Ajedrez

“No hacer daño”

La idea de “no hacer daño” es más bien la de “no interferir” significativamente en el desarrollo del ajedrecista. Los mindsets pueden ser una interesante herramienta, pero la misma puede darse a interpretaciones equivocadas, la clave es: Construyamos un “mindset” que no haga daño.
domingo, 28 de enero de 2024 · 20:17

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Si uno ve el mundo del ajedrez, notará que muchos padres de familia llevan a sus hijos a los diversos torneos que se organizan. Muchos de esos torneos se dan en categorías sub-8, sub-10, sub-12, etcétera, y así los chicos pueden competir en condiciones más parejas de acuerdo con sus respectivas edades. Sin embargo, la edad en realidad es un parámetro para los niños “normales”, pero no para aquellos que son verdaderos prodigios del juego ciencia.

Pensemos en Bobby Fischer, quien clasificó al Torneo de Candidatos con tan sólo 14 años y que unos 13 años después jugaría (y ganaría) el Campeonato Mundial (1972) contra Boris Spassky, en el denominado “Match del siglo”. Claramente Bobby era un prodigio para el juego ciencia, e incluso creo recordar que Brady, el autor de “Profile of a Prodigy”, indica en su obra que en el club de ajedrez donde jugaba Fischer (antes de llegar a ser el gran jugador que fue), alguien sugirió que lo llevaran a un psicólogo porque para muchos de los ajedrecistas, era un tipo raro, por decir lo menos. Sin embargo, nunca se produjo ninguna cita con ningún galeno pues alguien comentó que quizás eso podría cambiar el rumbo de su carrera y tal vez, incluso, hacerlo desistir de seguir jugando al ajedrez. Tal vez lo mejor sería dejarlo ser y que siguiera su camino. Ya la vida se encargaría de lo que fuese a ocurrir.

Y esto viene a cuento porque en mi plan para trabajar este año en ajedrez, y hablando esto con el MF Silvio Pla, que es todo un portento de estudio en diversas ramas del desarrollo neurológico, me dijo que había que hacerse, además del trabajo ya platicado, un “mindset”, es decir, una serie de pensamientos, de ideas y planes que formaran un marco de trabajo idóneo para mejorar. Pondré un ejemplo: Digamos que me propongo subir mi Elo en cada partida jugada. Eso se ve como meta en muchos jugadores ambiciosos, porque es claro que a mayor Elo, más chances de jugar en torneos más fuertes y con una oposición mucho más selecta. Pero en mi caso quizá sea mejor plan el intentar que cada partida sea -hasta donde se pueda- memorable, interesante. Por ejemplo, tal vez deba olvidarme de las propuestas de tablas y de seguir jugando, aunque mi contrario me lleve mucho Elo de ventaja. Eso parece un pensamiento para el “mindset” mucho más razonable para la idea del trabajo que ya estoy haciendo este año.

Hay un libro llamado “Chess Improvement – It’s all in the Mindset”, de Barry Hymer y Peter Wells, los cuales basan todo su trabajo precisamente en el “mindset” adecuado que los ajedrecistas deberían tener. Y esto parte de la idea de Carol Dweck (“Mindset, la actitud del éxito”, editorial Sirio), la cual introdujo a la psicología hace ya años la idea de los “midsets”. En este libro “Chess Improvement” el prólogo lo escribe Henrick Carlsen, el padre del mejor jugador del planeta, Magnus Carlsen, y dice algo que me parece fascinante: “Para mí, personalmente, el libro (de Hymer y Wells) es un tesoro de ideas útiles y anécdotas. Hay puntos que pueden ayudarme a mejorar como jugador de ajedrez, y hubiera sido un vehículo muy útil de metacognición mejorada si hubiera estado disponible durante 20 o más años, cuando mis hijos eran pequeños. Por otra parte, no todas las ideas habrían sido una revelación para

Magnus y su enfoque intuitivo del ajedrez y aprendiendo que mi esposa y yo de alguna manera logramos no dañar o alterar significativamente (el desarrollo de Magnus). Si bien el marco general es muy útil para la mayoría de los entrenadores y padres, para los valores atípicos representados por la élite mundial del ajedrez generalmente hay cualidades individuales extremadamente fuertes que resultaron ser decisivas, incluso si más o menos fue desapercibido en ese momento –y el papel principal de los entrenadores y participantes–. En mi opinión, esto es brindar una cuidadosa facilitación y “no hacer daño”.

Aquí la idea de “no hacer daño” es más bien la de “no interferir” significativamente en el desarrollo del ajedrecista. Pero esto es un tema muy subjetivo. Pondré un ejemplo personal: cuando mi padre me vio interesado en el ajedrez, fue el mejor promotor. De pronto llegaba del trabajo con un nuevo libro, apoyaba siempre mi participación en torneos y le interesaba ver mis partidas. Por su trabajo y porque tenía otros cinco hijos, quizás por ello no pudo “interferir” mucho más en mi educación ajedrecística. Vamos, me dejó ser, ir a mi paso y jamás me presionó. ¿Hizo bien? Pienso que sí. Curiosamente tenemos otro caso, el del papá Polgar, que hizo que sus tres hijas llegasen a ser grandes maestras del juego, probando su teoría de que la excelencia es cuestión de preparación metódica desde muy pequeño. ¿Interfirió en el desarrollo de sus hijas? Probablemente sí. ¿Hizo bien? En mi opinión sí, aunque desde luego, esto está a debate.

Cabe aclarar –regresando a los mindsets– que la idea de los mismos está lejos de ser la panacea y desde luego es caldo de cultivo de un sinfín de libros de autoayuda, que en donde más se ayuda es a los autores de esos libros. Los mindsets pueden ser una interesante herramienta, pero la misma puede darse a interpretaciones equivocadas. Regresando a Bobby Fischer: en su mindset, Bobby soñaba con ser campeón del mundo. Era una de sus metas, de sus pensamientos recurrentes y, entonces, más de uno lo habría tachado de ingenuo o loco. Y sin embargo el tiempo le dio la razón a Fischer.

Y la clave aquí es: Construyamos un “mindset” que no haga daño, que permita lograr las metas trazadas. ¿Podrá lograrse?

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