Cultura

Museo Memoria y Tolerancia: una visita a la casa de Ana Frank

Este es un recorrido por la vida de la célebre adolescente judía que sufrió con su familia el terror nazi. Lo preparó el Museo Memoria y Tolerancia, y guiado por el director académico del recinto, Adán García, el visitante tendrá “un reencuentro” consigo mismo.
domingo, 3 de septiembre de 2023 · 06:20

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Situada entre tres canales de una céntrica zona de Ámsterdam, Holanda, la otrora casa-refugio de familiares y amigos de Ana Frank muestra las condiciones en las cuales vivieron escondidos de 1942 a 1944, hasta que fueron descubiertos por los nazis el 4 de agosto del 44, hace 79 años.

Es un pequeño departamento que por primera vez se reproduce en el Museo Memoria y Tolerancia (MMT) de la Ciudad de México, para complementar la exposición “Ana Frank, notas de esperanza” abierta al público hasta el próximo diciembre. Y para la cual se abrió el micrositio http://anafrank.expostemporalesmyt.org/.

Cuenta con apenas lo necesario para la sobrevivencia en tiempos de la persecución: cocina-comedor, con objetos (no originales pues éstos permanecen en Holanda, pero sí de la época); baño con sus enseres; y una recámara con un escritorio, sobre el cual se posa una libreta casi idéntica a la primera que regalaron a Ana en su cumpleaños 13, con portada de cuadros rojo y blanco, la cual utilizó para iniciar su diario.

El icónico rostro de la niña judía, llamada en realidad Annelies Marie Frank (nacida el 12 de junio de 1929 en Frankfurt del Meno, Alemania, y fallecida en febrero de 1945), recibe a los visitantes en un panel en el cual se han plasmado diversas imágenes tomadas por su padre Otto Heinrich Frank, quien además de empresario y comerciante fue aficionado a la fotografía.

Réplica del cuarto de Ana. Foto: Sony Enríquez

En frente, suspendidas en el aire, decenas de hojas de papel, arrugadas o hechas bola, metáfora de las páginas que escribió Ana en el famoso diario, editado por primera en 1947 como “Het Achterhuis” (La casa de atrás), por la editorial Contac Publishers, y traducido a más de 70 idiomas, ya con su título actual: “El diario de Ana Frank”.

A través de distintas salas, no extenuantes, se observan alrededor de 150 objetos, fotografías, audiovisuales, entre ellos un video de Adolfo Hitler dando un discurso; se ven asimismo los contingentes de detenidos siendo llevados en tren o caminando hacia los campos de exterminio. Hay instalaciones, una de ellas una torre de maletas como las que solían llevar consigo los prisioneros con objetos y ropa, que jamás volverían a servirles. 

En las paredes se leen fragmentos tomados del libro, que --se hace constar-- pasó de ser el reducto donde la adolescente narraba sus privaciones y dolor, a uno de los más leídos a nivel global, como afirma también Adán García, director académico del MMT, en entrevista con Proceso, mientras un texto del museo destaca:

Las maletas de los prisioneros. Foto: Sony Enríquez

“El diario nos habla de los momentos de tensión, de la complicada convivencia en el escondite, de la mirada de la niña hacia el mundo de los adultos, de su frustración y también de sus sentimientos de amor hacia Peter Van Pels. Como un testimonio narrado en momento presente, el diario es la evidencia más clara de lo que vivieron decenas de miles de familias escondidas durante el Holocausto, pero también una ventana que nos abre el corazón de una niña sensible que no pierde la esperanza en la bondad humana.”

García explica que el MMT se concibió precisamente para recordar a los visitantes, “a través de los peores ejemplos, cómo se ha comportado el ser humano con el propio ser humano y lo que no debe repetirse”. Al mismo tiempo busca mostrar que hay otros caminos: la convivencia armónica entre las diferencias. No se trata de conceder, aguantar o soportar, “la tolerancia es una cuestión activa para reconocer las diferencias que nos ayuden a buscar un camino para convivir”.

El Holocausto, añade, es uno de los temas relevantes del recinto ubicado en Avenida Juárez 8, frente a la Alameda Central, que fue un momento en la historia universal donde se persiguió no sólo a la población judía, también a la eslava, la negra, y a quienes tenían preferencias sexuales distintas, particularmente los homosexuales:  

La adolescente Ana. Foto: Sony Enríquez

“Hubo un intento de destruir sistemáticamente a esas poblaciones, al punto de negarles la existencia al futuro. Ese intento se consolida a través del Holocausto que tiene grandes oponentes, con resistencia y heroísmo, y de búsqueda de paz, de la construcción de un mundo mejor”.

García considera que en medio de situaciones de conflicto, persecución, asesinatos y genocidio, la población infantil y adolescente resulta la más vulnerada, porque muchas veces no tienen voz ni se les reconoce como personas susceptibles de derecho. Por ello, su propósito es visibilizarlos a través de la figura de Ana Frank:

“Le damos una voz más fuerte, amplificándola a una mujer menor de edad, que en el contexto de la persecución y el asesinato sistemáticamente organizado, nos presenta su historia desde una posición de esperanza… infantil, pero caracterizado, con un gran carácter, un tesón y una fuerte postura frente a lo todo lo difícil que el Holocausto fue”.

Personaje universal

La propuesta del MMT no sólo se basa en la casa de Ámsterdam (https://www.annefrank.org/es), también en los acervos del Centro Ana Frank en Argentina (https://centroanafrank.com.ar/), y el recinto mexicano hizo sus propias aportaciones para esta exposición.

Ana Frank es un personaje conocido universalmente, por lo cual se le pregunta a García si los visitantes se reencontrarán con ella o habrá un reconocimiento:

“Esperamos que las personas se encuentren con ellas mismas”.

Al final de la exhibición, luego de un espacio donde se presentan en vitrinas diversas ediciones del diario, recibe al público una sala cuyas paredes están cubiertas de espejos que se reflejan unos a otros. A decir de García, la mayor parte de los visitantes miran hacia esa etapa de la adolescencia y la infancia, “donde estamos tiernitos y no hemos sido golpeados por las dificultados del mundo”.

Metáfora del Diario. Foto: Sony Enríquez

Agrega que se encontrará la perspectiva de una persona que está en su infancia, y desde su visión y sus sentimientos va presentando su mundo, sus sentimientos y tribulaciones. Y lo que debería suceder, enfatiza García, es que los visitantes se sientan interpelados y puedan indignarse y hablar en contra de la indiferencia, pensar “que tenemos la capacidad de elegir nuestra actitud y nuestras acciones”, frente a hechos como éste.

Porque no es sólo la historia de Ana y su familia: para García, es también la historia del pueblo judío en Europa, que se remonta “a más de 800 años”, y que el régimen nazi pretendió borrar, no obstante que la familia Frank, cuyos orígenes están en Frankfurt, “ya estaba integrada, incluso Ana Frank, a pesar de reconocerse judía, era también una persona mucho más integrada y secular de lo que pudieron haber sido sus papás”.

A través del video “El desenlace, Westerbork” proyectado en pantalla grande en una de las salas finales, se cuenta más de la vida de las familias que habitaron “La casa de atrás”, los Frank, formada por la madre Edith, el padre Otto y la hermana mayor Margot; el matrimonio de Hermann y Auguste van Pels y su hijo Peter, quien fue novio de Ana; y Fritz Pfeffer.

Las páginas inolvidables. Foto: Sony Enríquez

Se ve ahí la reconstrucción del momento en el cual Otto Heinrich (1889-1980), único sobreviviente de la familia, recibe los cuadernillos con el diario de Ana. Inicialmente los guarda, ni siquiera se atreve a leerlos, luego se decide a hacerlo. Una voz en off, personificándolo, dice que descubre cuán importante fue para la adolescente su amistad con Peter, con quien pasaba largas horas.

En uno de los fragmentos del libro, plasmados en la pared, se puede percibir que aunque Ana adoraba a su padre y significaba todo para ella, consideraba que sentía preferencia por Margot.

Luego de leer los manuscritos de su hija, Otto decide compartirlos con algunos amigos, quienes le animan a publicarlos. Entonces toma la decisión de cumplir el sueño de ella de ser periodista y escritora. 

Así, pese a corrientes como el negacionismo o la intención de atribuir el diario a su padre y no a Ana, su voz “que es la de una adolescente que tuvo que vivir cautiva”, no se acalló, y García enfatiza que ella nunca perdió la esperanza, “es una lástima que no haya logrado sobrevivir, pero su testimonio sí, y ayuda a trabajar por la memoria y los derechos humanos”.

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