Cultura

Muralismo en las normales rurales: la gran hazaña

Irrumpen juntos, hace cien años, el muralismo y la creación de las escuelas rurales, y para documentar el hecho Luis Hernández Navarro lanza el volumen “La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales”. Esta es la entrevista con el autor.
sábado, 5 de agosto de 2023 · 07:00

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Con motivo del simultáneo centenario del nacimiento del muralismo mexicano y de la fundación de la primera Escuela Normal Rural en Tacámbaro, Michoacán, el escritor y periodista Luis Hernández Navarro publica su libro “La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales”.

En él hace un recuento de los murales que tanto reconocidos como espontáneos artistas han plasmado en sus sedes. Igual sobre la filosofía y el espíritu que anima la formación de miles de jóvenes en sus aulas; las luchas de profesores y estudiantes; el golpeteo de gobiernos y poderes fácticos; y temas más cruentos como la tortura, desaparición y hasta asesinato que han padecido, como el del profesor Misael Núñez Acosta.

Recién galardonado con el Premio Nacional Carlos Montemayor, Hernández Navarro dice vía zoom a Proceso que el libro “nace de una indignación muy grande, compartida por miles de mexicanos, alrededor de la tragedia de la noche de Iguala del 26 de septiembre de 2014, cuando desaparecen los 43 muchachos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa”.

Le parece reprobable que el hecho, al cual califica de ser “claramente un crimen de Estado”, hubiese sido --“vergüenza sobre vergüenza”-- motivo para continuar con la campaña de estigmatización y satanización que ha perseguido a las normales rurales desde su origen.

Hernández Navarro. De la mano, arte y educación. Foto: Cortesía del FCE

Recuerda que desde antes de la noche trágica, Claudio X. González Guajardo, de la organización “Mexicanos Primero”, había exacerbado la campaña de desprestigio, pero llegó a la “dimensión de ignominia” con Ayotzinapa:

“Se dicen toda clase de mentiras, falsedades, insultos. Yo tenía la fortuna de conocer varias de las escuelas, he ido escribiendo puntualmente de ellas en relación con el movimiento magisterial. Y me dije: ‘No puede ser, hay que tratar de contrastar ese relato: los grandes delincuentes con su realidad’. Esa es la primera motivación como tal, enfrentar las calumnias por parte de un sector del ‘establishment’ en contra de las normales rurales”.

Guerra al fanatismo

La primera normal rural fue fundada el 22 de mayo de 1922 por Isidro Castillo, apenas un año después de crearse la Secretaría de Educación Pública (SEP), cuenta Hernández Navarro en el volumen. Se eligió Tacámbaro por ser una zona muy conservadora, “víctima del fanatismo religioso”, al cual se buscaba oponer la educación laica y la presencia del Estado en terrenos que la Iglesia católica consideraba exclusivos de su acción.

Añade el periodista, coordinador de la sección Opinión en La Jornada, y especialista en temas magisteriales, que ese mismo año el titular y fundador de la SEP, José Vasconcelos, entregó los muros del Antiguo Colegio de San Ildefonso a los entonces jóvenes pintores para que “elaboraran una visión de la historia de México y de la Educación. Luego saltaría Diego Rivera a la Secretaría de Educación Pública para pintar la imagen de la maestra rural. Es un periodo de expansión, de modo que muralismo, educación pública y normales, han ido de la mano”.

Otro ejemplo, citado por el autor de “La primavera magisterial” y “Chiapas: la guerra y la paz”, entre otros libros, es la obra de la primera muralista mujer “Atentado a las maestras rurales” (1934), de Aurora Reyes, en el Centro Escolar Revolución, ubicado en Balderas en la Ciudad de México, que habla de la represión a los maestros.

Se le pregunta sobre la propia Escuela Normal de Maestros, construida por Mario Pani en la Ciudad de México, donde José Clemente Orozco pintó el mural “Alegoría Nacional”, y el escultor Luis Ortiz Monasterio realizó el frontispicio. Recuerda entonces que con el arquitecto y muralista Juan O’Gorman hubo toda una visión del funcionalismo en las escuelas de la SEP, vendría después el Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), “y podemos irnos hasta tiempos de Narciso Bassols”.

Nuevo horizonte

En el caso de las normales rurales, la conjunción con el arte se da desde Tacámbaro, cuando campesinos, indígenas y maestros apoyan a Isidro Castillo para su construcción con muros de adobe y techos de palma. Detalla que las escuelas son internados, “ahí comen los muchachos tres veces al día, lo que muchas veces no pueden hacer en sus casas”. Y resulta que ahí el comedor era tan pequeño que los jóvenes pintaron, en una de sus paredes, un paisaje como si fuera una ventana para asomarse a ver lo que hay afuera.

“¡Eso son las escuelas normales rurales! Son una metáfora, son ventanas que se abren donde hay muros, pero donde estos jóvenes que vienen de familias de muy escasos recursos encuentran un paisaje, un horizonte distinto”.

En la introducción del libro, de 343 páginas, editado por el Fondo de Cultura Económica en su Colección Popular, Hernández Navarro (Ciudad de México, 1955) afirma sin asomo de duda:

“Con su luces y sombras, la Escuela Rural Mexicana es una de las grandes hazañas pedagógicas del magisterio de nuestro país. A lo largo de muchos años fue una experiencia reconocida internacionalmente; un instrumento para transformar y hacer justicia al campo y a los campesinos. Se volvió una verdadera herramienta de movilidad social. Fue una poderosa arma para volver pública una actividad sobre la que la Iglesia católica tenía una enorme influencia. El vehículo para hacer realidad las palabras del artículo 3º constitucional. Un apoyo fundamental para ejecutar la reforma agraria”.

La memoria de Ayotzinapa. Foto: Archivo Proceso

Sería, asimismo, instrumento para que los pueblos recuperaran y reelaboraran su cultura e identidad --escribe--. Pero, añade en la entrevista, desde 1992 con la firma del Acuerdo para la Modernización de la Educación Básica, siendo presidente Carlos Salinas de Gortari y secretario de Educación Pública Ernesto Zedillo, viene una transformación:

“Los lineamientos o recomendaciones, entre comillas, son órdenes dictadas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Buscan meter, cada vez más, al campo de la pedagogía mecanismos de mercado y una filosofía empresarial. Introducen conceptos ajenos, como calidad --que es claramente empresarial, ligado a los controles para la producción--, y Enrique Peña Nieto lo lleva incluso a la Constitución”.

En la actualidad “tenemos la misma gata, nada más que revolcada”, agrega, le quitaron la palabra calidad y pusieron excelencia, pero es lo mismo. Y en lugar de anteponer valores como la cooperación, ayuda mutua, solidaridad, priorizaron competencias, “preparar a la gente para el mercado, no necesariamente para la vida en el sentido estricto e íntegro”.

Si bien --responde a pregunta de Proceso-- en un sistema neoliberal globalizado no hay margen para grandes transformaciones sociales, sí podría haberlas en el campo educativo. En el libro desglosa:

“Las normales rurales son una herencia de la Escuela Rural Mexicana y del cardenismo. De las 36 instalaciones que llegó a haber en el país, hoy sólo sobreviven 16. Muchas de ellas fueron cerradas a raíz del movimiento estudiantil de 1968. Otra más, como El Mexe, dejaron de ser normales rurales hace pocos años” (esta escuela fue reabierta por Andrés Manuel López Obrador el 18 de diciembre de 2018).

 En México, continúa el escritor, hay alrededor de 6 millones de analfabetos, y el 40% de la gente mayor de 16 años no ha terminado la educación básica, “es una enorme brecha”. El 40% de las escuelas primarias son multigrado, es decir, en más de cien mil escuelas un solo maestro debe atender, en el mismo salón de clases, a niños de diferentes grados y con una infraestructura sumamente precaria, con techos de lámina o palma, pisos de tierra y sin servicios, donde “los niños llegan siendo bodoquitos de hambre, habría de poner delante esas necesidades”.

La normal de El Mexe. Foto: Archivo Proceso

Se pregunta ¿qué maestros serían capaces de impulsar un proyecto así? Y responde con una cita del general Lázaro Cárdenas, a quien le dijeron una vez en la mixteca: “Tata, queremos maestros que coman tortilla con chile y beban atole como nosotros”. Agrega:

“De dónde salen esos maestros? ¡De las normales rurales! Hace falta esto, desde luego!”

Reivindicación

No basta la buena voluntad de los maestros rurales, se debe invertir en su formación, reforzar los internados, que “forman carácter, disciplinan, ayudan a que gente procedente de diferentes lugares se encuentre, conviva, desarrolle el don de la tolerancia… Y los internados están desatendidos, suponen que con una beca es suficiente, no, no en este tipo de escuelas, hace falta”.

Se le plantea si además debiera dejarse el estigma, pues tras la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, se habló incluso de vínculos con el crimen organizado, pero históricamente se les acusa de ser parte de movimientos de rebelión y sociales, de ser comunistas, como si adquirir conciencia social fuera demoniaco:

“Así es la primera normal, la de Tacámbaro, fue acusada de ser una escuela del diablo por el obispo cristero Lara y Torres, y amenazó a los papás de los muchachos que fueran a estudiar ahí con excomulgarlos. Luego pasaron a ser ‘nidos de comunistas’, ‘grupos subversivos’, ‘bandas de guerrilleros’. Ahora se les quiere acusar de ser lugares donde se distribuyen drogas, donde hay corrupción. Los muchachos no manejan el presupuesto escolar. Su organización, la FECSM (Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México) se renueva cada año, las últimas dirigentes han sido mujeres jóvenes”.

Hernández Delgadillo. Hacerle justicia. Foto: Archivo Proceso

Por fortuna –considera--, ahora hay artistas y pintores jóvenes dispuestos a reivindicar a las normales rurales, como lo hicieron en su momento Leopoldo Méndez, Aurora Reyes, Pablo O’Higgins, Diego Rivera con su mural de la SEP, “artistas que estaban construyendo el imaginario nacional y ponían en el centro a los maestros, ¡vaya, hasta Cantinflas fue capaz de hacer una película donde el maestro era el héroe!

“Y lo que tenemos hoy en día son panfletos como ‘De panzazo’, auspiciado por Mexicanos Primero, de empresarios y Claudio X. González, que han construido esta campaña de estigmatización, donde los ponen como el prototipo de hampones: violentos, secuestradores. Sería muy interesante que desde muchos flancos hubiera una campaña de reivindicación”.

Hay muchos grandes personajes en esta historia. Menciona por ejemplo al pintor José Hernández Delgadillo, quien con otros artistas participaron en un “boom de los murales en estas escuelas, hasta convertirlas en los museos vivos que son hoy en día.

“Yendo a las escuelas, me aparecía una y otra vez el maestro Hernández Delgadillo, su historia es apasionante, ¡qué poca justicia le hemos hecho a este gigante!”

Relata que en algún momento sus obras fueran muy cotizadas en galerías como Misrachi y otras en la Zona Rosa. Participaba con sus compañeros en tomas de tierra y otras acciones, y cuando se quedaba sin dinero venía a la Ciudad de México a vender un cuadro, “así regresaba con financiamiento”.

Él pintó centenares de murales, y algunos están muy maltratados –lamenta--, por ejemplo en Pachuca, cuando restaurarlos sería cuestión de nada. En algún momento, siendo el titular de la SEP, Porfirio Muñoz Ledo le ofreció pintar muros en Palacio Nacional:

“Era un pintor muy reconocido que optó por la lucha popular, es un gigante de las artes, uno de nuestros grandes muralistas”

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