Festival Internacional de Cine de Guanajuato

Arturo Ripstein y su homenaje: “Es difícil ser cineasta en México”

Cercano a los 81 años, el cineasta, ante el reconocimiento a su trayectoria que se le rendirá este sábado en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato, manifiesta estar en un “impasse”, pero aún integrado a su oficio: “Uno no se retira del cine”, dice en este diálogo sobre su larga carrera.
sábado, 20 de julio de 2024 · 06:00

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Con su voz muy grave e inconfundible, el cineasta Arturo Ripstein, quien cumplirá el 13 de diciembre 81 años, exterioriza gozosamente sobre el homenaje que le rinde el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF):

“Me siento bien. Muy honrado, muy contento. Lo agradezco. Un homenaje, aunque me han hecho reconocimientos desde hace años, me hace pensar que ya pasé la raya, entonces me llevo pasando muchas rayas”.

Es la 27 edición del GIFF. Inició el viernes 19 y finalizará el día 28, primero en León, luego en San Miguel de Allende y finaliza en Irapuato. Este sábado 20, Risptein (Ciudad de México, 1943) recibe el galardón de Plata Más Cine y la Medalla Filmoteca UNAM, elaborada con el metal extraído durante el proceso de revelado en el laboratorio fotoquímico de la institución.

En San Miguel, el 22, participará en Un diálogo con Ripstein, moderado por el director y productor Roberto Fiesco, y se presentará el libro Decálogo (de y sobre) Arturo Ripstein, editado por Alphaville Cinema. Además se proyectarán varios de sus filmes, El castillo de la pureza (1972), La viuda negra (1977), Profundo carmesí (1995), La calle de la amargura (2015) y El diablo entre las piernas (2019).

Ha filmado 34 largometrajes. Rememora en entrevista que nació y creció en el cine. Su papá, Alfredo (1916-2007) fue productor, creó Alameda Films, y colaboró con directores como Joaquín Pardavé, René Cardona, Alejandro Galindo, Alberto Isaac, Jorge Fons y Carlos Carrera, entre otros. Detalla:

“El entusiasmo comenzó cuando contaba con tres años: Carlos Savage, el editor del cineasta español Luis Buñuel, me sentó en sus piernas y me enseñó un pedazo de película en su moviola. Me pareció todo fascinante, y como acompañaba mucho a mi papá a los rodajes, la vocación se me fue formando desde muy pequeño. A la sazón decidí eso, y me fui para adelante. Mi papá no recibió con tanto gusto mi determinación. Me mandó a estudiar. Cursé tres carreras, de las cuales no terminé ninguna, y no había escuela de cine, también hubiera sido un disgusto para mi papá que estudiara cine. 

“Pensaba que no iba a poder vivir de mi trabajo, pero se equivocó... Siempre quise ser otro. Para tener una carrera como la mía, que ya es prácticamente imposible con tantas películas, se necesita suerte, y yo he sido muy afortunado, tuve muy buena suerte, pero no era la que quería, yo quería otra suerte, y en esa suerte me tocó ser yo, pero no quería ser yo”.

­¿Por qué no quería ser usted? -se le pregunta al ganador de seis premios Ariel y el Ariel de Oro en el 2014 que otorgan la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC).

­Porque no confiaba mucho en que el resultado podría se igual al del realizador japonés Akira Kurosawa o del italiano Federico Fellini, o del austriaco-alemán Fritz Lang o Luis Buñuel, pero agradezco mi suerte, pero no era lo que yo buscaba.

El cineasta. 34 largometrajes. Foto: Especial

­Entonces, ¿Aturo Ripstein qué ha buscado con el cine?

­Esa es una pregunta compleja. Lo que he buscado es poder compartir lo que hago. Mis películas son raras, extrañas y complejas, salvo mis largometrajes comerciales que tuve que realizar porque hay que poner pan y mantequilla en la mesa alguna vez en la vida, y no he tenido la suerte del éxito taquillero. Deseaba compartir y poder hablar de las cosas que a mí me inquietaban. Yo siempre he hecho cine por terror, sobre todas las cosas que a mí me dan terror, para ver si se me quitaba el terror, pero no se me quitó nunca.

­¿El terror a qué?

­Digamos que prácticamente a todo..

­¿Incluso a la vida?

­La vida es todo...

­¿Por eso en su filmografía predominan los géneros drama y suspenso?

­No es drama y susupenso, es horror y temor.

­Quizá sea exageragada, ¿le ha sido fácil exorcizarse así con el séptimo arte?

­Es la única forma que tenía clara. Nunca fui al Vaticano a pedir ayuda a los exorcistas, pretendía hacerlo yo solo, y los autodiagnósticos generalmente son erróneos si no es uno especialista en eso. No salió mucho y seguí insistiendo, y salió lo que salió. Quería decir lo que quería decir, y dije lo que dije.

Tópicos inquietantes

Los temas que ha abordado han sido muy variados, la familia, como en El castillo de la pureza, con guion de José Emilio Pacheco, en torno a un hombre que mantiene a su familia seuestrada en su domicilio para protegerla de la maldad del mundo exterior; como en Así es la vida (200), donde una señora es engañada por su esposo y decide vengarse; en El lugar sin límites abordó la homosexualidad, como la situación de las prostitutas y el incesto en La mujer del puerto (1991), y la sexualidad en las personas de la tercera edad en El diablo entre las piernas...

Se le cuestiona: “¿Cómo se conecta con los guiones?”. Responde:

“Me quedo con los que se me trepan a los ojos y se me quedaban en el corazón y la panza, pero lo que hago es dirigir. Escribo poco, no se me dio ese talento. No son guiones ajenos a mí. En todos, los malos y los peores, siempre estuve presente en la escritura. No es que me sorprenda un guion que me hayan ofrecido, incluso los que me han brindado que son normalmente espantosos, yo podía meter un poco el dedo. Y en los que laboró Paz Alicia Garciadiego, quien es lo mejor que me he encontrado en ese terreno en mi vida, estaba muy cerca. No era sorpresa.

“Con los guiones hago una lectura muy lenta, muy larga, porque necesito que se me ocurra una imagen, y a partir de esa imagen hay que contestar las preguntas más difíciles cuando uno hace una nueva película: ¿de qué va?, ¿de qué se trata? No es la trama a lo que me refiero, sino al sentido. Cuando encontraba el profundo sentido en algunas de mis películas, en una especialmente, Mentiras piadosas (1987), de pronto dije: ‘Bueno, ¿esta película de qué habla? Es de celos, perfecto, ¿qué son los celos?’. Son un monstruo verde, como decían los clásicos del Siglo de Oro, Pedro Calderón de la Barca y Lope de Vega, etcétera”.

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“Es un uróboro, a partir de que se dice que es una serpiente que se muerde de la cola, es una especie de círculo, entonces empezaba a pensar que las tomas debían ser circulares o aproximadamente circulares o tener el sentido de la circularidad, y así era toda la película a partir de contestarme la pregunta ¿de qué va? Así se lo pedí al camarógrafo y así se instala todo el equipo para contar las cosas”.

Con su esposa Paz Alicia Garciadiego ha generado 15 largometrajes. Rememora:

“La conocí contándole historias. Eera muy prolija y muy limpia en sus relatos, muy minuciosa, a partir de eso yo dije: ‘Ella tiene que escribirme los guiones’, y le pedí en algún momento que hiciera para mí una adaptación del cuento ‘El gallo de oro’ de Juan Rulfo que lo había creado veintitantos años antes. Ya habían realizado una adaptación Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Paz me dijo: ‘Yo no acepto hacer esto’. Fue una batalla de convencimiento y finalmente lo logré, gracias a las súplicas y las amenazas. Me dijo: ‘Te enseño cómo se escribe un guion, es muy fácil, es forma y minuciosidad en el relato’. El primer guion que efectuamos fue ‘El imperio de la fortuna’, y como ella era muy prolija, creó un guion de trescientas setenta páginas o algo así, cuando los guiones son normalmente de noventa páginas. Lo peinamos, le quitamos lo que era confuso”.

Enfatiza:

“A partir de entonces dije que he tenido la fortuna de tener magnificos escritores hacindo mis guiones, pero los de Paz como que estaban más cerca. Entonces ya no busqué escritores, dije ‘si no está descompuesto, no lo arregles’. Después intenté convencerla de que se viniera a vivir conmigo, y fue bastante más complicado, pero finalmente muy grato”.

Con Paz Alicia Gardciadiego, su guionista. Foto: Archivo Proceso 

–No es fácil conformar un binomio con obras que ya forman parte de la historia del cine, no solamente mexicano, sino latinoamericano ¿no cree?

–Sígale... latinoamericano y francés, en fin. Son películas que han sido muy afortunadas. Algunas tuvieron sentido. Por otro lado la convivencia es complicada porque compartimos, Paz y yo, la angustia, y eso es terrible. No soy un señor que llega a su casa y la mujer le dice: “¿Qué tal,? ¿cómo te fue hoy en el trabajo?”. Y yo debía responderle: “Me fue muy mal”, y ella me comentaría: “No te preocupes, mira...”, y te acaricia y te apapacha. Pues no,  llego y le digo: “¡Se nos cayó la película!”, y entonces debo terminar siendo el apapachador y el tranquilizante en todo eso. La convivencia funciona, como funcionan todas las convivencias de relación, pero en este caso es compartir la angustia, lo que es terriblemente difícil.

Su obra ha sido premiada en los festivales de Cine de Venecia, San Sebastián, Lainoamericano de La Habana y Sundance en Estados Unidos, entre otros más.

Pionero en lo digital

Así es la vida (presentada en la selección oficial del Festival de Cannes) fue grabada en cine digital con DVCAM DSR-500 y DSR-100 de Sony. Se convirtió en la primera cinta en México y en Latinoamérica en utilizar estas cámaras.

–Usted es pionero de la la cámara digital, ¿cómo ha transformado la tecnología su forma de dirigir? Ahora se habla mucho del peligro de la inteligencia artificial, ¿qué opina?

–Estoy más preocupado por la estupidez natural que por la inteligencia artificial. Creo que la inteligencia artificial será un instrumento del que nos valdremos igual que el teléfono o la computadora. A mí me gustan mucho los gadgets (celulares inteligentes, tabletas, GPS, auriculares, micrófonos, entecetera). Yo hice la primera película en América Latina procesada en formato digital. Ahora todas son eso.

–¿Qué le preocupa con la tecnología?

–Me gusta la tecnología. Me preocupa cierta estandarización del pensamiento y cierta abolición de la reflexión gracias a la pantallita. La tecnología es un instrumento y en este momento ha dejado de serlo, se ha vuelto la forma de vida, y lo que se necesita es volver a que sea un instrumento a mi servicio, y no yo al suyo. Quiero que la tecnología sea mi compañera, mi esclava, y no yo el esclavo de ella.

–Hace rato hablaba de esa suerte que ha tenido, ¿pero qué me dice de los obstáculos que ha enfrentado?, Como no lograr estrenar una película La mujer del puerto (1991), que se quedó muchos años así hasta el 2023.

–Los obstáculos son el otro lado de la buena suerte. Es prácticamente normal la imposibilidad de llevar a cabo un proyecto, entonces han sido miles de obstáculos, pero hay que tener la enjundia de poder superarlos. Ha sido un trabajo invariable de insistencia, de contundencia, para poder llegar a buen término. Ninguna película ha sido fácil, ni las que me han ofrecido.

–¿Es difícil en México ser cineasta?

–¡Es dificilísimo en México ser cineasta!, y probablemente es dificilísimo en cualquier lugar del mundo, hay que enfrentar toda clase de torbellinos, humillaciones y disputas. Hay que ser muy contumaz, eso necesariamente es un instrumento que ayuda.

–¿Se ha puesto a analizar los 34 largometrajes que ha dirigido?

–Cuando me he puesto a verlos, la respuesta normalmente es agria, así que trato de no hacerlo. Uno es el peor crítico de sí mismo...

–¿No es usted muy severo consigo mismo?

–La contumacia va de un lado y del otro.

–¿Y ahora qué historias desea filmar?

–Por lo pronto estoy en un impasse. Tengo ochenta años. Es tiempo de sentarse y pensar en otra cosa. Nunca me he retirado, ni me retiraré. El cine lo retira a uno, no uno al cine. Es muy fácil decir ya no vuelvo a hacer películas, como el húngaro Béla Tarr, quien lo ha cumplido. Lo que pasa es que ya no vuelve a haber oportunidades.

“Profundo carmesí”. Remasterizada. Foto: Archivo Proceso

–Usted es considerado un destacado cineasta, ¿eso qué le hace sentir?

–¡Dudas!

–¿Qué le gustaría filmar ahora?

–Recalco que estoy en un impasse. En este momento no estoy con el ánimo de empezar una más... Mis gigantes, Fellini, Kurozawa y Lang, su última película generalmente fue horrorosa. Yo hice El diablo entre las piernas, que es una película digna, que a mí me satisface. La puedo dejar ahí.

–Se verá en el GIFF la película Profundo carmesí, que usted trabajó para remasterizarla. ¿Le gustaría restaurar otra de sus películas?

–Si, a eso estoy dedicándome ahora. Tenerlas tecnicamente al día. Esos trabajos son complejos, pero muy interesantes. Estoy remasterizando, o como se llame, algunas de mis cosas. Es lento, difícil, porque el financiamiento también es complicado. Uno quisiera restaurar tres o cuatro o cinco películas, pero ojalá y se pueda una.

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