Julio Cortázar
A 40 años del entierro de Julio Cortázar en Montparnasse
Hace 40 años el mundo de la literatura universal se cimbró, el 14 de febrero de 1984 el autor de Rayuela fue enterrado en Francia. Cerca de 300 personas le dieron el adiós al Cronopio mayor, el escritor que murió víctima de leucemia.CIUDAD DE MÉXICO (apro).-“Había que organizar una manifestación contra la muerte”, sugirió un hombre cerca del mediodía del 14 de febrero de 1984 en el Cementerio de Montparnasse; era uno de las casi 300 personas que acudió al funeral del escritor Julio Cortázar, había fallecido dos días antes víctima de leucemia.
Los restos del autor de Bestiario, Historias de cronopios y de famas y de Rayuela reposarían junto a Carol Dunlop, su último amor, quien murió el 2 de noviembre de 1982. Los amantes literarios, admiradores y amigos del argentino en Francia, aguardaban desde las 9 de la mañana, cuando el coche fúnebre apareció el silencio se apoderó de la entrada del panteón.
"Los empleados de la funeraria introdujeron el catafalco en la tumba. Y uno por uno, los acompañantes del novelista desfilaron por delante. Muchas personas portaban una rosa u otra flor en la mano y se la ofrecieron al pasar. Algunos lloraban, otros se detenían unos segundos y miraban profundamente la caja del cadáver", relatarían las crónicas de la época.
De aquel momento, se registró el instante eterno en una fotografía que capta como una mujer arroja flores a la tumba.
Años antes de su muerte, el argentino escribiría el cuento Conducta en los velorios y adelantaría su impresión sobre el acto de morir:
"Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa".
Proceso dio cuenta de la pérdida del argentino en la edición 381, ahí ofreció un poema no publicado hasta entonces y titulado Enter el recitante.
Un río que en sí mismo desemboca,
la noche circular.
Un terciopelo de palabras
Para decir ese danza curvado
voces
pestañas
muslos
las amigas
la noche
sus juegos su concilio
el tabaco el coñac
Esto aquí, el exorcismo.
Esto, la tierna traición.
* * * * *
La noche circular,
un río que en sí mismo desemboca.
Aquí los juegos,
simulacro y liturgia,
todo riendo y no riendo.
Topología: aquí
Croniología: ahora
Tipología: esta manera
de mirarlas.
Sus juegos sus muñecas sus anillos
sus besos sus poliédricos cristales
sus dientes sus espaldas sus olores
su intimidad y sus letales voces
Buenos Aires París
Barcelona La Habana
Por su parte, en aquella edición el agente literario Guillermo Schavelzon aseguraría que a Julio Cortázar le dolían dos cosas: el amor y América Latina. El amor le jugó una mala pasada: hace un año y medio perdió a Carol, una compañera que amaba, con la que había podido compartir pasiones sin confundir espacios. Una compañera que dos años antes, en el midi francés, le salvó la vida ante una agudísima hemorragia digestiva. Ambos eran escritores, y sin embargo el único proyecto literario que emprendieron en común, no pudieron terminarlo: Los autonautas en la cosmopista, libro que planearon y escribieron juntos, y tuvo que ser terminado sólo por Julio. Los autonautas... es sobre todo una historia de amor, del amor entre ellos y del amor por los demás. Ese viaje significó una ruptura con el tiempo, un ponerse fuera de la realidad al lado de la realidad misma. Un momento de fantasía que les sirvió para crear uno de los mejores libros-libres de la bibliografía cortaziana.
Gabriel García Márquez, su amigo eterno y uno de los miembros clave del Boom latinoamericano, escribiría sobre el argentino los puntos suspensivos a su literatura ante la muerte:
"Me resisto a participar en los lamentos y elegías por Julio Cortázar. Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberle conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa, pero tan bella e indestructible como su recuerdo".