UNAM
Tener VIH aún estigmatiza socialmente a quienes lo padecen, alerta la UNAM
A 40 años de su aparición, el VIH continúa teniendo estigmas en la sociedad mexicana, señaló un Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A 40 años de su aparición, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) continúa teniendo estigmas en la sociedad mexicana, señaló César Torres Cruz, Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), de la UNAM.
A pesar de los esfuerzos de los gobiernos y organismos internacionales para explicar qué es el virus, cómo prevenirlo y atenderlo, existe una dimensión moral alrededor de esta infección de trasmisión sexual, así como cargas morales sobre la sexualidad de los pacientes, recordó.
El VIH se identificó en 1983 en Estados Unidos como un retrovirus de la familia de los lentivirus y parte del estigma social se originó porque se presentó primero entre varones que mantenían prácticas homoeróticas.
“Lo que vio la Medicina fue que los pacientes que presentaban los síntomas tenían algo en común: prácticas homoeróticas o que se asumían como homosexuales, por lo que la epidemiología sospechó de una enfermedad gay, levantando las conciencias más conservadoras, y hubo quienes aprovecharon este hecho catastrófico que le ha costado la vida a muchos seres humanos para afirmar que era un castigo divino”, recordó.
“Los virus de transmisión sexual son más complicados porque su carga social suele ser muy moral. Se cuestiona a las personas que viven con el virus y se les atribuyen características que conllevan un estigma. Por ejemplo, personas cuyas prácticas sexuales son catalogadas por los sectores conservadores como anómalas o fuera de la norma” añadió.
Los registros de VIH en México comenzaron en 1983, cuando se detectaron 67 casos. En la década de los 90 se diagnosticaron tres mil 799 casos por año, en el 2000 fueron nueve mil 719; en 2010 se identificó 11 mil 340 y en 2019 se contabilizaron 17 mil 182.
En total se han registrado 315 mil 177 casos, de los cuales, la mayoría se presentaron en la Ciudad de México: 44 mil 684 (equivalente al 14.2% del total del país), 31 mil 376 en el Estado de México y 29 mil 874 en Veracruz. En contraste, Aguascalientes es el estado con menos casos (mil 832).
Del total, 255 mil 981 son hombres y 59 mil 196 mujeres. La incidencia por edad es mayor en el grupo de 25 a 29 años, en hombres (52 mil 235) y en mujeres (10 mil 262). Hasta el momento se han registrado 110 mil 9 defunciones, 189 mil 5 pacientes siguen con vida y 16 mil 163 tienen un estatus desconocido, detalló.
“En la primera década de la pandemia se hablaba de ‘sidosos’, en masculino, porque había mucha carga contra los varones homosexuales, después la humanidad se dio cuenta que era una pandemia extendida por todo el mundo, y no necesariamente implicaba una orientación sexual de por medio. Lo único que hace falta para adquirir el VIH es que entre al torrente sanguíneo, no importa tu práctica sexual, cuántas parejas tengas, ni tu orientación. El Sida no es un padecimiento sólo homosexual, incluso algunos infantes se infectan con el virus en el momento de nacer porque su madre es portadora del virus”, recordó Torres Cruz.
Actualmente, los mitos sobre agujas infectadas en cines o en el transporte público han desaparecido, pero aún hay quienes creen que el VIH se puede transmitir por un beso o un abrazo.
“Es un virus cargado de estigmas, y a pesar de los muchos esfuerzos que han intentado revertirlos, se sigue discriminando. Todavía hay muchas personas que pierden su trabajo cuando sus empleadores se enteran que son portadoras del VIH, e incluso algunas personas terminan sus relaciones de pareja al enterarse que el otro tiene VIH”, lamentó.
“Con el paso de los años han cambiado ciertas actitudes entre los grupos sociales. Gente muy joven no le tiene miedo al virus, o no existe este pánico moral tan fuerte como en las décadas de 1980 y 1990, porque ahora, aun sin una cura, los fármacos retrovirales son una estrategia eficaz no sólo para extender la vida de quienes viven con el virus, sino para prevenir nuevos casos de VIH”.
"Cuando alguien muere por el coronavirus, por ejemplo, no enfrenta ese estigma, se habla de gente buena que falleció. Durante los años ochenta quienes morían de Sida solía pensarse, sobre todo entre los sectores más conservadores, que se lo buscaron, que seguramente era homosexual o estaba haciendo algo malo. Esa es la diferencia. Por eso es paradójico: persiste el estigma, hay mucha discriminación y desinformación a pesar de que llevamos cuatro décadas conviviendo con el virus. Pero los jóvenes lo ven como algo crónico con lo que se puede vivir muchos años, como si tuvieran diabetes. Estamos entre esas dos cosas", acotó.
El virus tiene mayor prevalencia en términos epidemiológicos en hombres que se relacionan de forma sexual con otros hombres, pero presenta algunas particularidades por estratos sociales, género y etnia.
Las mujeres heterosexuales que viven en un supuesto ambiente de monogamia se infectan cuando su pareja no utiliza condón. El universitario explicó que esto está asociado a las altas tasas de violencia machista en el país y quienes adquieren el VIH suelen ser mujeres pobres y violentadas.
“En grupos indígenas la idea se vuelve muy compleja porque no hay políticas públicas para estos grupos. No hay campañas preventivas o estrategias de detección del virus, ni estrategias para incorporar a estas personas a los servicios de salud. La medicina tradicional no tiene muchos métodos para combatir al VIH”, advirtió el investigador.
“Hay que recordar que el VIH es, todavía, un virus que sigue presente. Aprovechemos el ímpetu del coronavirus para pensar en la carga moral que lo acompaña y recordar que hemos convivido 40 años con él. Cualquier persona lo puede adquirir, y si bien es un virus controlable, todavía es necesario mucho trabajo de conciencia social para disminuir el estigma al padecimiento”.