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“Muerte en el Nilo”: asesino a bordo

Kenneth Branagh estelariza la más reciente interpretación de la novela de Agatha Christie, un clásico literario que presenta al detective francés Hércules Poirot, que puede desentrañar cualquier misterio, incluso de las muertes que ocurren en el lujoso crucero Karnak
sábado, 12 de febrero de 2022 · 23:33

MONTERREY, N. L. (proceso.com.mx).- Por encima del relato, está la fascinación evidente de Kenneth Branagh por el exótico esplendor de la imperecedera cultura egipcia y su seductora arqueología faraónica.

El realizador dirige y estelariza Muerte en el Nilo (Death on the Nile, 2022), la más reciente interpretación de la novela de Agatha Christie, un clásico literario que presenta al detective francés Hércules Poirot, refinado, intrépido, regordete, pero de pensamientos afilados, que puede desentrañar cualquier misterio, incluso de las muertes que ocurren en el lujoso crucero Karnak, lleno de lujos y encanto.

La acción trascurre en la primera mitad del siglo pasado, un tiempo en el que Egipto es un destino turístico irresistible.

La propuesta es del cine de intriga de viejo cuño, con una presentación precisa y hasta ingenua de cada uno de los personajes: Linett (Gal Gadot), la bella heredera, que se casará con el apuesto Simón (Amie Hammer), que recién acaba de romper, inescrupulosamente, su compromiso con Jacqueline (Emma Mackey), cercana amiga de la millonaria.

Para escapar de la acechanza de la rencorosa Jackie, los novios se embarcan en un crucero para recorrer el encantador río Nilo y recorrer los sitios emblemáticos de sus ruinas arquitectónicas. Los acompañan varias personas, cada una de las cuáles tiene una cercanía, por diferentes motivos, con la pareja.

Se embarca, también, Poirot, como invitado especial. Y, oh, sorpresa, aparece también, embarcada, la ex novia acosadora.

Inesperadamente, la muerte de un invitado echará una sombra de dolor, sospecha y miedo entre los convidados, entre quienes se encuentra el homicida. Y a este asesinato siguen otros, que se suceden para tratar de encubrir el primero.

Quienes conocen la obra de la escritora o vieron la versión de Gillermin, de 1978, conocerán anticipadamente el desenlace. La nueva generación encontrará interesante el juego de Clue, para determinar quién fue el responsable y los motivos que lo mueven a emprender una fechoría de tal magnitud y en un universo tan cerrado, donde cualquiera puede ser el culpable.

El gran problema con la producción cinta es el embeleso del director con el ambiente. Hay una gran cantidad de tomas que presentan perfectamente el glamour del escenario maravilloso del eterno afluente, con sus noches mágicas y sus amaneceres de ensueño. La nave se desliza hacia su destino, mientras Poirot charla con los pasajeros y sus ojos perspicaces se van enterando de detalles imperceptibles para las mentes ordinarias.

Pero los planteamientos son dilatados, con grandes lagunas que hacen que los eventos se vayan espaciando, en medio de la contemplación y la música magnífica de Patrick Doyle. Hasta que en la última media hora, el desenlace gratamente se precipita a una serie de revelaciones en cascada, en las que el velo se va recorre para echar luz sobre las verdades que importan.

El gran momento de la revelación transcurre en un emocionante momento en el que todos los pasajeros se enfrentan con la lógica demoledora del detective que, como en un concurso, va descartando a los responsables, hasta llegar a un desenlace truculento, aunque altamente satisfactorio. Esperadamente, el final es del tipo Scooby Doo.

La película demoró así tres años su estreno por la pandemia de Covid y luego por el escándalo del comportamiento personal errático de Hammer. Ahora es presentada, simultáneamente, con Belfast el otro gran estreno del mismo director.

Muerte en el Nilo es un buen refresco del clásico, aunque seguramente se olvidará pronto.

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