribillos de la forma tradicional.

En 1963 cantó “Only a Pawn in Their Game” (“Sólo un peón en su juego”), sobre el asesinato del líder negro Medgar Evers, ocurrido apenas unas semanas ante 200 mil personas lideradas por Martin Luther King, protestando en la Marcha de Washington por los derechos civiles, el empleo, la justicia y la paz. Fue punta de lanza en llamar la atención a los grupos marginales o minorías raciales, víctimas de la violencia o dictaduras simuladas. Sin embargo, el cantor de “La respuesta está en el viento” ha tenido muchas facetas, y esa diversidad defensiva creadora ha evitado el quedar atrapado en un formato que, con el tiempo, pudiera envejecer o ser rebasado.

Así encontramos al Bob Dylan cumpliendo su profética lirica “Forever Young”, junto a una generación que no tiene planes de sedentarismo intelectual ni envejecimiento alguno.

Si algo caracteriza la trayectoria de este cantautor clásico, es su libertad en todos sentidos; son temáticas que se salen de contextos, rupturas emocionales, historias de hombres y muertes, atrevimientos conceptuales, mutaciones instrumentales, metamorfosis camaleónicas de las canciones; personajes desolados y solitarios con un pasado destruido, descritos con un fraseo volátil nada complaciente.

La crítica a los “Maestros de la guerra”, de una forma indirecta con la elegancia de la metáfora abstracta, es lacerante. Dylan crea musicalmente plataformas de fraseo sobre paisajes sonoros, armónicamente hablando de secuencias minimalistas, donde lo que va cambiando es la letra, un río de palabras urgidas de llegar al océano de los oyentes que se convertirían en heraldos de una generación.

Muchos de esos jóvenes están ahora en posiciones estratégicas donde determinan acciones que influyen en la política global y toman decisiones que afectan la historia.

La por demás altamente recomendable película A Complete Unknown (estrenada por estos días en México con el título Como un completo desconocido) es una revelación inesperada. Con una realización de asertiva fuerza, la biopic es un drama musical biográfico sobre Dylan, dirigido por James Mangold, quien coescribió el guion con Jay Cocks, y resulta tan fidedigna la escenificación que, por momentos, el observador se olvida que se trata de actores y uno se enamora de los personajes que conectan, tan auténticos como los reales vivientes.

La historia, contada con sensibilidad manifiesta, está centrada en la poética de la música, la metáfora de las letras y en la voz nasal y expresiva de Dylan.

Alguna vez dijo John Lennon sobre el cantar de Bob Dylan: “No sólo es lo que dice, sino cómo lo dice”; acá fluye ese extraño timbre que combina lo profético, la advertencia, la vulnerabilidad y una misteriosa melancolía interpretada magistralmente por el actor franco-estadunidense de sangre judía Timothée Chalamet en el papel del músico de Minnesota.

La figura de Joan Báez se fortalece y revela cautivadoramente, no sólo por su timbre de cristalina agudeza, sino además por el tratamiento de la mujer que trasciende a la cantante, la artista comprometida, la activista de los derechos humanos. Su personaje, interpretado por Mónica Bárbaro, comunica con voz y cuerpo a una soprano folk que desnuda su sensualidad natural y pasión, a la vez dotada de una cierta inocencia en medio de los movimientos políticos de la época.

Quien vea la película probablemente se verá comprometido emocionalmente al recrear un tiempo de intensidad creativa sin igual. Es parte del soundtrack o cinta sonora de nuestra vida, donde todos experimentamos lo que es ser piedras rodantes, sin hogar ni dirección, completos desconocidos en medio de una sociedad disfuncional.

La música de Dylan, pues, será el único faro visible para seguir al hombre de la pandereta.

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