Día de Muertos

Día de Muertos, de culto religioso a celebración vacua y anticultural: Víctor Joel Santos Ramírez

El arqueólogo afirma que las festividades nacieron en la Europa medieval y los rituales católicos, y no son resultado del sincretismo indígena y europeo, aunque hasta hoy se repita la idea de su origen prehispánico.
miércoles, 1 de noviembre de 2023 · 18:44

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El arqueólogo Víctor Joel Santos Ramírez afirma que las festividades de los Días de Muertos, del 1 y 2 de noviembre, nacieron en la Europa medieval y los rituales católicos, y no son resultado del sincretismo indígena y europeo, aunque hasta hoy se repita la idea de su origen prehispánico.

Tampoco fue un “invento” del general Lázaro Cárdenas, aunque ciertamente, durante su gobierno adquirieron un nuevo significado y contexto cultural, en el cual se priorizó el nacionalismo. Así lo detalla en su ensayo “El origen del Día de Muertos”, el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), maestro en arquitectura por la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Advierte en su investigación, publicada por el INAH ( https://inah.gob.mx/especiales-inah/articulos/el-origen-del-dia-de-muertos?s=03), que las celebraciones de los primeros días de noviembre no deben confundirse con las prácticas funerarias ancestrales mesoamericanas que “eran otras y se realizaban en fechas indígenas”.

Fue el papa Bonifacio IV quien instituyó el 13 de mayo del año 609, como el día de Todos los Santos “para honrar a los protectores de la Iglesia” y contrarrestar el paganismo. Ese mismo día, consagró el antiguo templo romano del Panteón de Agripa, “en la Iglesia de Santa María de los Mártires (conocida como Santa María la Redonda por su planta circular)”.

Posteriormente se modificó la fecha. Explica, citando al investigador Jacobo Vorágine de la Universidad de Oviedo:

“Como era muchísima la gente que todos los años acudía a Roma para celebrar esta nueva solemnidad y como en el mes de mayo resultaba sumamente difícil tener la ciudad suficientemente abastecida de la ingente cantidad de víveres que la numerosa concurrencia de forasteros demandaba, otro papa, llamado también Gregorio, dispuso que en adelante se celebrase en las calendas de noviembre, fecha más conveniente, porque en noviembre, al estar ya recolectadas las mieses y efectuada la vendimia, Roma disponía de provisiones suficientes para abastecer a los peregrinos”.

El arqueólogo, egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), quien ha explorado en la zona arqueológica Las Labradas de Sinaloa, detalla que el día de Todos los Santos se destinó a los beatos y canonizados, pero también a santos desconocidos como mártires cristianos, “para que ninguno se quedara sin fiesta”.

En tanto, el 2 de noviembre, día de los Fieles Difuntos, se ha consagrado “a quienes ‘reposan en Cristo’, pero no alcanzaron la vida beatifica (el cielo) debido a que fallecieron sin haber cumplido las penitencia que les fueron impuestas en vida…”. Dice asimismo, que el 2, también llamado Día de Muertos, se instauró 163 años después que el primero, en 998 por el abad del monasterio de Cluny, San Odilón, “quien pidió que se celebrara al día siguiente de Todos los Santos.

Con el nacionalismo posrevolucionario

Ambas festividades llegaron a México en el siglo XVI, tras la conquista española y comenzaron a celebrarse en las primeras iglesias franciscanas de Texcoco, Tlaxcala y el convento grande de San Francisco en la ciudad de México. Y añade Santos que fray Toribio de Benavente “Motolinia” describe que las ofrendas de los indios incluían maíz, mantas, comida, pan, gallinas, y en lugar de vino, cacao. Y ponen sus ceras, porque “aunque son pobres… buscan de su pobreza y sacan para una candelilla”.

         Santos dedica un apartado a describir también las celebraciones a los muertos en la época prehispánica, plasmadas en el “Códice Magliabechiano”.

         Su detallada investigación relata que a finales del siglo XIX las fiestas del Día de Muertos estaban ya “en franca decadencia”, y en la época de la posrevolución, “específicamente con el cardenismo (1934-1940)… fueron ‘reinventadas’, con el propósito de quitarle poder a la Iglesia católica y asociarlas con la idea nacionalista”.

         Así, para desprenderlas de su significado religioso y hacerlas laicas se destacó a la muerte por encima de lo santo:

         “Para tal efecto, Cárdenas se hizo rodear de intelectuales socialistas como Frida Kahlo, Diego Rivera, Octavio Paz y José Clemente Orozco. Lo cierto es que este proceso ya venía desarrollándose desde las reformas de Juárez, los grabados de José Guadalupe Posada son una muestra de esa desacralización y del divertimento que ya tenía la fiesta del Día de Muertos al inicio del siglo XX. Lo nuevo fue integrarla a la idea nacionalista y exponerla como parte del folclor mexicano, como ya se aprecia en la película “¡Qué Viva México!” (1930), de Serguéi Ensenstein, asesorada por cierto, por algunos de los intelectuales antes mencionados”.

         A decir del investigador, lo reprochable no solo es desconocer el carácter religioso de las festividades, sino difundir “la falsa idea” de su origen prehispánico, “una mentira fabricada que ha venido repitiéndose hasta el día de hoy, legitimada por intelectuales, incluidos historiadores y antropólogos, así como por políticos, ahora con una nueva modalidad, convertirla en un producto de consumo turístico, lo cual se ha venido concretando durante las primeras dos décadas del siglo XXI (el caso más notorio es el famoso desfile de muertos de la Ciudad de México) y entonces sí, estaremos hablando de una celebración sincrética, vacua y anticultural”.

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