Brigitte Macron, una primera dama explosiva
PARÍS (apro).- Charlie Hebdo despliega una caricatura de una violencia sexista extrema en la portada de su edición del miércoles 10 de mayo.
La firma Riss, actual director del semanario satírico y sobreviviente del atentado terrorista perpetrado contra la revista el 7 de enero de 2015.
Emmanuel y Brigitte Macron están de pie con cara de felicidad total. La mano izquierda del flamante presidente francés acaricia el vientre de su esposa embarazada, casi a punto de parir.
Entre las dos siluetas se pueden leer cinco palabras: Il va faire des miracles! (¡Va a hacer milagros!)
Emmanuel Macron tiene 39 años y Brigitte 63. La alusión de Riss a esa diferencia de edad es tan virulenta que está generando una fuerte polémica en Francia.
No es la primera vez que la “pareja atípica” despierta sarcasmos en los medios masivos de comunicación y en la clase política gala. Burlas y alusiones de índole sexual empezaron tan pronto como Macron fue nombrado ministro de Economía e Industria el 26 de agosto de 2014.
Los reporteros de sociales y de la prensa femenina primero y luego periodistas de los demás medios de comunicación se echaron con avidez sobre la historia de esta iconoclasta profesora de provincia casada con su exalumno de teatro un cuarto de siglo más joven que ella...
Con el paso del tiempo y al calor de la campaña presidencial se fueron multiplicando y exacerbando los calificativos, poco amenos, a menudo discriminatorios, y humillantes contra Brigitte Macron.
“Asaltacunas”, “mujer puma”, “seductora botoxeada”, son tan solo algunos de ellos. No son, ni con mucho, los peores.
Pero la caricatura de Charlie Hebdo es la gota que derrama el vaso.
“¡Basta ya!”, exige un número creciente de mujeres en las redes sociales al tiempo que recalcan: “La diferencia de edad entre Emmanuel y Brigitte Macron es exactamente la misma que la que existe entre Melania y Donald Trump”. Y preguntan: “¿Por qué en el primer caso la situación resulta escandalosa y en el otro todo se ve normal?”.
Les responde Violaine Morin, periodista de Le Monde:
“El hecho de que una mujer de 63 años ya no pueda tener hijos es incuestionable. El fin de la fertilidad es antes que todo la señal del paso del tiempo que se imprime en el cuerpo de las mujeres. La situación de los hombres es distinta. Teóricamente pueden procrear hasta el día de su muerte. Con los años van teniendo sienes blancas y algunas arrugas a menudo consideradas como elementos de seducción, mientras que las arrugas femeninas son sinónimo de desaparición de la juventud y por lo tanto del deseo que despierta”.
Insiste la articulista del vespertino:
“Detrás de la idea de que una mujer que envejece ya no puede tener hijos, se esconde, en nuestra sociedad, otra idea mucho más perniciosa: mientras más joven, más deseable es una mujer. Por lo tanto, una mujer de más de 50 años tiene que desvanecerse. Al dejar de ser fértil debe volverse transparente porque ya no es objeto de deseo para los hombres”.
Peor aún, denuncia Morin, “la mujer no sólo desaparece como objeto de deseo, sino que la sociedad cuestiona su propio deseo”.
“De allí surge la expresión ‘mujer puma’”, explica por su parte la filósofa Michela Marzano, al insistir sobre esa metáfora que compara con un felino a una mujer madura atraída por un hombre más joven.
“Para muchos la sexualidad de una mujer de más de 50 años revela animalidad y tiene un carácter predador. Mientras que la de un hombre de la misma edad no plantea el mínimo problema a nadie…”, subraya.
Brigitte Macron no es la única Primera Dama francesa en ser objeto de críticas acerbas por parte de la prensa.
De hecho, todas las que la precedieron en el Palacio del Eliseo lo fueron: Yvonne De Gaulle y Anémone Giscard d’Estaing por ser demasiado discretas y opacadas por sus maridos; Claude Pompidou, por el contrario, debido a su fuerte personalidad, su fascinación por la alta costura y el arte contemporáneo; Danielle Mitterrand por sus convicciones de izquierda y su amistad con Fidel Castro; Bernadette Chirac por sus peinados acartonados, pero sobre todo por las múltiples aventuras extra conyugales que le impuso Jacques Chirac; Carla Sarkozy por su fama de “coleccionista de hombres”, su carrera de top model y sus escaso talento como cantante; y Valerie Trieweiler por el patético panfleto anti Hollande que publicó después de su efímera estadía en el Eliseo al lado del hoy expresidente de Francia.
Ninguna sin embargo tuvo que enfrentar el grado de violencia que se desata contra Brigitte Macron. Al igual que Violaine Morin y Michela Marzano, sociólogos y psicólogos subrayan que semejante violencia refleja el profundo bloqueo de la sociedad francesa, y esencialmente de su componente masculino, ante “la problemática de la evolución de la mujer madura y de su vida íntima”.
Una investigación del Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (INSEE) recalca que si bien la situación de Emmanuel y Brigitte Macron ya no es absolutamente excepcional, no deja sin embargo de seguir siendo “fuera de lo normal”.
Las cifras hablan por sí solas. En 1960 en 10% de los casos el hombre era más joven que su esposa. En 2012 --o sea, 52 años más tarde-- la proporción era tan solo de 14%, mientras que en 56% de los casos el hombre era mayor que la mujer y en 30% hombre y mujer tenían la misma edad.
En la mayoría de los casos de esposas de más edad que el marido, la mujer le llevaba a lo mucho 4 años a su cónyuge. En sólo 8% de las parejas la mujer tenía 10 años más que su marido. Pero una diferencia de 25 años es una situación estadísticamente insólita.
“Estos datos son reveladores de la correlación de fuerzas que sigue existiendo entre hombres y mujeres en nuestra sociedad. Falta mucho antes de que se imponga la igualdad de sexo en Francia y las mentalidades van a tardar en evolucionar”, subraya un tanto desanimado François de Singly, reconocido sociólogo de la familia.
Brigitte Macron lo sabe y, según sus colaboradores cercanos, se forjó un sistema de autodefensa a toda prueba.
Más le vale porque le van a seguir lloviendo ataques no sólo por su edad sino también por su intención de asumir “de manera dinámica” su papel de primera dama.
El tema también provoca escalofríos en círculos políticos y en la opinión pública de Francia. Muy borroso fue siempre el papel de la esposa del presidente, pero Emmanuel Macron tiene la firme intención de definirlo e, inclusive, de crear un estatus especial de Primera Dama, con responsabilidades específicas.
El presidente recién electo fue muy claro al respecto y nunca dejó de repetir que “Brigitte tendrá su oficina, su equipo de trabajo y sus campos de acción, pero no cobrará sueldo alguno por no haber sido elegida”.
Los asesores y colaboradores del flamante Jefe de Estado experimentaron la omnipresencia de la dama a lo largo de toda la campaña presidencial. Sus detractores también. Sin embargo, nadie afirma que Brigitte Macron se impone.
La situación es mucho más compleja, enfatizan al unísono los periodistas que escribieron libros --una media docena hasta la fecha-- sobre la fulgurante trayectoria política del líder de ¡En Marcha!
Todos hablan entre fascinados, extrañados o incomodos de la “ósmosis absoluta” que caracteriza a la pareja. Trabajan juntos, piensan juntos, deciden juntos. Casi nunca se separan. Se necesitan.
Brigitte Macron renunció a su carrera de profesora de francés en 2015 para dedicarse de tiempo completo a apoyar las funciones de su esposo como ministro de Economía. Y lo hizo en serio. Se impuso en el seno de su gabinete, se encargó de su agenda, le organizó comidas, cenas y citas profesionales. Lo puso en contacto con el Tout Paris de las artes y de la cultura.
Semejante hiperactividad despertó críticas tanto en su entorno como en la prensa. Emmanuel Macron paró a todo el mundo en seco. Explicó en una larga entrevista por televisión: “Nadie puede trabajar bien si no se siente feliz. La vida pública devora la vida privada. Brigitte tiene que entender lo que hago, tiene que involucrarse y a veces opinar”.
Y reiteró lo que ya había afirmado en su propio libro Revolución y repetido a todos los miembros de su equipo de trabajo: “Brigitte no es negociable”.