Cine

La dura historia que fascinó a Ripstein

El director Arturo Ripstein se encuentra sorprendido porque su más reciente película "El diablo entre las piernas", cuyo guion fue escrito por su esposa Paz Alicia Garciadiego, se puede ver físicamente en 50 ciudades de México.
sábado, 22 de mayo de 2021 · 22:17

Mientras para él en cine el color es realidad, la verdad se expresa en blanco y negro porque es la realidad propia. Por eso cuando Arturo Ripstein leyó esta historia de odios y complicidades en la vejez escrita por Paz Garciadiego, supo que debía filmarse así. “Mis viejos, por lo menos los que a mí me conciernen, son unos cabrones”, dice en entrevista en relación al estreno, al fin, de El diablo entre las piernas en todo el país. Al evaluar el confinamiento, sin embargo, el cineasta se conduele por los jóvenes, para quienes ha sido “un golpe atroz”.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Reconocido como “uno de los mejores cineastas del mundo” por la Federación Internacional de Críticos de Cine (Fipresci) en 2019, el director Arturo Ripstein se encuentra sorprendido porque su más reciente película El diablo entre las piernas (España y México, 2019), cuyo guion fue escrito por su esposa Paz Alicia Garciadiego, se puede ver físicamente en 50 ciudades de México.

El realizador de El castillo de la pureza, El lugar sin límites, La viuda negra, El imperio de la fortuna, Principio y fin, Profundo carmesí, El coronel no tiene quien le escriba, Así es la vida…, La perdición de los hombres y La calle de la amargura, entre otros filmes, enuncia por teléfono que “es grato” que el largometraje salga con “un montonal” de copias.

La cinta, de 147 minutos, se proyectó por primera vez en septiembre de 2019 en el Festival Internacional de Cine de Toronto, y después, en el mismo año, tuvo una gala en el Festival Internacional de Cine de Morelia. Su estreno estaba programado para el 20 de marzo de 2020, lo cual no pudo ser debido al covid-19. Por fin, su corrida comercial en México inició el 5 de este mayo en 46 metrópolis, y en la segunda semana alcanza ya 50 ciudades con más de 100 copias, bajo la distribución de Alfhaville Cinema.

Las ciudades son: Acapulco, Aguascalientes, Cancún, Ciudad de México y Área Metropolitana, Chihuahua, Ciudad Juárez, Ciudad Victoria, Coatzacoalcos, Colima, Cuautla, Cuernavaca, Culiacán, Durango, Ensenada, Guadalajara, Guanajuato, Hermosillo, La Paz, León, Mazatlán, Mérida, Metepec, Mexicali, Monclova, Monterrey, Morelia, Nogales, Nuevo Laredo, Oaxaca, Orizaba, Pachuca, Playa del Carmen, Puebla, Puerto Vallarta, Querétaro, Saltillo, San Cristóbal de las Casas, San Luis Potosí, San Miguel de Allende, Tampico, Tapachula, Tepic, Tijuana, Toluca, Torreón, Tuxtla Gutiérrez, Veracruz, Villahermosa, Xalapa y Zacatecas.

Ripstein (Ciudad de México, 1944) reflexiona:

“Quizás algunos cuántos irán a ver la película. Los vacunados o los más cuidadosos. Espero que se metan a los cines. La plaga se va a acabar, como se han terminado todas las de la historia de la humanidad. Concluirá tarde que temprano, pero esperemos que más temprano que tarde. Y la vida volverá a cierta normalidad. Ya nunca va a ser lo mismo después de un año desaparecido. Los viejos pasamos ese tiempo más o menos tranquilos, pero para los jóvenes sí fue un golpe feroz. Para los niños de 12, 14, 16 años es un año menos en su vida. A nuestra edad ya no se sale tanto. Nuestra vida ya no es hiperactiva.

“Se regresará a una nueva normalidad probablemente y después será como siempre. No soy ni profeta ni virólogo ni subsecretario, nada de eso. Yo especulo, no tengo la menor idea, pero ellos tampoco.”

Un guion espinoso

La historia se centra en una pareja de la tercera edad. Aburrido, el viejo (Alejandro Suárez, Ciudad de México, 1941) deambula por la casa, que es muy grande, celando a su mujer Beatriz (Sylvia Pasquel, Ciudad de México, 1949). Los pleitos los desgastan y el equilibrio se rompe. Ella, a fuerza de sentirse celada, se siente deseada y sobre todo deseable. Quiere comprobarlo, y una noche sale de la casa con un solo propósito: sexo. Su regreso a la casa desata la hecatombe. Dinorah (Greta Cervantes, Ciudad de México,1993), la joven empleada doméstica, no puede permitir tal osadía y toma partido.

En marzo de 2020, ante el anunciado estreno de El diablo entre las piernas –producido por Antonio Chavarrías, Marco Polo Constandse, Mónica Lozano y Miguel Necoechea–, Ripstein concedió una entrevista a este semanario, junto con Garciadiego (Ciudad de México, 1949), y las actrices Sylvia Pasquel y Patricia Reyes Spíndola (Oaxaca, 1953), parte del elenco. El texto se tituló Garciadiego-Ripstein y el tema de la pasión senil (Proceso, 2262). En esa charla el cineasta resaltó:

“Paz estaba convencida de que su texto no se rodaría nunca y aseguraba que era un título horrible, y le dije que era maravilloso. Cuando leí la historia quedé sorprendido, era formidable. Y la incité a rodarla”.

Ahora dice:

“Es un guion espinoso y rudo, eso me pareció absolutamente fascinante para rodarlo. El guion no era para filmarse. Paz debía entregarlo al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Tenía ese compromiso y se sentó a escribir. Nuestro método normal de trabajo era siempre discutir lo que íbamos a realizar, y una vez que llegábamos a un acuerdo y una idea, se volvía inevitable, se trabajaba. En este caso se encerró en su cuarto con la disciplina habitual que posee, es escritora. Entonces pensé: ‘Ha de estar escribiendo un cuento’. Yo no sabía muy bien. Un día me dijo: ‘Mira, escribí este guion para entregarlo al Fonca. Lo checas por favor, para ver si no hay repeticiones o torpezas, etcétera’.”

Le pareció fascinante para dirigirlo:

“Es un tema que indiscutiblemente no se toca habitualmente, y como era un guion que no estaba escrito para filmarse, Paz se tomó todas las libertades posibles, libertades que uno no se toma normalmente cuando es un guion que sabe uno que es para llevarlo a la pantalla.”

Su conversación es reposada:

“Entonces dije: ‘Bueno, no sé si voy a encontrar un productor, no sé si voy a encontrar el financiamiento, no sé si los actores van a querer hacer esto’, porque en el guion regularmente uno suaviza o dulcifica. Por ejemplo, cuando describes a un personaje, nunca se pone: ‘Es una mujer idiota’, sino: ‘Es una mujer inteligente, pero taimada’. Uno suaviza para que se acepte. Aquí no había ninguna suavidad. Y no hubo graves problemas para encontrar el financiamiento.”

–El largometraje muestra los odios en una pareja de la tercera edad.

–Es una historia de complicidades, odios que se transforman en inevitables y eternos y celos extraños porque son retrospectivos, están en la cabeza, y esos son feroces y destructores sin duda. Es una historia de un par de personajes que son uno solo y sobre cómo una relación tóxica puede ser una relación eterna.

–Pero poseen deseos sexuales, sueños, carácter fuerte…

–Son dos viejos que en el ocaso de sus vidas siguen tan vivos como en su juventud. Me interesaba mucho apuntar que los viejos no necesariamente son dulces y encantadores. Otras películas hablan sobre viejitos, y esa diferencia romántica del español nos da claves muy precisas al respecto, donde suelen ser dulces, gratos y encantadores. Los viejos somos más bien brutales y ojetes. Mis viejos, por lo menos los que a mí me conciernen, son unos cabrones.

“El diablo entre las piernas no es una película como todas las mías. Ni política ni antropológica ni sociológicamente válida. Es una ficción con una argamasa concreta: La humanidad de estos viejos, la cual transformo en un relato que me va llevando a espacios muy poco explorados. Son cosas de las que más vale no hablar o molestan u ofenden…”

–¿Su objetivo es molestar con una historia?

–No es mí pretensión al hacer una película y decir: “Bueno, ¡ahora sí voy a ofender a todo el mundo!”. No, no, para nada. Eso le corresponde a otros y en otro segmento, pero de que los hay, los hay por supuesto. Ahora hay muchos más que lo que quieren es complacer, lo cual sí me parece muy lamentable, como la misma pretensión de ofender. No quiero ni una ni otra.

Los peores tabús

Durante la entrevista del año pasado, Garciadiego, medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico 2014, mencionó que “el único interés en la vida de esta pareja, ya no sólo en común, son los celos y los celos sexuales”, y que le importaba mucho abordar la sexualidad en la tercera edad:

“Es un tema que no se menciona, es como si fuera el peor de los tabús, porque los cuerpos viejos dan asco, dan repugnancia. Está bien, bonitos no son, pero la gente grande sigue teniendo sexualidad, sigue ejerciéndola.”

Además comentó sobre los diálogos:

“El lenguaje es la humillación. Es el arma que posee él para sobajarla, pero curiosamente el arma de él se convierte en un instrumento de ella. Beatriz va tomando nota de lo que le dice él, y ella cambia las groserías. La mujer construye su historia literaria. Al escribir eso, me divertía y me gustaba.”

Ripstein, quien posee dos Conchas de Oro del Festival de San Sebastián, seis Ariel y un premio especial en el 72 Festival de Cine de Venecia, manifiesta hoy sobre el lenguaje que su esposa creó en ese guion:

“Hay una cosa muy linda, todos los insultos están siendo recogidos en cuadernos. Es decir, Beatriz de alguna manera transforma en poesía lo que son palabras brutales. Las  palabras son palabras. Se pueden transformar en belleza con simplemente ir corrigiendo algunos de los vacíos. Ella a final de cuentas es la autora de su destino.”

–¿El lenguaje no intimidó a los actores?

–Paz escribe siempre pensando en qué actores podrían ser los que interpretarán a los personajes que inventa. Eran Sylvia Pasquel, Alejandro Suárez y Greta Cervantes, quienes por fortuna aceptaron. Fácil no fue. Yo no soy un director facilito. Era una situación compleja porque a final de cuentas no están acostumbrados a esto. Sylvia Pasquel, quien cuenta con una larga carrera en televisión y muchas películas, nunca había hecho una cosa así en su vida, y Alejandro Suárez tampoco. Además aceptaron Daniel Giménez Cacho y Patricia Reyes Spíndola, actores con quienes me gusta mucho trabajar. Lo mismo con Erando González, en fin.

“El pequeño reparto que teníamos es absolutamente el mejor que pude conseguir. Igual el equipo técnico. La fotografía de Alejandro Cantú es espléndida. La escenografía es muy buena. Uno se siente así como vacunado contra el covid-19, muy seguro y muy tranquilo.”

Respecto a la casa donde se desarrolla la trama, amplía:

“Siempre que se escribe un guion no hay una locación concreta. Las películas tratan del punto de vista, eso es lo que en esencia sería una de las fortalezas del  cine, el punto de vista. La casa es un lugar donde se han hecho películas y comerciales. No la conocíamos, pero cuando fuimos a verla encontramos que era justamente lo que estábamos buscando, con una serie de modificaciones, por supuesto, que organizó el escenógrafo, y logramos una especie de laberinto en donde vive el Minotauro y entra no Teseo sino Ariadna.”

No es la primera de sus películas en blanco y negro. Glosa, evocando:

“Soy hijo de un productor de cine (Alfredo Ripstein). Mi papá me llevaba desde muy chiquito a los estudios. Entraba con él a ver las películas o todas las noches veía cómo revisaba lo que se había filmado el día anterior. Todo prácticamente era en blanco y negro cuando empecé a asistir a los estudios, hace muchísimos años, hace 75 años. Es larga mi cercanía con el cine.

“Aprendí a entender a México gracias al cine en blanco y negro.  Aprendí a querer a México y a imaginarme a México a partir del cine en blanco y negro. Después vi al México que amaba en colores y sentía que le restaba su gloria. Entonces he hecho muchas películas en blanco y negro, y siempre quise hacer películas en blanco y negro; salvo dos o tres, que eran pensadas muy específicamente en color, cuatro quizá. Pero todas siempre he querido realizarlas en blanco y negro, y no me dejaban.”

–¿Por qué?

–Por producción, no poseía los elementos comerciales necesarios y todos me decían que no, y hacía toda clase de berrinches para poder hacerlo, pero finalmente ganaba el que mandaba. El blanco y negro para mí es la verdad. Es más verdad que la verdad. Es un elemento que le quita lo circunstancial al cine.

“El cine en colores se parece a la realidad y yo lo que quiero es que mi realidad sea única, que tenga su propio sentido y sus propios límites, y sus márgenes y sus leyes. Evitar el color en este caso es darle otro tipo de grandeza, otra profundidad y otro sentir.”

Termina:

“No en vano todos los grandes fotógrafos de fotos fijas siguen haciendo todo su trabajo en blanco y negro. Piense en los que quiera y su obra importante es en blanco y negro, como la mexicana Graciela Iturbide o el brasileño Sebastiao Salgado…”

La Cineteca FICG de la Universidad de Guadalajara ofrecerá una retrospectiva de la obra de Ripstein del 15 al 20 de mayo en la sala Cineforo con El lugar sin límites, El imperio de la fortuna, Profundo carmesí, El evangelio de las maravillas, Carnaval de Sodoma y La calle de la amargura. Y el 21 inicia la proyección de El diablo entre las piernas.

Reportaje publicado el 16 de mayo en la edición 2324 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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