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"Duna": el destino del héroe
La esperadísima interpretación, en el nuevo milenio, de la novela de Frank Herbert, contiene batallas monumentales e intensos duelos, en los que la eliminación del enemigo es necesaria y despiadada.MONTERREY, N. L. (apro).- Por encima de toda la vociferación generada en torno a esta nueva adaptación, Duna (Dune: Part One, 2021) es un milagro visual, con logros técnicos insuperables que confirman al director Dennis Villeneuve como un superdotado en el manejo de producciones monumentales.
Para entenderla es necesario disociarla por completo de la célebre versión lanzada en 1984 por David Lynch, que es una leyenda de las cintas B futuristas. De esa pesadilla malograda, aquí no hay nada.
La esperadísima interpretación, en el nuevo milenio, de la novela de Frank Herbert, contiene batallas monumentales e intensos duelos, en los que la eliminación del enemigo es necesaria y despiadada. Se ocupa, de inicio, de establecer con claridad el intrincado conflicto en el que se involucran los gobernados por el planeta donde habita la dinastía Atreides, que se mudan para administrar el peligroso planeta Arrakis, codiciadísimo por los recursos naturales que ofrece y temido por su inhóspito desierto.
Lo que les espera es una trampa mortal que deberán sortear con la guía de su líder, el Duque Leto Atreides (Oscar Isaac) y su tímido hijo Paul (Timotheé Chalamet), un joven casi niño que debe superar miedos íntimos para tornarse en el prócer que su gente espera.
Toda la cinta es una exhibición de maravillas visuales, dentro de un gran banquete de delicias técnicas, en el que destaca el arte refinado para recrear esos universos de un lejanísimo futuro, miles de años adelante. Se recrean escenarios exóticos a los que ha llegado la humanidad, que se ha mudado a otros planetas y requiere involucrarse con seres de otras galaxias, de costumbres diferentes, con los que se relaciona, pese a la desconfianza natural.
El gran encanto es que es una historia tradicional de ciencia ficción con efectos visuales impresionantes, que no pierde su esencia de entretenimiento en un nivel cultural superior, con personajes que se van desdoblando a través de duras experiencias, enmarcadas en inteligentes peripecias. Villeneuve ya había mostrado los alcances de su talento con la faraónica Blade Runner 2049, y la entrañable aproximación con alienígenas en La Llegada.
Más allá de la impresionante elaboración CGI de los gusanos de la arena, y las portentosas flotas de aeronaves con artillería devastadora, está la anécdota de Herbert, que convierte un culebrón de traiciones palaciegas en una emocionante aventura espacial, con giros espectaculares que obligan al heredero a convertirse en el superhombre improbable. Chalamet, siempre excelente, es esmirriado y bello, como un querubín, y hasta de aspecto débil, que carga la espada solo en el entrenamiento en casa. Sin embargo, en la hora decisiva, se transforma en el elegido que su pueblo necesita para enfrentar el exterminio ordenado por el repulsivo Barón Harkonnen (un irreconocible y magnífico Stellan Skarsgard).
La conexión es necesaria entre Paul y los nobles guerrilleros fremen, liderados por Javier Bardem, que habitan en el planeta dominado y, quienes, escondidos entre los rocosos intersticios del desierto, buscan a un general que los conduzca hacia el necesario enfrentamiento con sus opresores, con la esperanza de recuperar su planeta y la libertad. Y por ahí aparece su princesa, la adolescente Chani (Zendaya) que, previsiblemente, le robará el corazón al más joven de los Atreides.
Al final de Duna, queda la expectativa de la necesaria secuela. El desenlace insatisfactorio de esta primera parte, llama urgentemente a continuar con la odisea, para conocer el destino del muchacho que está llamado a hacer que estalle una revolución.