Cultura
El dictamen sobre la muerte de Neruda
¿Por qué el informe que permitiría saber si el poeta fue asesinado hace 50 años se ha retrasado siete meses? De ahí parte la reflexión del escritor, quien recoge algunos comentarios de Bernardo Reyes –sobrino del poeta– y Elizabeth Flores, abogados de la familia.
Ciudad de México (Proceso).-- A mediados de febrero de este año se dio a conocer en Santiago de Chile un informe pericial de medicina forense que de inmediato se difundió por el mundo entero: los restos óseos del poeta Pablo Neruda presentaban rastros de una bacteria que no llegó al cuerpo del poeta de manera accidental, valga decirlo así, ni antes ni después de su muerte, sino que le fue inoculada con malevolencia. Es decir, no la adquirió por ingerir un alimento descompuesto ni porque el veneno estuviese presente en la tierra en la que fue sepultado. (Notas de Francisco Marín y Rafael Vargas en el número 2416 de Proceso, del 19 de febrero pasado).
La bacteria “Clostridium botulinum”, que sintetiza una toxina llamada Alaska-e43 (como la que los peritos hallaron en una muela de Neruda), es tan potente que un gramo bastaría para causar la muerte a un millón de personas. Un individuo muere con una dosis de 70 microgramos.
En febrero se dijo que a principios de marzo se tendría el informe pericial definitivo y entonces podría afirmarse si Neruda fue o no envenenado. Sin embargo, han transcurrido casi siete meses y aún no se produce ese dictamen ni hay indicio alguno de que vaya a ser emitido en fecha cercana.
Sorprende que ni la prensa chilena ni los medios informativos internacionales reflejen siquiera un poco de curiosidad por conocer la conclusión de un proceso que suma ya más de doce años de haber sido iniciado y cuyo desenlace tendrá, sin duda, una gran trascendencia política, empezando por Chile, desde luego, donde todavía una considerable parte de la población sostiene que Pinochet fue un buen gobernante, pese a que en realidad fue obvio desde el primer minuto del golpe militar que ese milico y sus secuaces eran una banda de traidores sin honor ni decencia.
No obstante, poco a poco afloran más y más pruebas de que no eran sino ladrones y asesinos, y el resultado del proceso al que nos referimos brindará una nueva evidencia de ello.
Pero, ¿por qué no se han pronunciado todavía las autoridades? ¿Qué las entretiene?
El caso se encuentra en manos de la magistrada Paola Plaza González, quien parecería estar buscándole tres pies al gato pues se ha permitido ordenar investigaciones externas que ya no son necesarias y sólo retardan el veredicto que ella debe emitir. Más de medio año después de la entrega del minucioso peritaje realizado en laboratorios forenses de España, Estados Unidos, Dinamarca y Noruega, en los que gracias a la muy refinada tecnología con que cuentan se han examinando los restos de Neruda --incluido su ADN-- las cosas no han avanzado.
“No han avanzado, no porque nosotros seamos lentos --dice Elizabeth Flores, abogada de la familia de Neruda--, sino por la actuación del tribunal, que se ha negado a entregar todos los informes de los peritos o a pagar a un traductor experto para verter al español informes redactados en inglés”.
Aunque el Ministerio del Interior tendría la obligación de cubrir los costos de las diligencias que se realicen, sólo han cubierto gastos mínimos. Por esa misma razón ha habido reuniones que ha sido necesario realizar de manera virtual. En general se ha trabajado con mucha dificultad, señala la doctora Flores.
“En 2017, con Mario Carroza (el juez que ordenó la exhumación de los restos de Neruda en 2011), todo funcionó a la perfección y con respeto a la ciencia” --dice Bernardo Reyes, sobrino de Pablo Neruda y colega de Elizabeth Flores con la cual comparte un despacho jurídico--. Ahora no ha habido respeto en absoluto.
“Las universidades chilenas a las que se consultó ya le han dicho que en Chile no hay la tecnología para dictaminar nada”.
Se antoja difícil abrigar sospechas respecto de la actuación de la ministra Plaza puesto que ha sido parte de investigaciones que han permitido condenar a muchos militares y miembros de la policía secreta de la dictadura pinochetista, pero al mismo tiempo es imposible olvidar que ella fue una de los tres magistrados de la Corte Suprema de Justicia de Chile que desvirtuaron la tesis del envenenamiento de Eduardo Frei Montalva, fundador y líder de la Democracia Cristiana que gobernó ese país de 1964 a 1970, año en que entregó la presidencia a Salvador Allende.
En busca de una alternativa democrática a la dictadura militar que parecía proclive a perpetuarse, Frei Montalva se convirtió en opositor de Pinochet. Eso le costó la vida. Murió en enero de 1982, en la Clínica Santa María, como Neruda. Siempre se dijo que había sido envenenado.
Pero volvamos a Pablo Neruda.
“Lo que sería terrible --dice Elizabeth Flores-- es que la jueza dictara un sobreseimiento temporal. Ello significa que el tribunal, pese a todo lo que se tiene en el expediente --el informe científico dice que existe una cantidad excesiva de veneno en el cuerpo de Neruda--, decide que no puede concluir”.
Estamos a unos cuantos días de que se cumpla el quincuagésimo aniversario de la muerte de Pablo Neruda (23 de septiembre). A medio siglo de distancia, después de todo lo que nos ha enseñado la historia chilena reciente, es más que difícil aceptar que el inmenso poeta haya muerto de un cáncer de próstata que ni había sido desatendido ni se encontraba muy desarrollado. Es obvio que los militares deben haber tenido a Neruda en la mira aun antes del estallido del cuartelazo.
Elizabeth Flores dice que cuando ocurrió el golpe de 1973 el jefe militar de la zona donde habitaba Neruda era Manuel Contreras, quien se convertiría en el sanguinario titular de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). El dato permite suponer que incluso antes de que ocurriera el golpe estaba calculado matar al poeta, aun cuando no lo podían hacer abiertamente dada su enorme fama internacional.
Sería espléndido que precisamente en estos días la muerte de Neruda se esclarezca ante los ojos de la ley y su asesinato deje de ser sospecha para convertirse en verdad probada. El hecho de que la justicia prevalezca, así parezca que llega tarde, tiene un significado histórico profundo y reparador.
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* Exagregado cultural de México en Chile.