Libros/Recuento de letras
Dibujar al padre
Juan Villoro, a cien años del nacimiento de su padre, el filósofo Luis Villoro Toranzo, decidió escribir una semblanza biográfica y una valoración de su pensamiento, a partir de la relación que tuvieron.Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición este mes se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El escritor Juan Villoro, a cien años del nacimiento de su padre, el filósofo Luis Villoro Toranzo, decidió escribir una semblanza biográfica y una valoración de su pensamiento, a partir de la relación que tuvieron, titulado: La figura del mundo (Ed. Random House. Col. Memorias y biografías; México, 2023, 239 pp.).
En la narración indica que el filósofo, nacido en Barcelona, fue hijo de una familia adinerada y llegó a México como tantos españoles, huyendo de la barbarie. Habla de que su trato con él siempre fue severo y lleno de anécdotas, provenientes de la filosofía. Juan sabia “…que la gente hablaba con respecto de él y que se dedicaba a algo inescrutable. Quise averiguarlo y la respuesta me inquieto más que la pregunta: Estudio el sentido de la vida.”
Luis Villoro se casó con Estela Ruiz y tuvieron dos hijos: Juan y Carmen. La vida familiar era distante. Entre los esposos no había un acercamiento afectivo. Escribe Juan: “… Por mi madre sé que tenían escaso trato íntimo y que él prefería desahogar sus pasiones con alumnas que integraron un séquito cada vez más amplio”. Con el tiempo se separaron amigablemente, pero Juan estuvo deprimido durante muchos años. Hasta que “El cine, el rock, los cómics, el futbol, la literatura y la más intrincada de las tramas --la posibilidad de un romance-- me alivianaron. De un modo confuso pero inquebrantable, entendí que nadie está contento por decreto y que hay que esforzarse para ser feliz.”
En 1968 Juan era un adolescente. El filósofo no habló de su limitada participación en el movimiento estudiantil y acompañó al hijo a diferentes eventos olímpicos. Después se enteró de que él quiso colaborar con mayor enjundia. Era un miembro destacado de la comunidad universitaria. Se había doctorado como filósofo en la UNAM, era profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, formó parte del grupo Hiperión y escribió dos obras importantes: Los grandes momentos del indigenismo en México (1950) y El proceso ideológico de la revolución de independencia (1953).
En la vida universitaria tuvo una intervención destacada como docente e investigador. Además siguió escribiendo sobre lo mexicano en la línea de José Gaos, Jorge Portilla, Samuel Ramos, Octavio Paz, y continuada por Leopoldo Zea, Eli de Gortari y Abelardo Villegas. En la relación con Juan, como padre, compartió gustos como el futbol o los viajes; en ellos siempre encontró la oportunidad de inferir una enseñanza que remitiera a la filosofía y al arte de comprender.
La difícil situación política por la que atravesó el país después del 68, llevó al filósofo a una mayor participación política en la fundación de partidos de izquierda, en la asesoría a diferentes candidatos y en el apoyo económico a través de la creación de una taquería que proporcionaría ingresos para pagar las luchas electorales (“El hostal de los tacos”).
En 2006 fue uno de los seis asesores de López Obrador y siempre se quejó de la renuencia de éste a escuchar cualquier crítica y de su creciente autoritarismo, pero lo apoyó porque prefería el triunfo de un caudillo reformista “…a la perpetuación de la cleptocracia del PRI ó el PAN en el poder.” Aunque coincidió con la opinión del subcomandante Marcos, quien sostenía que: “…(López Obrador) había heredado demasiados vicios del PRI, partido en el que inicio su trayectoria política, y no proponía una autentica transformación del México de abajo sino un proyecto populista y mesiánico en beneficio de su propia estatua. Los años demostrarían de que estaba en lo cierto”.
Al conocer la rebelión en Chiapas decidió colaborar apoyando económicamente e interesándose en la democracia directa y participativa en los Caracoles. Los acontecimientos que ocurrían los comentaba con Juan, quien convencido por los argumentos del padre y la terrible realidad de los indígenas, participó al lado suyo en varios congresos.
La vejez se tradujo en problemas de salud que afectaron su producción teórica. Escribió menos y decantó su estilo. La participación en eventos se redujo, y el filósofo se dedicó a disfrutar los pequeños sucesos de la vida cotidiana y continuó siguiendo con atención lo que acaecía en Chiapas. Así como aumentaron sus charlas con Juan. Por lo general se pasaba las mañanas leyendo los periódicos y éste le preguntaba: “¿Qué posibilidad hay de cambiar el mundo? Él sonreía, pero contestaba en serio: todos los días hay un pretexto para transformar la realidad.”
El 5 de marzo de 2014 falleció Luis Villoro, parte de sus cenizas fueron depositadas en Oventik, Chiapas. El comandante David fue el encargado de hallar el lugar en donde serían depositadas: “Ya encontré el sitio. Quiero que su papá descanse bajo un liquidambar; es un árbol joven, que le va a dar sombra durante unos cien años.”
En La figura del mundo Juan Villoro realiza una narración en donde entrelaza tres dimensiones: la vida del padre, el contexto social en el que se movió y el impacto que tuvo en su vida como escritor. El trabajo fue arduo, festivo y doloroso, en varios capítulos el lector capta las emociones que se jugaron en su escritura. En otros lee la crítica que le hace al padre y los actos que no comparte, así como su admiración por el coraje que tuvo para cuestionar a la sociedad. El resultado es una semblanza lejos de una hagiografía que presenta a un hombre con sus virtudes y debilidades.