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Arte: Volcanes y deficiencias en el Museo de Arte Moderno
Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición a partir de este mes se volvió mensual, publicarán en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición a partir de este mes se volvió mensual, publicarán en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros). Ellos son Blanca González Rosas, Eduardo Soto Millán y Federico Álvarez del Toro, Estela Leñero, Javier Betancourt y Jorge Munguía Espitia).
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Si se accede en automóvil al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México (MAM), la experiencia museística ya es desagradable. Agresivos y amenazantes, los encargados de custodiar el estacionamiento tratan de manera autoritaria a los clientes tanto al entrar como al salir.
Una vez en el recinto, la propuesta curatorial de la muestra que atrae al mayor número de visitantes --entre ellos muchos extranjeros-- cuando el museo apenas abre sus puertas, es desilusionante. Se trata de la exposición “Eje Neovolcánico. Aproximaciones artísticas al paisaje ígnico” que, con el financiamiento gubernamental de Efiartes (Estímulo fiscal a proyectos de inversión, edición y publicación en distintas disciplinas artísticas), produjeron los curadores Paulina Ascencio Fuentes y Daniel Garza Uzabiaga.
Diseñada con base en un modelo curatorial convencional que consiste en seleccionar un tema e ilustrarlo con imágenes afines, la exhibición presenta interpretaciones sobre el “motivo del volcán” realizadas por artistas modernos y contemporáneos mexicanos. Estructurada a partir de una ingeniosa categoría de “paisaje ígneo” que incluye imágenes de volcanes, cráteres inactivos o en erupción, lava petrificada, usos de roca volcánica y referencias simbólicas en torno al volcán, la muestra, si bien comprueba el interés que ha despertado la naturaleza volcánica en algunos artistas, no cumple su objetivo de “subrayar las complejas relaciones que los seres humanos establecen con entidades naturales”.
Está dividida en cuatro núcleos:
-La naturaleza del volcán y su representación.
-El Paricutín, un volcán moderno.
-El pedregal, arcaico-moderno.
-Paisaje social y cultura popular.
La muestra inicia la resonancia del volcán como motivo artístico en 1943, fecha en la que hizo erupción el Paricutín, ubicado entre el expoblado de San Juan Parangaricutiro y Angahuan, en Michoacán. Sin embargo, en el arte mexicano, la naturaleza volcánica aparece desde el periodo posrevolucionario con numerosas representaciones del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl. Convertidos en metáforas nacionalistas, los volcanes son protagonistas esenciales en la espléndida, kitsch y popular pintura “La leyenda de los volcanes”, pintada por Jesús Helguera en 1941, antes del estallido del Paricutín. Una pieza que se reprodujo en numerosos calendarios y que no forma parte de la exposición.
El núcleo que trata el paisaje ígneo que produjo el volcán Xitle en el pedregal del sur de la Ciudad de México, también tiene una gran ausencia: la referencia al Espacio Ecultórico de la Universidad Nacional Autónoma de México. Un diámetro de roca volcánica de 92.78 metros que destaca como una de las principales obras de “land art” a nivel internacional.
Integrada con numerosas y espectaculares representaciones volcánicas de Gerardo Murillo (Dr. Atl) que forman parte de varios núcleos, y excelentes “paisajes ígneos” de artistas tan notables como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena, Carlos Orozco Romero y Luis Nishizawa, entre otros, lo más sugerente de la exposición se encuentra en la participación de las y los artistas jóvenes. Son los representantes de una tendencia que ha sustituido la escenografía del paisaje por la interpretación conceptual, simbólica y cultural de la naturaleza, y su propuesta sobresale en la pintura sensorial de Mariana Paniagua, la materialización pictórica del movimiento del sol observado desde los pies del Popo y el Izta de Tania Ximena, el registro fotográfico que hace Pablo López Luz del uso o domesticación de la piedra volcánica en los muros de las casas en la colonia Jardines del Pedregal, y la vegetación de utilería para una utopía postapocalíptica que coloca Cirse Irasema en rocas de distintos tamaños.