Cultura
Silvia Molina: “Leñero siempre buscaba contar una cosa desde distintos puntos de vista”
A una década de la partida de Vicente Leñero, La narradora Silvia Molina exalta aquí el plano experimental del escritor, periodista y guionista. “Su formación de periodista lo llevaba a la búsqueda constante de la verdad y la justicia”.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Silvia Molina conoció al periodista, narrador, dramaturgo y guionista de cine Vicente Leñero cuando ella empezaba a escribir:
“Siempre estuvo dispuesto a ayudar a todos. Era muy espléndido. Apoyó a muchas generaciones de escritores y dramaturgos...”.
Acreedora al Premio Xavier Villaurrutia en 1977 por su novela La mañana debe seguir gris –donde aborda el accidente fatal que quitó la vida al poeta tabasqueño José Carlos Becerra–, Molina (D F, 1946) platica con Proceso que el autor de Los periodistas fue “un escritor muy prolífico y abarcó casi todos los géneros, y lo interesante de su escritura es que era sencilla de leer y, sin embargo, atrás había un trabajo bastante profundo porque era un experimentador”.
La autora campechana explica:
Leñero siempre buscaba contar una cosa desde distintos puntos de vista. En algunas de sus obras era realista, en otras no, pero tenía también muy buen oído. Recordemos que reproducía el habla de ciertos estratos de la sociedad mexicana, ¡pero perfecto! Lo vemos claramente en Los albañiles. No andaba por las ramas. Era muy concreto, sobre todo en los diálogos, y tomó muchos temas de fibra delicada, tanto en su literatura narrativa como en el periodismo.
Además, platica:
“Su manera de ser se refleja en su escritura. Claro que todos los escritores reflejan en su estilo su carácter, pero eso es muy notorio en su obra. Se acercaba con gran humildad a todo, no andaba buscando laureles, y era un hombre muy, muy generoso”.
En la Revista de la Universidad de México, fechada en febrero de 2015, Molina escribe que a mediados de los ochenta, cuando Marco Antonio Campos era director de Literatura de Difusión Cultural de la UNAM y Saúl Juárez estaba a la cabeza del Instituto de Cultura de Michoacán, organizaban los primeros encuentros internacionales de narrativa, donde llegaron Onelio Jorge Cardoso, Rubén Bareiro Saguier, Lizandro Chávez y Nélida Piñón:
“Muchos de nosotros nos allegamos a Vicente Leñero: alto, delgado, de patillotas blancas, narigón, las manos y las pestañas largas y los dientes chuequitos, con la mirada aguda, pero sobre todo y ante todo como un igual, como si no hubiera escrito Los albañiles, la difícil Estudio Q, A fuerza de palabras, El garabato, Redil de ovejas, Los periodistas, El evangelio de Lucas Gavilán, o La mudanza, Alicia tal vez, La visita del ángel...
“Porque era un escritor, guionista de televisión –Las momias de Guanajuato– y de cine. Desde entonces para Jorge Fons y Arturo Ripstein –Magnicidio, Los albañiles, Cadena perpetua y El callejón de los milagros–, dramaturgo y periodista, que no se pavoneaba entre los jóvenes a pesar de su larga carrera”.
Además se lee en el texto:
“Vicente era un hombre con la actitud del que sigue haciéndose cada día, a fuerza de escribir como si comenzara cada vez desde cero. Se apiadaba de nosotros por lo que nos faltaba por recorrer y aprender, y porque había vivido en carne propia la desesperación que sufríamos: las múltiples chambas que nos impedían dedicarnos de tiempo completo a la literatura; pero ni él lo hacía en ese momento: le daba a Proceso muchas horas”.
Molina manifiesta a este medio que notaba al final de los días de Leñero, “una ternura en el rostro, lo cual he visto realmente en pocos escritores, y poseía una sonrisa bonita”.
Continúa:
“Leñero no perteneció a ningún grupo. Me acuerdo que platicaba: ‘Yo me veo con los ingenieros, nada más. Me veo con los escritores, nada más. Y me veo con mis compañeros de no sé qué, nada más. No mezclaba. Para mi generación sí fue muy importante. Lo conocimos bien en 1983 en Cuautla, en un encuentro, y a partir de ahí todos andábamos sueltos, fuimos una generación que no tenía una cabeza, que no publicaba en ninguna revista, y a partir de ahí nos adoptó. Tuvo una gran sensibilidad y sencillez porque él ya era Vicente Leñero y nosotros comenzábamos a darnos las patadas de ahogados”.
En la Revista Universidad de México hay otras líneas de ella:
“Lo escuchábamos dialogar con Hernán Lara Zavala sobre literatura americana, con David Martín del Campo y la inolvidable Hada Madrina, como bautizamos a María Elvira Bermúdez, sobre literatura policiaca y novela negra, y nos recalcaba que había que buscar la forma y la estructura, ‘deveras, palabra’. Su formación de periodista lo llevaba a la búsqueda constante de la verdad y la justicia”.
Y redondea:
Hay que recordar realmente todo lo que nos dio como escritor. Siempre buscaba reproducir la realidad, pero había detrás mucho trabajo. Era un gran investigador para todos sus temas.