París 2024

Arte: París 2024: El arte como aliado de la política internacional

Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
martes, 30 de julio de 2024 · 12:38

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Con un diseño que fusionó prácticas del arte urbano contemporáneo con la teatralidad de las fiestas barrocas realizadas en ríos durante el siglo XVIII,  el espectáculo de inauguración de los Juegos Olímpicos 2024 que se realizó en París el pasado viernes, demostró que la identidad cultural de un país es atemporal.

Y por eso, el globo aerostático que crearon en 1782 Joseph y Jacques Montolfier transitó, en la ceremonia, de la intangibilidad de la imagen en movimiento a la fascinación de un objeto que se mantendrá en vuelo durante todas las Olimpiadas.

Asimiladas en el presente, las creaciones tecnológicas, arquitectónicas, literarias, teatrales y artísticas que han sobresalido en el devenir de la historia cultural de Francia, se mostraron en el río Sena a través de una convivencia carente de jerarquías estéticas, sin establecer diferencias entre poéticas populares-urbanas, académicas o del cuestionablemente llamado arte culto.

Las estéticas urbanas resultaron protagónicas, principalmente en la danza. En el contexto de sus poéticas fueron apareciendo imágenes de creaciones tan atemporales como la portada de El Principito, ese extraordinario cuento filosófico escrito e ilustrado por el aviador Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) que se publicó en 1943.

Y también los Minions, esos cándidos personajes creados por los franceses Pierre Coffin y Chris Renaud, que se hicieron famosos por su protagonismo en las películas de Mi villano favorito. En el espectáculo de apertura, los Minions se atrevieron no sólo a practicar deportes olímpicos sino, también, a manipular la famosa pintura de Mona Lisa que pintara Leonardo da Vinci en el siglo XVI. Una de las obras maestras del Museo del Louvre que se percibe como parisina aun cuando fue pintada por un maestro italiano.

La pintura francesa, notoriamente creadora de identidad nacional, se manifestó orgullosamente en la sección dedicada al tema de la “Libertad”. Con representaciones que no disimulaban, la referencia a la famosa pieza que pintara en 1830 Eugene Delacroix con el título de La libertad guiando al pueblo, el atuendo que vistió la mezzosoparano Axelle Saint-Cirel para interpretar el himno nacional francés, evidenció el aprecio por la famosa obra.

En lo referente a las estrategias del arte público, las siluetas de grandes rostros que emergían de manera intermitente del río a la altura del Puente Royal, no servían sólo de escenografía al tránsito de las barcazas sino, también, imponían el registro y significado de “obras maestras” de la pintura francesa. Interesantes por la ausencia de la repetitiva Gioconda, la selección de rostros sobresalió por las pinturas en las que se encuentran. Entre ellas, el inquietante retrato de Gabrielle d’Estrées y una de sus hermanas, una obra anónima realizada alrededor d 1594 de fuerte contenido erótico-lésbico.

En cuanto al espectáculo general, su realización en el contexto de una escenografía urbana remite a las suntuosas fiestas barrocas o reales, realizadas entre los siglos XVII y XVIII en plazas y calles de ciudades y pueblos europeos. De gran potencia estética por los excesos ornamentales y performáticos que se expandían en el espacio público, estas fiestas intervenían el espacio urbano con música, danzas, fuegos artificiales y ornamentos arquitectónicos. Como registro de fiestas reales en ríos, se cuenta con la información de la Música Acuática que el alemán Georg Friedrich Händel compuso para acompañar una excursión por el río Támesis que, en barcazas,  realizó el rey Jorge I, el 17 de julio de 1717 en Londres.

Al igual que en el siglo XVIII, el recorrido por el Sena provocó una potente experiencia estética que tuvo como aliada la creación e innovación de la cultura francesa. Conscientes del poder que tiene el patrimonio cultural y artístico como recurso económico, aliado de la política exterior y constructor de la marca-país, los franceses se impusieron con una ceremonia que, con base en su grandeza creativa, deslumbró al mundo en el presente.

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