Cineteca Nacional
La nueva Cineteca
Llega ésta, bautizada como la nueva Cineteca Nacional de las Artes (Churubusco y Miramontes, también en Coyoacán), explosión de reflectores, proyecto ambicioso, cuyo título promete cumplir el ideal de lo que debería ser una cineteca del cine como arte.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Las cinetecas explotan de diferentes maneras: De la vieja Cineteca, la que se incendió en 1982, lo que yo vi --pues estaba ahí con boleto en mano para la siguiente función de un ciclo de Andrei Wajda (“La Tierra de la Gran Promesa”)--, fue una gran explosión, gente aterrada que escapaba, empleados gritando que había gente atrapada; en fin, lo que haya sido (descuido, política, terrorismo), nunca se aclaró el número real de víctimas de la catástrofe.
Y nunca quedaron claras las pérdidas irreparables de copias y originales fílmicos, archivos y documentos.
Por años, la Cineteca Nacional, la de Xoco, cumplió una función provisional, paliativo para cinéfilos ansiosos en espera de recuperar un espacio accesible y seguro para el cine, de arte, autor, independiente, extravagante, contestario, o incluso panfletario, pero de a deveras, que no supiese a “blockbuster” o al mal Hollywood. Vino la remodelación de la Cineteca, porque la provisional, apretada, desangelada, explotaba de cupo; la que quedó, un tanto incómoda pero funcional, parecía definitiva, esto sin perder la sensación de lo provisional, de injerto sobre lo que ya estaba.
Llega ésta, bautizada como la nueva Cineteca Nacional de las Artes (Churubusco y Miramontes, también en Coyoacán), explosión de reflectores, proyecto ambicioso, cuyo título promete cumplir el ideal de lo que debería ser una cineteca del cine como arte, grande o pequeño, elitista o popular, expresión cultural insoslayable del siglo XX y del que va en curso.
Se presenta, además, como extensión de la de Xoco, ya se verá si funciona y se impone como foco cultural auténtico, centro de encuentro y experiencia del cinematógrafo, y terminará por absorber a la anterior, y sería, sin lugar a dudas, la Cineteca de la Gran Promesa. Eso, sí, quienes vivan al norte de la ciudad, con escasos centros culturales equivalentes, se tendrán que aguantar, utilizar transporte público o privado, tráfico, tiempo, lluvias e inundaciones; a lo mejor algún día les cumplen la gran promesa y hacen algo por allá.
Por lo pronto hay que celebrar el acontecimiento que, además, declara su vocación por el cine mexicano, y se inaugura, precisamente, con el cumpleaños de María Rojo, actriz mexicana cuya trayectoria de 75 años (empezó siendo una niñita) es indisociable de la del cine nacional, de la gráfica de crestas altas y bajas, de un cine a veces en peligro de extinción (ya víctima del oficialismo --Echeverría, López Portillo, plus Margarita, RTC-- o de la falta de apoyo; mapa del cine de autores auténticos, directores dispuestos a vender su sangre (“El mariachi”, de Robert Rodríguez –1992--), de tomar riesgos sin precedentes como Carlos Reygadas (“Japón”, 2002).
La carrera de María es corazón de este cine mexicano, su trabajo es ya inseparable de directores, del panteón de los ilustres en sus mejores épocas, como Jaime Humberto Hermosillo, Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Marisa Sistach, María Novaro, por mencionar algunos, que batallaban con la censura, política y moralista, abrevados en autores como José Agustín y José Revueltas, y por supuesto Gabriel García Márquez. Talentos como Carlos Cuarón, Guillermo Del Toro, Alejandro G. Iñarritu, mexicanos que lograron hacerse asociarse a Hollywood, qué bueno por aportar buen cine allá… los premios del Festival de Cannes lo garantizan, pero la carrera de María Rojo se ha hecho sin la venia de Hollywood.
No en vano organizó aquel histórico encuentro “Los que no somos Hollywood” (1998), justo en el Centro Nacional de las Artes que hoy abre paso a la nueva cineteca.
Bien armada en ésta la curaduría del ciclo de películas con María Rojo, y de otros directores asociados a su carrera (“Rojo amanecer”, “María de mi corazón”, “Naufragio”, “Bajo la metralla”, “Danzón”, “La tarea” y “El atentado”). No me queda aún claro, pero supongo que la sala permanecerá dedicada al cine mexicano, y quedará bautizada con el nombre de ella, sala María Rojo. También supongo que la biografía, original y lúdica, que escribió Susana Cato, “María Rojo, De película”, presentada en el homenaje a la actriz al obtener el Mayahuel de Plata en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (2015), estará ahí a la venta, ¿o no?