Cine
La banda de los Kelly
"La verdadera historia de la banda de Kelly", de estreno retrasado por la insufrible pandemia, se esperaba con mucha curiosidad por los admiradores del australiano Peter Carey, en cuya novela está basada.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Comparando con Jesse James, Butch Cassidy o Billy the Kid, forajidos que burlaron la ley y cuya leyenda Hollywood se ha encargado de explotar, la imagen del australiano Ned Kelly es un tanto borrosa, por eso sorprende que en su ensayo sobre este personaje en el campo de la ficción, cine y literatura, Regina Schultze mencione que la opinión del público australiano se expresa en blanco y negro acerca de él.
Para algunos, Ned fue un asesino desalmado; para otros, el rebelde por antonomasia, víctima de brutalidad policíaca, que encarna el espíritu de la nación; tanto, que el ensayista Richard White lo menciona como figura de inspiración para revolucionarios comunistas y católicos.
Nada extraño, por tanto, que Ned Kelly, hijo de un irlandés condenado a emigrar a Australia a los 18 años por haber robado un puerco para tener con qué alimentar a sus hermanos y hermanas, haya inspirado la primera película del cine australiano, La historia de la banda de los Kelly (1906); posteriormente la lista incluye versiones como la de Tony Richarson (1970), protagonizada, ni más ni menos que por Mick Jagger, quien escribió la letra de la famosa canción “Blame it on the Kellys”; y no podía faltar una versión con el difunto Heath Ledger, Ned Kelly (2003).
Justin Kurzel era el indicado para dirigir la última versión sobre la vida de Ned Kelly, "La verdadera historia de la banda de Kelly" (True History of the Kelly Gang; Autralia, 2019); Kurzel es un realizador que puede considerarse moderno en tanto que se ubica en el filo de lo comercial y de lo autoral; su trabajo muestra un gusto por lo oscuro, desde una película basada en un videojuego (El credo de los asesinos, 2016), hasta una versión de Macbeth (2015); Kurzel combina la abstracción visual con el tono trágico de un héroe que se desliza en la pendiente del crimen. La cinta, de estreno retrasado por la insufrible pandemia, se esperaba con mucha curiosidad por los admiradores (incluido este columnista) del australiano Peter Carey, en cuya novela está basada.
Kurzel entiende que el gran acierto del libro de Carey es darle voz al propio Ned; el punto de partida es una carta, documento histórico, dictada por el forajido en prisión, que carecía de una educación formal. El público tiene la oportunidad de compartir la perspectiva de este antihéroe, desde su infancia. Con el reparto no se escatimaron recursos ni se evitaron riesgos, el británico George MacKay se deja consumir como leño ardiente en el rol de Ned Kelly; el actor transita por el frenesí del león acosado, la violencia, el romanticismo, sin que la ambigüedad erótica, posiblemente bisexualidad, aparezca como ingrediente tóxico que contribuya a su delincuencia.
Este género cinematográfico se conoce como bushwestern (vaqueros en desiertos de arbustos) y de modo más informal, kanguro western; el cine australiano se permite ir más allá de los esquemas americanos, cosa que puede irritar a los fanáticos, como que el rock y el punk irrumpan en una historia de época, un biopic serio, o como ver a la banda de Kelly usando vestidos de mujer.
Lo más inquietante es la crudeza con que se miran las relaciones familiares, el tono natural del tratamiento de Kurzel, una madre que se prostituye para mantener a la familia, o que vende a su hijo para que lo enseñen a ser hombre, sin que eso signifique, en el contexto, que sea una mala madre.
Crítica publicada el 16 de mayo en la edición 2324 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.