Academia Mexicana de la Lengua

Ingresa Fernando Fernández a la Academia Mexicana de la Lengua

Este jueves 17, en la Capilla Alfonsina, Fernando Fernández ingresa a la Academia Mexicana de la Lengua como académico numerario.
miércoles, 16 de agosto de 2023 · 22:53

CIUDAD DE MÉXICO (apro).– Este jueves 17 de agosto de 2023 a las 19 horas, en la Capilla Alfonsina, Fernando Fernández ingresa a la Academia Mexicana de la Lengua como académico numerario, siendo bienvenido por Alejandro Higashi, quien responderá a su discurso de llegada: “Gerardo Deniz frente al lenguaje”.

Principal conocedor de la vida y la obra de Gerardo Deniz y uno de los principales poetas del exilio español en México, Fernández es experto en la vida y la obra del poeta zacatecano Ramón López Velarde, al que ha dedicado dos libros: “Ni sombra de disturbio” (2014) y “La majestad de lo mínimo” (2021).

Autor él mismo de los poemarios “El ciclismo y los clásicos” (1990), “Ora la Pluma” (1999), “Palinodia del rojo” (2010), “Chirimoya” (2016), “Oscuro Escarabajo” (2018) y “3, 4 poemas” (2020), y los ensayos literarios “Contra la fotografía de paisaje” (2014) y “Viaje alrededor de mi escritorio” (2020), Fernando Fernández vivió entre 2002 y 2006 en Oviedo, la capital del Principado de Asturias, donde investigó la emigración española a México. El resultado es su ensayo narrativo “Oriundos”, publicado en 2018. Su libro más reciente es “Almas flexibles” (2021), una crónica en primera persona sobre el contagio del covid-19 y sus consecuencias.

Desde 2009 conduce un programa sobre libros en una estación del Instituto Mexicano de la Radio (IMER). También desde ese año anima un blog en el que publica crónicas y ensayos sobre temas de literatura, arquitectura, música, botánica y fotografía: “Siglo en la brisa” (www.sigloenlabrisa.com).

Fernández es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Tuvo la Beca Salvador Novo y fue becario del Centro Mexicano de Escritores. En la década de 1990 fundó las revistas culturales “Milenio” y “Viceversa”. A continuación, ofrecemos fragmentos del discurso de Fernando Fernández, Premio Iberoamericano Ramón López Velarde 2022, en su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.

“Gerardo Deniz frente al lenguaje”

Una franca y sincera alegría es lo que siento, señor director de la Academia Mexicana de la Lengua, señoras y señores académicos, cuando escribo estas líneas pensadas para ser dirigidas a ustedes en esta ocasión solemne.

He percibido que no es infrecuente que la alegría aparezca ligada al agradecimiento por lo que, antes que nada, deseo agradecer a Eduardo Matos Moctezuma, Javier Garciadiego y Carlos Prieto, los tres distinguidos académicos que propusieron mi candidatura para formar parte de esta corporación, y no menos que a ellos, a quienes generosamente la han aceptado, por creer que puedo trabajar en favor de la lengua en compañía de ustedes, algunos de los hombres y las mujeres de las letras, la ciencia y la cultura que más admiro. (…)

Ciencia y cultura: dos palabras que bien podrían servir para presentar a Gerardo Deniz, aunque haya él fracasado en sus intentos por incursionar en el medio científico y su visión de la cultura haya estado marcada por el pesimismo y la beligerancia. Nadie habría dicho que Juan Almela, como se llamaba en realidad aquel corrector de galeras de imprenta cuya secura en el trato con desconocidos y su acento neutro resultaban, por paradójico que suene esto último, tan llamativos, fuera poeta, hubiera nacido en España y formara parte del exilio republicano en México.

No sólo eso era verdad, sino que familiarmente pertenecía a uno de los troncos más ilustres del socialismo de aquel país. Su abuela paterna se había unido y luego casado en segundas nupcias con Pablo Iglesias, y como consecuencia de ello, su padre, quiero decir el padre del futuro Gerardo Deniz, acabó siendo uno de los hombres más íntimamente relacionados con el fundador del socialismo en España: su hijastro, nada menos, y su primer biógrafo. Todo lo hizo en favor de la causa del hombre que, según su propio testimonio, fue todo para él: trabajó en imprentas, donde ejerció el oficio tipográfico que era el de Iglesias; hizo incansable promoción de sus ideas progresistas; tradujo textos doctrinales; escribió poesía y teatro comprometidos, y hasta fue condenado a seis meses de cárcel por publicar en la revista que dirigía un artículo de su padrastro y maestro.

Una larga vida de lucha política tenía a sus espaldas cuando llegó a la Ciudad de México en calidad de refugiado político el 24 de mayo de 1942, día exacto en que cumplía 60 años de edad. Venía tan defraudado de España y de los españoles que lo primero que hizo fue inscribir al pequeño Juan, nuestro poeta, que entonces tenía siete años, en una escuela que ostentaba el más que significativo nombre de Colegio de los Insurgentes. Nunca quiso saber nada de los otros exiliados, ni asomó por sus cafés, ni aceptó los homenajes que quisieron rendirle. Asumió una postura tan discreta, y se colocó de tal modo a la sombra, que la práctica totalidad de los conocedores del capítulo mexicano de ese fenómeno histórico ignoran su figura, a pesar de ser quien fue, del lugar en donde lo colocaron las circunstancias y las casi tres décadas que vivió aquí.  (…)

En México, el viejo Almela sobrevivió reparando documentos antiguos con una técnica propia improvisada en Ginebra, ciudad en la que había trabajado los años inmediatamente anteriores para la representación republicana española frente de la Organización Internacional del Trabajo, y en donde lo encontró la caída del gobierno legítimo en abril de 1939. Además de esa labor, de la que fue pionero y principal autoridad en nuestro país, corrigió pruebas de imprenta, actividad en que inició a su hijo desde muy pequeño y de la cual éste se mantuvo durante la mayor parte de su vida adulta.

El hijo, el poeta, cuando a la mitad de sus treinta años se animó a mandar unos poemas suyos a Octavio Paz, lo que hizo desde su modesto escritorio del Fondo de Cultura Económica donde se desempeñaba como empleado del departamento técnico, nunca pudo imaginar la respuesta de entusiasmo que provocaron en el embajador de México en la India aquellas páginas todavía más intrincadas que las de López Velarde, escritas en un lenguaje extraordinariamente complejo, colmadas de intertextualidades y de referencias, de violaciones a la sintaxis y voces en otros idiomas. Como resultado de la relación epistolar entre ellos, de la que dan cuenta las más de cuatro decenas de cartas intercambiadas entre 1967 y 1970, apareció su primer libro, titulado “Adrede”, a sus más bien tardíos 36 años.

En un país de poetas, del cual Paz y tres colegas suyos habían ofrecido una buena muestra en su reciente antología “Poesía en movimiento”, uno de los más asombrosos estaba, igual que el hijastro de Pablo Iglesias en México, colocado discretamente a la sombra. Cuando Paz elogió a Almela con encendidas palabras dirigidas a Joaquín Díez-Canedo y recomendó la publicación inmediata de su libro, el experimentado editor español reaccionó con sorpresa al saber que el poeta a quien Paz se refería era aquella persona algo indescifrable que había estado ya a sus órdenes en las labores editoriales.

No era para menos, puesto que Paz acababa de escribirle, según contó el ya exembajador a Almela en carta fechada en París el 3 de marzo de 1969, que era “urgente e indispensable publicar al poeta más original entre los aparecidos, en América y España, durante los últimos diez años”. (…)

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