Adelanto de Libros
“Sendero de suicidas”, de Rubén Rivera
La obra ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2021 lleva por título “Sendero de suicidas” y fue escrita por el sinaloense Rubén Rivera.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La obra ganadora del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2021 lleva por título “Sendero de suicidas” y fue escrita por el sinaloense Rubén Rivera, quien concursó con el número de folio 131, sobre un total de casi 300 trabajos presentados.
El jurado, constituido por el poeta Baudelio Camarillo, el investigador literario Israel Ramírez y la dramaturga Silvia Tomasa Rivera, otorgaron por unanimidad el galardón al poeta y fotógrafo nacido en Guasave en 1962, autor de los libros de poesía “Cuerdas de mar” (1995), “Flores y relámpagos” (1998), “Al fuego de la panga” (2001), “Música de cuatro espejos” (2006), “Defensa del oficio” (2009), “La llama de los cuerpos” (2010), “Fulgor del regreso” (2012), “Swa yoleme” (2012) y “Caravana de sombras” (2014).
El poemario “Sendero de suicidas” (105 páginas) aparece publicado por el Fondo de Cultura Económica con el Instituto Cultural de Aguascalientes, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Consta de diez capítulos: “Bala”, “Agua”, “Soga”, “Gas”, “Veneno”, “Barbitúricos”, “Anhídrido Carbónico”, “Raíles”, “Vacío” y “Diversos”, conjuntando poemas dedicados a medio centenar de literatos quienes se suicidaron. A continuación, algunos de estos poemas de Rubén Rivera…
Vladimir Maiakovski (ruso, 1893-1930)
“El poeta es el obrero más intrépido. Silba siempre su mejor melodía en el cañón ardiente de su revólver”.
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Estoy tranquilo, arde la música. Mi alma tiembla apasionada entre espinas de hielo. El cielo sueña apoyando en su pata garrapateada de estrellas. Oh, Lilia Brick, el amor florece, florece y después se marchita. ¡Oh, memoria!, antes de partir, junta en la casa de tu frente los momentos incontables, mis amores y que nadie me olvide.
¿A dónde ir? En esta sociedad, el poeta vive una vida mezquina y sin interés. ¿Por qué habremos de pedir una limosna a Dios para decidir nuestra muerte? Mi corazón no sabe envejecer, no tiene ni una sola cana ni tampoco ternura senil. Lo difícil no es morir, sino seguir viviendo.
La muerte tiene mi rostro entre sus manos y llora como una vieja Madonna.
Jaime Torres Bodet (mexicano, 1902- 1974)
“Traté de hacer de mi vida una gema perfectamente cortada. Cuántas noches pulí sus infinitas facetas y cuando descubrí la verdadera, sólo una bala podía revelármela: un poeta se queda con la cara de su muerte.”
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El viento revolotea sobre la cortina, los pájaros se abisman en el firmamento. La noche comienza a despertar en el fondo de mis ojos. Estoy hecho de olvido, de sueño, de tristeza.
Mis poemas, la luz que palpo, la huella del silencio que recojo, todo esto se hará polvo. Me alejo sin mí, pero al irme, me llevo no sólo cuanto entonces era, sino también el canto que jamás me olvida.
Introduzco en mi boca el cañón de la pistola.
No sé quién jala el gatillo: Dios o el diablo.
Alfonsina Storni (suiza, 1892-1938)
“He contado nubes, he clasificado las olas del mar. Tejí un caracol con todas mis pestañas perdidas; un caracol para el mar que se arrastraba adolorido a mis pies. Aprendí a consolar al mar. Éste es mi mejor oficio.”
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Es la una de la mañana. La brisa moja mi cabeza, camino con los ojos fríos y la boca muda, sobre la arena de Playa Perla. Me encamino lentamente hacia los brazos del mar.
Me hundo como la luz del faro en el agua y mirándome recuerdo mi vida tormentosa.
Mi alma salta como un pez atrapado por la muerte.
El mar es una gran lágrima serena.
Li Po (chino, 701-762)
“Muere haciendo vino con la luz de la luna.”
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Bebo y recuerdo al Ermitaño de los Lotos Verdes. El viento murmura y el poeta hila sus sueños con la luna.
Mi alegría cuela entre el firmamento, la cigarra canta para él.
Bebo y recuerdo las aguas que fluyen hacia el mar para no volver, como este hombre que se lanza desde la borda para abrasar las flores de la luna, tal vez de amor, tal vez de soledad, que lo perfuman para siempre más allá de la muerte.
Gérard de Nerval (francés, 1808-1855)
“Erigir torres de sangre, de pájaros, de niebla; torres en las que el alma del poeta encuentre una tumba hospitalaria. Nadie como yo conoce los ojos de la muerte.”
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No estoy solo en esta noche de invierno, mi langosta me acompaña. A ratos, este poeta loco vive alegre como un lirón y otras veces sombrío, cual Clitandro doliente.
Canta una estrella sobre el ocaso de mi corazón.
En la neblina comienza a levantarse un fantasma desolado y bajo el farol espero a la gran Señora que cierre mis ojos. Espero que con gran piedad me descuelgue de la luz impía.
Me pregunto antes de partir: ¿es la serpiente sabia la que signa mi vida?
Nunca llegaré a tiempo, nunca llegaré a la respuesta.
Sylvia Plath (estadunidense, 1932-1963)
“Puedo hacer un pastel con la luna, un brownie con tu corazón, amor mío. Feliz muerte a ti. Ver cómo puedo cantarme ahora que ya no puedo hacer nada con mi vida.”
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Despierto a las seis de la mañana. Los árboles sudan nieve, las casas están ciegas y las cañerías petrificadas. Me visto, bajo a la cocina. ¿Cómo saber cuánto tiempo hay antes de morir? Mi vida se despliega ante mí, como las ramas de la higuera verde. El amor es un precioso líquido, que cuando se derrama te deja seco y vacío.
Preparo el desayuno a mis hijos; sólo hay pan, mantequilla y leche. Se los llevo, regreso a la cocina y me encierro. Tapo los resquicios con trapos cochambrosos. Me peino por última vez. Abro la llave del gas y meto la cabeza en el horno.
Siento un gran escalofrío, pero para mí, morir es un arte. Lo hago tan bien, que parece mi obra maestra.
Manuel Acuña (mexicano, 1847-1873)
“Yo domo al verso como al cimarrón. Me gusta herrarlo hasta que erre por donde pueda. Yo puedo morir recostado en el suspiro de una señorita.”
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Oh, Rosario, cómo quisiera ser tus labios. Tú bien sabes que estoy en ti, no te preocupes por la vida.
Cuando se acaben tus lágrimas te prestaré las mías.
Te hablo con los ojos de Dios y no hay cosa más triste que estar lejos de ti, cianuro de mi amor.
Cesare Pavese (italiano, 1908-1950)
“Yo no sirvo para darle nuevo color al plumaje de los cuervos. Ni siquiera sé cómo congelar un aullido. Perdón, si usted quiere contratarme, búsqueme en la calle de los 19 somníferos, pero si no quiere contratarme, déjeme solo con mi suicidio.”
*
La tarde se aleja entre los árboles, la noche despierta sobre la ciudad. Mi habitación es sencilla, limpia y la cama angosta. Sobre la mesa está mi diario, mis últimos poemas y diecinueve frascos de somníferos.
La noche llora en mi corazón.
Oh, ansiada esperanza, este día sabré que eres la nada y callado bajaré al vacío, donde me esperan los ojos de la belva. Tomo el bolígrafo, escribo; perdono a todos y a todos pido perdón.
Alegre, bebo el vaso.
Con los ojos de Connie espero la llegada de la muerte.
José Agustín Goytisolo (español, 1928-1999)
“Yo sé caer. Nadie sabe mi método. Yo sé caer más allá que todos. Si pueden, ¡síganme!”
*
Bebo whisky, hablo con la ventana.
¿Qué hacer si cae la sed, sabiendo que está lejos la fuente en que bebía? ¡Ah, cómo detener el murmullo del viento entre las manos! El poeta le pide a la vida más de lo que ella le ofrece.