Cine mexicano

María Rojo: De la niña actriz al homenaje nacional

Este martes 15, Día del Cine Mexicano, se inaugura la Cineteca Nacional de las Artes con una retrospectiva de la actriz, cuyos homenajes se remontan a su infancia, según se cuenta en el libro “María Rojo. De película” (Universidad de Guadalajara, 2010).
martes, 15 de agosto de 2023 · 06:41

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Para María Rojo, el cine es su celebración de “no cumpleaños”. Y es que de niña, cada 15 de agosto, la pregunta obligada en su casa: “¿Qué quería María?”, siempre tenía la misma respuesta: “Ir a comprar zapatos con mi abuela --los que yo quisiera, dorados, no esos modelos chatos de la escuela-- e ir al cine”. Hoy el cine “es mi celebración, mi felicidad, la fiesta de mi vida”. Al cine, dice, le debe todo: “desde conquistas políticas hasta amores…cuando quería conquistar a alguien, pensaba: ya verá cuando me vea en la pantalla”.

El cine le dio realidad, carnes, piel.

Antes, casi desde que nació, se sentía transparente.

La niña invisible

María Rojo no esperó la tercera llamada para nacer: nació antes de los nueve meses. Su madre, Águeda Incháustegui, había hecho un tremendo esfuerzo por contener siquiera el parto para que su hija naciera el día de las Marías y lo logró: la niña nació a las 00:05 horas del 15 de agosto de 1943.

Su evocación es dura:

“El machín de mi padre, Roberto Rojo, hizo sus cálculos, dijo que si nací a los ochos meses y no sé cuántos días no era su hija, y decidió que no me quería ni ver”.

Era la niña invisible. Cuando tenía apenas dos años, su hermana mayor enfermó. (…)

--¡Véngame a ver a mí, doitor, véngame a ver a mí! --gritaba María desde su cuna, pero el doctor Velasco, seguido por la familia, corrió directito a ver a su hermana. (…)

A los cuatro años / Foto: Libro "María Rojo. De película"

Iba siempre con una de sus maestras al teatro, y sucedió que un día la niña que hacía de Caperucita (Roja, por cierto) enfermó. Enrique Alonso, director de “El teatro del pequeño mundo”, iba a suspender la función de “Pinocho pipa contra el lobo tragalotodo”. Asombrado, observó dudando a la pequeña de siete años que había visto varias veces la obra y que se plantó a decirle:

“Señor, yo me sé todo, si quiere yo hago Caperucita.”

La función fue un éxito:

“Yo me acuerdo que primero Alonso como que se secreteó con los actores ordenando que ‘si no se la sabe la callan’. Cuando llega al escenario el lobo ya caracterizado y anuncia que me va a comer lloré de verdad, grité, me desgarré… Entonces todos los actores se asomaron de entre bambalinas y Enrique Alonso le dijo a la gente: ‘Ustedes no lo creerán pero esta niña no era Caperucita: hoy nació una actriz’”.

Los aplausos cayeron. Enrique Alonso se hincó ante María y enfrente del público le dijo: “Yo no le quito el papel a nadie. Pero para ti voy a escribir uno especial: Chiquirritica”.

El domingo 5 de septiembre de 1954, en el Cine Versalles, se estrenó “Un viaje maravilloso (la increíble aventura de Chiquirritica)”, con Alicia Montoya y Enrique Alonso. Encabezaba el reparto María Rojo.

Entonces dejó de ser transparente. Y qué decir cuando salió en la tele. Todos los mexicanos la vieron. Todos. Hasta su papá. Y su abuela materna.

Como acostumbra decir María: “Ya verán cuando me vean”.

Teatro Fantástico

Tenía ocho años y soñaba despierta con bailar como Shirley Temple y Deanna Durbin, cuando sonó el teléfono. Su mamá contestó y repitió, muy sorprendida, en voz alta: “¿María de Lourdes Rojo Incháustegui?”.

Era un aparato negro de esos que se usaban en los cincuenta, empotrado en la pared. María brincaba y trataba de jalar el cordón para que su mamá volteara. Su distraída mamá solo repetía: “¿Quién? ¿La niña?”. A ver si ahora sí le creía. Ella ya le había dicho que había actuado en teatro (“ay, sí, María”), que la habían llenado de aplausos (“ay, sí, María”), ya le había dicho que Enrique Alonso la llamaría para el papel de Chiquirritica (“ay, sí, María, vete a dormir”).

Pero María dejó de intentar alcanzar el cordón umbilical (del teléfono y el suyo mismo) cuando escuchó la respuesta: mire, si la pobre niña no se puede aprender la tabla de multiplicar, menos podrá aprender un personaje, además trabajo de mañana y tarde y no tengo tiempo para enseñarla y acompañarla.

Como "Chiquirritica" / Foto: Libro "María Rojo. De película"

La convencieron ofreciendo que los mismos actores se turnarían para escoltar a María.

Eran los primeros años de la televisión, tótem moderno que nació en 1950 y que poco a poco se apoderaría de la vida del mundo, tanto que hoy en muchas casas de la clase media, tiene hasta su propia habitación: “el cuarto de la tele”.

(…)

Y llegó el “Teatro Fantástico”, teleteatro patrocinado por el “Chocolatote Express” de la fábrica de chocolates La Azteca, dedicado “a los niños, a los papás de los niños y a los papás de los papás de los niños”, según anunciaba su protagonista y creador Enrique Alonso.

En el primer capítulo María Rojo, la “Chiquirritica”, le da su jarabe al muñeco Cachirulo y éste se bebe todo el tónico hasta crecer y convertirse en el muñecote Cachirulo, héroe de “Teatro Fantástico” que a partir de ese instante haría historia en la televisión mexicana y en el que María actuó muchos papeles durante 18 años.

(…)

La prensa la calificaba entonces como “un milagro de intuición, sensibilidad y aptitudes histriónicas para una niña de 9 años”. Su éxito mayor vendría poco después en el papel de Rhoda (que alternaba con Angélica María), una pequeña asesina en la obra de teatro “Mala semilla”:

Con el lobo en el "Teatro fantástico" / Foto: Libro "María Rojo. De película"

“En Nueva York --dice una reseña periodística de 1956-- en el tradicional Teatro de la Calle 46, ‘Mala semilla’, del famoso autor Maxwell Anderson ha batido todos los récords de taquilla de los teatros de Broadway… en México ‘Mala semilla’ mejor interpretada y mejor presentada que en Nueva York ha alcanzado un triunfo mucho más grande y de mayor consistencia, pues además del éxito indiscutible de la obra como pieza teatral, ha originado un acontecimiento de esos que sólo podemos presenciar y admirar cada diez o veinte años (el nacimiento de cuatro estrellas: Rita Macedo, Angélica María, María Rojo y el director Jesús Valero)”. La misma nota describe a María como “deslumbrante actriz dramática de 9 años, quien en su maravillosa creación de Rhoda sorprende y arrebata por su arte magnífico y su temperamento, superando a las más grandes artistas dramáticas que hemos visto en muchos años.”

Cuando su madre vio “Mala semilla” sentada en su butaca, con su abuelita, le decía:

“¡Pellízcame! ¿Esa es María? ¿La misma a la que le dices ve por esto y regresa y te contesta ‘qué me dijiste que te trajera?’. ¿La que en vez de iglesia dice ‘inglesia’ por la dislexia? ¿La que todo lo decía mal…? ¡Es que es María!”.

Recuerda la actriz:

“No lo podían creer…”.

El exitoso debut consta en un álbum que guarda María, de grandes hojas color sepia, donde su madre pegó los recortes de crónicas, entrevistas, críticas doctas y frívolas, fotografías y autógrafos que se desbordan en elogios al personaje de la “niña candorosa con alma desalmada”. De su primer homenaje, dice un recorte del 25 de noviembre de 1955:

“Suponemos que el público va a volcarse en el Teatro Fábregas el día de hoy, para hacer justicia a la adorable chamaca María Rojo, que recibirá un doble homenaje por su triunfal desempeño en el drama ‘Mala semilla’.”

En “Escaparates nocturnos”, un reseñista que firma como El Schubert escribe: “En el Teatro Fábregas, el viernes pasado, fue objeto de rendida pleitesía la formidable actricita María Rojo Incháustegui.”

En un pie de foto del mismo álbum se lee: “La chiquilla María Rojo ha demostrado en ‘Mala semilla’ una sensibilidad, una seguridad en la escena y una como siniestra personalidad (adecuada al papel) que verla actuar es un placer.”

Fausto Castillo resalta que “la chiquilla María Rojo: tiene toda la indiferencia del asesino nato para el sufrimiento ajeno y toda la feroz inquietud cuando de él se trata. La chiquilla está realmente emocionante”.

Todos coinciden: “Extraordinaria actriz niña”, “niña prodigio de las salas mexicanas”, “angelito de alas blancas que actúa extraordinariamente bien. Todo un nuevo y brillante valor”. (…)

“Me dormía diciendo: duérmete María, pues ya ni modo, si ya mañana haces el ridículo, te pasa algo o se te olvida todo, te caes o algo, te matas y ya. Nunca me maté, por supuesto.”

Destaca en el mismo álbum una crítica de Lautaro González sobre un programa de “Teatro Fantástico”:

“La niña María Rojo (la extraordinaria intérprete de ‘Mala semilla’) dio su cátedra semanal de buena actuación al 99.99% de nuestras ‘estrellas’… lástima, porque su ejemplo no servirá a nadie de nada --agrega-- ya que no se trata de un producto de academia alguna, sino que es otro de esos raros casos de intuición interpretativa, al margen de toda lógica pedagógica… y lástima, porque ejemplos como el suyo dan la razón a los más rígidos estetas cuando afirman que: el arte no se hace, NACE.”

 

Sus compañeros actores le dedican fotografías, como Alicia Montoya, hija de la venerada María Tereza: “Para María, mi lucerito de hoy, con la seguridad de que será la estrella de mañana”.

Y por fin llega a su vida el cine, cuando es invitada a actuar con Luis Aguilar, Ana Luisa Peluffo y Emma Roldán en la película de Rafael Baledón: “Besos prohibidos” (1956). No fue lo que uno imagina: sufrió las luces, las poco glamorosas condiciones en que se filma, y al mirarse por primera vez en la pantalla grande tuvo ese despeñamiento existencial que todos sentimos cuando nos vemos desde tantos ángulos hablar, movernos, caminar frente a la inquisitiva cámara, en vez de enfrentarnos a ese fiel rostro que nos mira solo de frente y con tanto cariño todos los días en el espejo.

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