contraplano
"¿Quo Vadis, Aida?": trágica burocracia de guerra
Ubicada en julio de 1995, y basada en la vida real, “¿Quo Vadis, Aida?” muestra el drama de un campo de refugiados a donde han sido llevados miles de ciudadanos de la pequeña ciudad Srebrenica.MONTERREY, N.L. (proceso.com.mx).– ¿Quo Vadis, Aida? (¿Quo Vadis, Aida?, 2020), parece preguntarle a la protagonista qué hará cuando el destino la enfrente con el peor de los problemas que habrá de tener en su vida.
Aunque se acusa al cine bosnio de reciclarse en sus temáticas bélicas, esta historia, cuyo título no tiene aun traducción al español, es terriblemente actual y desesperadamente única. Con un discurso sobre geopolítica y tratando de explicar la complejísima situación que enfrentan los países de la ex Yugoslavia, para dividirse pueblos y territorios, entre etnias y creencias, la directora Jasmila Zbanic, nacida en Sarajevo, quiere llamar la atención sobre el baño de sangre que hubo en aquella región europea.
Los soldados de Naciones Unidas ocupan el centro de la responsabilidad de las masacres que allá ocurrieron, muchas de las cuales permanecen a la sombra.
Ubicada en julio de 1995, y basada en la vida real, la cinta muestra el drama de un campo de refugiados a donde han sido llevados miles de ciudadanos de la pequeña ciudad Srebrenica, ubicada al este de Bosnia Herzegovina, que ha sido ocupada por el ejército de los serbios de Bosnia. El episodio histórico se le conoce como La masacre en Srebrenica.
Atrapada en el conflicto, Aida se encuentra en una posición privilegiada, porque es una intérprete, que recibe una acreditación para formar parte de la comitiva de Naciones Unidas. Sin embargo, enfrenta numerosas dificultades para proteger a su esposo y a sus dos hijos jóvenes.
La cinta, escrita por la misma Zbanic, va transformando, lentamente, la lucha de una mujer por proteger a los suyos, en una historia de suspenso, pues se encuentra en una carrera contra el reloj. Debe utilizar toda su astucia y determinación para salvarlos de los bárbaros militares serbios que, en esas circunstancias, ven como una amenaza a todo aquel hombre que pueda sostener un fusil.
¿Dónde está la ayuda internacional cuando se le requiere?, grita la película, al presentar a un grupo de acobardados Cascos Azules de Holanda, que se doblegan ante el acecho de los generales de la ocupación, comandados por un demonio con uniforme, a quien la historia conoce como Ratko Mladic, interpretado con brillantez por Boris Isakovic. Todos los guardias enviados por Naciones Unidas quedan como inútiles e impreparados. Incumplen con su compromiso de respaldo armado en el campamento que es zona segura, y dejan desamparada a la población que, inocente, acepta su promesa de protección. Zbanic, evidentemente indignada, los ridiculiza, al presentarlos como chicos que visten pantalones cortos, que lloran en momentos de tensión y se amedrentan cuando los matones les ladran órdenes.
La interpretación de Jasna Djuricic es desgarradora. Como una mujer culta, profesora de escuela, tiene que desgañitarse para suplicar un favor, en una cadena de mando que está truncada, y que no transmite bien los mensajes. En medio de la guerra, la situación se convierte en un conflicto político en el que, increíblemente, ya no importan las vidas de las personas, si no las relaciones diplomáticas.
La situación llega a un punto de tensión máxima cuando, durante la evacuación del refugio todos los hombres son llevados aparte de las mujeres y los niños. Aida tiene qué tomar decisiones, hacia donde ir y qué hacer, como lo señala el título de esta historia. Tal vez no le alcance el tiempo para actuar.
En el doloroso epílogo, la normalidad parece que ha llegado a las vidas de todos. Apenas queda entre las víctimas, como consuelo, la recolección de recuerdos y de restos de una vida que fue. Para rabia de la comunidad internacional, después de la guerra, algunos de los carniceros, que coordinaron la muerte de miles, se integraron a la vida social impunes y disfrutando en grande de la paz que ellos acallaron con balas.
¿Quo Vadis, Aida?, es cine político que utiliza el arte como contundente denuncia.
(Dato que sirve como indemnización justa para quien ve la película: Mladic fue detenido años después y purga cadena perpetua por sus crímenes de guerra).