Adelanto de Libros

Omar Gámez Navo, el cronista mago sonorense

Nacido en Navobaxia en 1978, el poeta sonorense Omar Gámez Navo nos hace llegar su nuevo libro de crónicas magníficas y recuerdos del terruño: “El corrido de los Huipas”.
sábado, 26 de noviembre de 2022 · 23:26

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Nacido en Navobaxia en 1978, el poeta sonorense Omar Gámez Navo nos hace llegar su nuevo libro de crónicas magníficas y recuerdos del terruño: “El corrido de los Huipas” (Editorial Pinos Alados; Mexicali, Baja California. 109 páginas).  

El primer relato que brinda título al volumen está lleno de misterio y es acerca de una bizarra banda de asesinos seriales que asolaron el sur de Sonora en los años cincuenta. Hemos escogido una de las historias más amenas del libro, donde Gámez Navo muestra su riqueza narrativa a nuestros lectores.

No me digas que no te encanta

Todos conocían la tonada de la canción: sólo de escucharla en la radio coreaban la letra y, casi por instinto, movían discreta o deliberadamente los pies al ritmo. Hubo quienes tuvieron el acetato o el cassete y podían escuchar la canción a su antojo. A cada minuto se escuchaba el grito de veeeen a baiilaaar mi aaaammooor, con el sabor a fiesta gira gira… En alguna casa, a todo volumen en el estéreo de algún carro.

Las ondas hertzianas escupían la canción del “Gira Gira” interpretada por el Grupo Lujman, de forma casi continua. Era cuestión de cambiarle de estación y ¡pum! Ahí estaba la voz del conocido “Güero” Lujman cantando otra vez.

Ve a casa de tu tía Luli por un frasco de manteca que me va a mandar. No te vayas a quedar jugando por ahí con los chamacos, porque tengo que hacer la comida. Si no te distraes con cualquier cosa a los ocho años habrás fracasado y tendrás un posterior desarrollo humano complicado. El niño se quedó en una casa donde había fariseos --que por cierto-- no eran del pueblo que nos ocupa y eso era ya una situación ineludible. Era cuaresma y pues en esa casa iban a velar al Santo Rey de los judíos. Por supuesto que los enmascarados que representan a quienes crucificaron a Cristo bailaron el pinche “Gira Gira” en --ahora sí-- hartas ocasiones.

Sería una velación a lo grande. Habría Danza de Pascola y Venado, comida para todos, adornos coloridos, cohetes de colores y de seguro llegarían vendedores de paletas, elotes, raspados, botanitas preparadas y hasta de ponches con “piquete”.

Los peregrinos llegaban muy de mañana y se apoderaban de la casa donde harían la velación por la noche. Descansaban unas horas para después inundar de efervescencia el pueblo entero. Las calles tenían ese ambiente festivo; no sólo las calles, la gente también se ponía de buen humor, pues recibían visitas de parientes de otras comunidades y había que preparar una comida rica para agasajarlos. Esto de la felicidad, señoras y señores, se potencia en un niño que crece impregnándose de esta tradición.

Los infantes de estas comunidades quieren ser fariseos, danzantes de Pascola, Venado o Matachín “cuando sean grandes”. Uno de los juegos favoritos después de la Cuaresma era el de confeccionar máscaras de fariseos con papel, tambores con bolsas y latas, coyolis con fichas o carrizo, lanzas de palo de mezquite o gucaporo para imitar la procesión de Semana Santa de los yoremes mayos.

Por supuesto que el niño de esta crónica se quedó en la casa de la señora Mariana, donde sería la mencionada velación. ¿Ya dijo el narrador que tocaron el “Gira Gira” 27 veces en menos de dos horas? En esa casa de la velación tenían el cassete original (es importante decir que la audiocinta no era pirata ni grabada). Por primera vez, el grupo Los Lujman se salía de la radio y tenía un rostro. La portada del cassete tenía una foto con los integrantes bien vestidos: traje azul, botas vaqueras, peinaditos, sonrientes y detrás de ellos un póster de un bosque o algo parecido (esos horrendos fotomurales los veías en salas de espera de hospitales o en la casa de esos parientes de clase media-alta: era, por supuesto, la favorita usanza visual-ambient de la segunda mitad en la década de los ochenta).

En la compra del cassete le regalaron un póster de los Lujman; si le dices a la Eve, te deja pasar a verlo a su cuarto, alguien dijo. El niño se limitó a observar detenidamente la portada y la no menos importante maravilla del avance de la adaptación de estéreos reproductores para carros, en aquellas aparatosas consolas que parecían limitarse a reproducir las llamadas tortillas negras y la radio.

Todos envidiaban a Eve porque podía escuchar el “Gira Gira” las veces que ella quisiera. ¿Y a qué chingados sonaba el “Gira Gira”? Era una suerte de cumbia norteña: obviamente con acordeón. Los Lujman son originarios de Hermosillo, de la famosa colonia Olivares, pero su sonido se escucha como ese estilo que tienen algunos grupos de la frontera sur de Estados Unidos llamado Tex Mex. Eso tocan: Tex Mex ¿Y qué es el Tex Mex? Es un género que fusiona la música del norte de México, más el folk y hasta un poco de country.

“Hey, dice mi tía que si qué pasó con el encargo que te hizo”. Le advirtió una voz al niño cuando el bailongo lo amenizaban siete fariseos realizando los mejores pasos cumbieros jamás vistos: Baiiiilaaaa derechooo y haaaastaa el fondoooo; veeemeee estirandooo la pattaaaa… Y, vámonos corriendo por todas los callejones del pueblo; quebrando espinas con los pies callosos de tanto andar descalzo; ignorando vidrios; brincando pocitos de agua sucia de los lavaderos; chin, alguien no alcanzó a llegar a la letrina.

Tíaaaa dice mi amá que… Ya le mandé la manteca a tu mamá, te has de haber ido de vago, ¿verdad? “Es que va haber velación en que Doña Mariana y pues los fariseos bailan muy suave”. “Ándale, vete para tu casa, no se vaya a disgustar contigo tu amá", Pero, un momento: ¿Cómo supo la tía Luli que la mamá del niño necesitaba manteca? ¿Cómo carajos se avisaron? Eran los años ochenta y en el pueblo no había teléfonos, tampoco celulares. ¿Qué onda con estas señoras? Estaba muy avanzado el sistema de telepatía rural en aquellos años.

Pero volvamos a Los Lujman y su canción repetitiva. Un logro relevante en las comunidades indígenas del sur de Sonora, donde se celebra la Cuaresma, es que el Sábado de Gloria se lleve a cabo un baile a lo grande. En este aspecto de los bailes también se compite entre los pueblos tradicionalistas del Valle del Mayo: el que haga el mejor evento gana el respeto del resto.

Y un par de semanas antes del Sábado de Gloria se escuchó en la radio: “Eeessste sábadito de Gloria en la cancha de Navobaxia, desde la capital sonorense llegan Los Luuuujmmaaaan con sus grandes éxitos: el ‘Gira Gira’ y ‘La Cadenita’. Los esperamos en este gran ‘bailazo’. Recuerda: es este Sábado de Gloria en Navobaxia. Allá nos veeemooos. Preventa de boletos con los de la Junta de Mejoras de la Comunidad y en la tienda de La Chiquita”.

Hay que aceptarlo, el mundo se detuvo para los habitantes del pueblo con ese anuncio. El niño, se dijo para sí mismo “uuuh, sería a todo dar tener un póster como el de la Eve y que te lo firmaran Los Lujman. ¿Irán a vender cassetes? Y hubo más felicidad en el pueblo mientras el infante de nuevo corría por las calles a buscar a uno de sus primos. “¿Oíste el anuncio?”. “Sí”.

Una conocida compañía cervecera también patrocinó el evento, así que las radios locales estuvieron bombardeando en repetidas ocasiones las ondas hertzianas con el comercial. Durante toda la Cuaresma, en el pueblo se representa el Viacrucis cada viernes. La tradición es llamarle Conti a esta puesta en escena. Autoridades tradicionales del pueblo y parte de sus habitantes caracterizan el simbolismo de esos pasajes bíblicos.

No hay santo al que no se le llegue su día y tampoco hay pueblo en el que no celebre un buen baile. Y ahí tienen que el día anunciado llegaron por el terrible camino de terracería tres camiones: dos con equipo de sonido y uno donde viajaban los músicos. Llegaron los llamados “secres”, acomodaron luces, bocinas, instrumentos y micrófonos. Todos los chamacos y uno que otro adulto que no fue a trabajar ese día, presenciaron toda esa parafernalia.

El mentado “Güero” Lujman, líder y vocalista del conjunto, era muy parecido a esos que salen en las películas gabachas. De esos que anduvieron en la Guerra de Vietnam. Se bajó del camión y camino hasta la tienda a comprar unos cigarros. Él de lentes y con una gorra a la cual le hizo hoyos a los lados por los que salían dos enormes trenzas. Camisa con las mangas cortadas, botas sin bolear, pantalones percudidos y quien le despachó los cigarros dijo que la estrella musical apestaba un poco a sobaco.

Y así desfilaron los demás integrantes. No echaban chispas ni tiraban rayos por los ojos. “Apagadones”, normales. Al rato se van alivianar, dijo un adolescente. Ustedes nos saben nada, en esos camiones hasta se pueden bañar dentro; traen hasta cocina y una cantina. “Aaaaahh… dijimos todos convencidos mientras estábamos pendientes para ver quién bajaba y qué hacían.

Ya estaba oscurito en el pueblo cuando empezaron a llegar carros y más carros al baile de bailes. Antes del baile los fuereños pasaban al “ramadón” para ver las danzas de Venado y Pascola. O iban a la iglesia del pueblo a “adorar”. Otros se tomaban unas cheves en sus carros con el estéreo a todo volumen ¿adivinen cuál canción escuchaban? “Giraaa gira gira giraaaa el horizonte giraaa giraa…”.

Esa tarde-noche de Sábado de Gloria, los rockstar de la músicanorteñatexmex directo desde Hermosillo, Sonora, subieron al escenario a hacer soundcheck. Aún no se habían bañado los artistas. Ensayaron con otro de sus éxitos “Carmen Miranda”. Uuuuhh; se iba a poner muy bueno. Los Lujman estaban haciendo un fiestón en el escenario y aún no empezaba el refuego.

El niño se fue a casa a quitarse el polvo semanasantero para regresarse al centro de la comunidad, a la cancha del lugar. Carajo, todo estaba bien: había juegos mecánicos, decenas de mesas de futbolitos, vendedores de baratijas, churros, papitas fritas, paletas de hielo, picos de gallo, raspados, brinca brinca. Era una fiesta como pocas; hacía ya años no se veía que llegara tanta gente a Navobaxia.

Y entonces, señoras y señores, lo que a continuación se narra es inaudito. El niño llega y se junta con sus amiguitos afuera de la cancha que fue cercada con carteras. Todos bañados y hasta olorosos. Pero dentro de esa cancha multiusos cercada no había nadie. Ni una sola pareja. Si acaso alguien afuera, ya entrado en la embriaguez, bailaba un poco con la música de Los Lujman. Ni una sola persona compraba un mísero boleto en la taquilla. El pórtico estaba desierto.

Nadie entró al baile porque los Lujman tuvieron el descaro de subirse a tocar sin cambiarse. No se pusieron la gala con la que se anunciaban en las portadas de sus producciones. No. No se alicusaron para su acto. El mentado “Güero” Lujman se subió tal cuál como se describe arriba: con esa gorra rara jamás vista. Los otros integrantes del grupo de igual manera estaban ejecutando su show con su ropa del diario. Y pues el pueblo no se la perdonó. Tocaron muy bien y todo, pero pues no se emperifollaron.

Esa noche, Los Lujman protagonizaron el baile más corto de su historia, tocaron una breve tanda musical. Nadie entró a verlos, nadie bailó sus pegajosas y guapachosas canciones. ¿Qué habrán pensado? No era necesario entrar a la cancha para ver al grupo estrella porque el templete estaba alto y se podían divisar muy bien. Todos vieron sus atuendos desde ahí. ¿Cómo no se van a ver de gala las estrellas del momento? Esa vez los Lujman no hicieron bailar ni a un fantasma aburrido; y todo por no bañarse.

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