Cultura
90 de nacer, 30 de partir, carta a Nancy Cárdenas
Sobrina de la inolvidable actriz y dramaturga, la promotora cultural Lilia Cárdenas, presidenta de la Casa de Coahuila en la Ciudad de México, combina en esta misiva que acaba de escribir y entregar a Proceso la trayectoria profesional de Nancy y su relación personal.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Querida Nancy: Este año de celebración de tu nacimiento, 90 años, y de tu fallecimiento, 30 años, escribo unas reflexiones de lo que compartimos juntas: como familia, como feministas, promotoras y productoras culturales y personas de izquierda.
Como ciudadana mexicana empoderaste a las mujeres y encabezaste movimientos sociales; como feminista abriste espacios para la integración, y como activista en favor de los derechos de aquellos que defienden la diversidad sexual y su derecho a elegir.
Quiero rendirte un homenaje por tu trayectoria. Sólo quiero precisar que tú eras una mujer con múltiples talentos: locutora, traductora, dramaturga, actriz, cineasta, poeta, feminista, valiente y arriesgada luchadora por la defensa de los derechos políticos, humanos y la diversidad sexual, así como una excelente hija, hermana, tía y amiga.
Nancy, naciste en Parras de la Fuente, Coahuila, un 29 de mayo de 1934. A nuestro hermoso pueblo lo describías como “una pequeña ciudad de más de 400 años, con un millón de árboles, 20 mil personas y sólo un camino de acceso”; a pesar de tu trascendencia internacional, nunca olvidaste tu oasis del desierto, puerta del cielo, como le decimos orgullosamente los parreños.
De ese sitio heredamos la dimensión que te da el desierto y la riqueza de su vegetación, sus huertas, viñas, su agua de manantiales y sus estanques, que disfrutabas como buena nadadora que eras, y la capacidad de su pueblo para contar historias.
Tus padres, mis abuelos, se llamaban Matías Cárdenas Ortiz y Esperanza Martínez Rodríguez, ambos originarios de Nuevo León. Una hermosa pareja, cuyo éxito, decía mi abuela, era que don Matías era un monje y ella una bailarina, Tuvieron 8 hijos: Imelda, Matías, Gloria, Lilia, Esperanza, Horacio, Héctor y Nancy, y entre todos somos 47 sobrinos nietos. Nancy, aunque no tuviste hijos biológicos, tienes miles de hijos intelectuales.
Estudiaste la primaria en la escuela Miguel Hidalgo, sólo para niñas; la secundaria en la federal Francisco I Madero, que era mixta, donde estudiaron tus hermanos mayores y donde conservaste amigos toda la vida, como mi tío Lalo Quintero y Roberto Orozco Melo.
En 1949, con 15 años, fuiste princesa de la IV Feria de la uva de Parras, de la que tu hermana Gloria había sido reina años anteriores. La vida en Parras era sencilla, sólo se tenía un periódico local que salía los fines de semana y se llamaba El Popular, de don Gabriel Robledo, y ahí fuiste colaboradora desde jovencita y durante años, escribías pequeños artículos y poesías.
Después de la secundaria sólo había tres alternativas: estudiar comercio, ir a la normal del estado para profesora o casarte. Mi padre me contó que le pediste apoyo para estudiar fuera de Parras, y como mi familia se había trasladado a Celaya, Guanajuato, la forma de ayudarte fue llevarte a vivir con nosotros, pero también se llevó a mis abuelos, así que cerraron la casa de Parras. Iniciaste un recorrido en busca de la luz intelectual y subiste un escalón más para tu libertad.
Con 16 años aproximadamente llegaste a Celaya, con una familia ampliada, cinco sobrinos, una cuñada, un hermano y mis abuelos. Nancy, siempre reconociste el gran apoyo de mi padre, que luego lo volcaste en mi carrera cultural; yo soy una de tus hijas intelectuales.
Mi mamá, Marina Treviño Pámanes y tú hicieron una gran complicidad, sólo se llevaban 8 años de diferencia; cada noche, mientras cenabas con ella, le contabas lo que hacías en la escuela, en tu programa de radio, amadrinada por una actriz llamada Violeta, que te introdujo con los intelectuales locales, con quienes hacías hasta sesiones espiritistas. A mi madre le enseñaste a hacer la ouija, en una mesa de peltre dibujados con grafito, el abecedario en círculo y una copa de cristal, que se movía rápidamente contestando preguntas. Después y durante años mi madre nos entretenía con sus espíritus, entre ellos el de Apollinaire.
Todo esto me hace recordar a nuestro Francisco I. Madero, espiritista; la verdad es que me gustaría que existieran los espíritus, así podríamos tener esas pláticas profundas; la pena es que como buena agnóstica le pongo una respetuosa interrogante.
Un compañero tuyo de la prepa, Samuel Trigueros Ramos, que es médico y vive en Canadá, me contó que eras muy apreciada y respetada, no sólo en la prepa sino en Celaya; decía: “Nancy era muy atrayente, con un aire de intelectualidad, no soportaba ninguna broma ni piropo, en la radio local cautivaba con su hermosa voz. Además, la mayoría del grupo estaba enamorado de ella o impresionado de su cultura, de su magnetismo, del liderazgo y dominio de sí misma”. Su hija se llama Eva Nancy, en tu honor, es una mujer extraordinaria que preside el partido de izquierda en Vancouver, Canadá.
Nancy, querías ser médica, me contaste que cuando tuviste delante de ti un cadáver casi te desmayas; es así que cambiaste la medicina por filosofía y las letras en la UNAM.
Carlos Monsiváis cuenta que te conoció en los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, gracias a Luis Prieto, y desde que te vio le encantaste; eras todo lo contrario, tú protagonista y el tímido, pero entre ustedes nació una gran amistad, incluso pertenecieron a la célula Engels del Partido Comunista, no eran militantes, y tras la invasión soviética a Hungría en 1956 tu socialismo se vino abajo.
Participaste con entusiasmo en las actividades estudiantiles; en 1959 leíste el discurso a Adolfo López Mateos en la UNAM. Recuerdo que me contaste que los presidentes Echeverría y López Portillo te invitaron a sus giras por nuestro estado como coahuilense destacada.
En la universidad lograste convencer a diez compañeros de Filosofía y Letras para que se cambiaran de carrera y se fueran a arte dramático, entre ellos a Juan José Gurrola y José Luis Ibáñez, quien comentó que la única que se tituló fuiste tú. En 1965 hiciste tu tesis de maestría en la UNAM con el ensayo Aproximaciones al teatro de vanguardia.
Trabajaste en la radio y como actriz en algunas obras. Uno de los programas interesantes fue el de Poesía en voz alta, que se realizó entre 1956 y 1963, donde se teatralizó la poesía, con Octavio Paz y Juan José Arreola como directores literarios; Héctor Mendoza y José Luis Ibáñez como directores de escena; Juan Soriano y Leonora Carrington como diseñadores de escenografía y vestuario; Tara Parra, Carlos Fernández, Rosenda Monteros y tú misma como jóvenes talentos en la actuación; tú participaste en el primer y quinto programa en la Casa del Lago y en la radio.
Te moviste con becas, así te fuiste a Polonia, donde no soportaste el clima y la pobreza; gracias a Sergio Pitol, que trabajaba en la embajada, te dabas algunos lujos capitalistas; también realizaste un curso de dirección teatral en la Universidad de Yale. Cuando te pregunté cómo te sentías con el nivel académico en esa universidad, dijiste: “Sentí que tenía una excelente preparatoria”. Tu sarcasmo me encantaba.
Como activista participaste en varios movimientos importantes: contra la guerra de Vietnam, contra el aumento del transporte público, contra el monopolio del teatro, apoyaste el mayo y el 2 de octubre del 68, estuviste en la Plaza de las Tres Culturas y sobreviviste; en la Conferencia Mundial de las Mujeres de 1975, apoyaste a los obreros de Cinsa Cifunsa en un mitin y regalando una función en su favor. Políticamente fuiste coherente.
Tu poesía me subyugó. Muchos de tus poemas los dedicaste a personajes especiales como Judith Leal y José Carlos Becerra. Y entre otros, uno, sobre el 68, se me quedó muy grabado: fue que publicaste en Vuelo Acordado y que releo con frecuencia:
Hablar de Tlatelolco
Para mí,
hablar de Tlatelolco es fácil:
No vi la sangre
ni las culatas buscando
los débiles huesos de los niños
ni las oscuras manos
arrancar del pulso de los heridos
aquellos relojes de 200 pesos.
No vi nada.
Vi unos cuantos rostros de soldados,
muy pálidos,
muy morenos y muy pálidos,
casi grises.
Vi luces de colores en el cielo
como en los días de fiesta
y, por última vez, aunque no lo sabía,
la cara sonriente de algunos amigos.
Un día dejaste de actuar, decidiste traducir, adaptar y dirigir teatro, lo mejor de las carteleras se trajo a México, gracias a ti y a tu socio productor Jorge Estévez; tus grandes éxitos estaban al nivel de los mejores montajes mundiales.
Recuerdo haber visto, entre otras: Y la maestra bebe un poco, Los chicos de la banda de Mart Crowley, Aquelarre, Cuarteto, Misterio Bufo de Eco, La Casa de Muñecas de Ibsen, El día que pisamos la luna, El pozo de la soledad de Radclyffe Kall y Sida... así es la vida.
Trabajaste con las mejores actrices y actores de México: Ofelia Guilmáin, Carmen Montejo, la Sheridan, Pilar Pellicer, Patricia Reyes Espíndola, Angélica Aragón. Carmen Salinas, coahuilense, siempre comentaba que el papel de fichera que tuvo tanto éxito fue gracias a que la enseñaste a actuar de teporocha; Octavio Galindo, Pepe Alonso, Sergio Jiménez, Otto Sirgo, Sergio Kleiner, entre otros.
Una de tus ocupaciones principales fue el cine, eras miembro de Pecime, con quienes organizabas ciclos, hacías crítica cinematográfica para algunos medios y participabas en las bienales de Acapulco y la premiación anual.
Me presentaste a los de Pecime y juntos hicimos el cine-club para la Universidad Autónoma de Coahuila; yo venía cada mes por las películas y siempre llegaba a tu hogar; vivías en la calle de Felipe Villanueva, en el edificio contiguo al de Juan Rulfo, con quien tenías excelente relación, y más tarde llevarías Pedro Páramo al teatro, una de las mejores puestas en escena.
La última obra de teatro que dirigiste fue la de Emma Teresa Armendáriz, Quisiera arrancarme el corazón; yo era la productora, fue todo un reto porque Emma era actriz de método y el actor principal no, pero a ti eso no te preocupaba, al final fue un éxito. Recuerdo que cuando te di tu cheque de honorarios me dijiste “es la primera vez que recibo tanto dinero por dirigir”, pues normalmente invertías en las producciones, desafortunadamente fue cerca de tu final.
En esta Ciudad de México, a la que llamabas la maravillosa ciudad del caos y el cemento, enfrentaste y ganaste numerosas batallas.
México ha avanzado gracias a hombres y mujeres que, con su talento y compromiso, han luchado para cambiarlo, tú fuiste la pionera. Queremos que sepas que sigues viva entre nosotros a través de tus ideas, pensamientos y logros; sabemos que regresaste a la naturaleza. Tu familia y tus amigos recordamos el día en que, a pedido tuyo, tus cenizas se fundieron con árboles, flores y mariposas que integran el paisaje de tu añorado Parras, y que conservo una cajita de porcelana con unas cuantas. Queremos que sepas que siempre estarás con nosotros, tú eras y sigues siendo nuestro ejemplo hacia el progreso y la dignidad de género humano.
Querida Nancy, mujer de izquierda, luchaste por un México más progresista, incluyente y culto; fuiste pionera de la Poesía en voz alta, de los cine-clubes, de las pláticas sobre el sida, del movimiento feminista, del teatro de vanguardia, formadora de talentosos jóvenes que nunca olvidamos tus enseñanzas.
Nancy, tu relación con las feministas fue muy importante, personajes como Alaide Foppa, fundadora de Fem y luchadoras como Mary Claire Acosta; decías que “la conciencia feminista nunca llega como un regalo, es más bien una iluminación paulatina que se va apoderando de una persona sin que esta pueda hacer nada por impedirlo”. Evoco el viaje que hicimos a Acapulco para conocer a la esposa del primer ministro griego Papandreu, que era feminista, gracias a un avión privado que nos consiguió Manuel Camacho Solís; todas las acompañantes eran feministas, con tu inglés perfecto fuiste la intérprete.
Nancy, tú eres la Parras Atenea, “valiente, inteligente, talentosa, con humor”, como te describía tu compañero y cómplice de aventuras, Carlos Monsiváis.
Todavía recuerdo cuando en el Hospital de Nutrición, un 1 de enero de 1994, me dijiste: “Tengo dos noticias que darte, una buena y otra mala. Cuál quieres primero”. Con un presentimiento, te dije “La mala”, y entonces me contestaste: “El cáncer regresó y me voy a morir”. Con lágrimas en los ojos te pregunté: “¿Y la buena?”. Sonriendo me dijiste: “Hoy los zapatistas se levantaron en armas y México tiene que cambiar”. Para despedirte me regalaste los dos Chuchos Reyes que tenías en tu sala.
Aún tuviste la fuerza de terminar tu segundo libro de poesía, Cuadernos de amor y desamor. Me tocó organizar en El Granero su lectura en la voz de grandes actrices; todavía guardo la placa que develamos.
Estarías feliz de ver que una de tus luchas ha tenido eco en esta sociedad, donde unos son conformistas y derrotados, pero muchos son luchadores incansables por su dignidad y derecho. A esta estirpe pertenecías querida Nancy; gracias a ti, la matriarca del orgullo gay, la fundadora del Frente de liberación homosexual por los derechos de los homosexuales, lesbianas y transexuales se han normalizado en la Ciudad de México. Espero, como dijo José Luis Ibáñez, que Nancy Cárdenas siga resonando para todos como suena en mis oídos: “con ventanas y puertas de alegría”.
Terminaré con una poesía tuya, cuyo título es:
QUE NO ES
antinatural, antisocial, antibiológico
aceptan ya los que más saben
de cuerpos y conductas
Disfrutar de este amor sin culpa
es vivir en el siglo XXI:
mujeres siempre en movimiento que se atreven
a jugar a todo sin salirse de ellas mismas.
Tu sobrina e hija intelectual:
Lilia Esperanza Cárdenas Treviño