'Escrito en la historia. Cartas que cambiaron el mundo”
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Del autor de “Los Romanov”, Simon Sebag Montefiore, aparece ahora “Escrito en la historia. Cartas que cambiaron al mundo” (Crítica / Editorial Planeta / Paidós; traducción castellana de Gonzalo García, www.planetadelibros.com.mx. 308 páginas).
Amor, Familia, Creación, Valor, Descubrimiento, Turismo, Guerra, Sangre, Destrucción, Desastre, Amistad, Locura, Decencia, Liberación, Destino, Poder, Caída y Despedida son los temas de esta antología, con cartas de Simón Bolívar, Lucrecia Borgia, Cristóbal Colón, Catalina la Grande, Hitler, Frida Kahlo, Pushkin, Voltaire… (aunque el autor no incluya ninguna de Luwdig van Beethoven). Aquí presentamos dos cartas, del apartado Liberación, denominadas “Entre Simón Bolívar, Manuela Sáenz, y James Thorne, 1822-1823”.
https://youtu.be/CbGu7TUswgc
El Libertador
He aquí dos de adiós en el triángulo amoroso del Libertador, como se conocía a Simón Bolívar. “Soy el genio de la tempestad”, declaró este, que en unos pocos años de frenética lucha contra los españoles liberó el territorio que se corresponde con los estados modernos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia: la mitad de un vasto continente. Sólo Napoleón había logrado algo semejante a las conquistas de Bolívar. Pero este también fue un entusiasta del baile y el amor. A menudo las jóvenes se le entregaban para festejar la liberación de sus ciudades; Bolívar afirmó que las galanterías y el sexo estimulaban su genio, y que él deliberaba mejor cuando estaba en el centro de las fiestas y entre los placeres de un baile. El genio de la tempestad encontró una igual en Manuela Sáenz.
Tras convertirse en presidente de la Gran Colombia en 1819, Bolívar atravesó los Andes para conquistar Ecuador, donde conoció a Manuela, de veintidós años. Era la hija ilegítima de un noble español y una madre criolla; mientras estaba educándose en un convento había sido seducida por un oficial, y luego la casaron con James Thorne, un comerciante inglés mayor que ella. Exuberante, audaz, inteligente y sensual, Manuela se convirtió en partidaria y amante de Bolívar. Pero el libertador teme los compromisos y parece sentirse ahogado en las relaciones: “Dame tiempo”. En consecuencia, intenta frenar el entusiasmo de Manuela y enviarla de vuelta con su marido.
Simón Bolívar a Manuelita Sáenz
3 de julio de 1822
Apreciada Manuelita:
Quiero contestarte, bellísima Manuela, a tus requerimientos de amor, que son muy justos. Pero he de ser sincero para quien, como tú, todo me lo ha dado… es tiempo de que sepas que antes amé a otra con singular pasión de juventud, que por respeto nunca nombro.
No esquivo tus llamados, que me son caros a mis deseos y a mi pasión, Solo reflexiono y te doy un tiempo a ti, pues tus palabras me obligan a regresar a ti; porque sé que esta es mi época de amarte y de amarnos mutuamente. Solo quiero tiempo para acostumbrarme, pues la vida militar no es fácil ni fácil retirarse. Me he burlado de la muerte muchas veces, y esta me achaca delirante a cada paso… Permíteme estar seguro de mí, de ti… No podría mentirte. ¡Nunca miento! Que es loca mi pasión por ti, lo sabes. Dame tiempo.
* * *
Esta es la respuesta de Manuela: escribe una carta a su marido, y le envía una copia a Bolívar para asegurarse de que su tedioso matrimonio no la obligue más; el destino de Manuela está con Bolívar y lo seguirá a Bogotá.
Manuela Sáenz a James Thorne, 1823
No, no, no, hombre, por Dios… Señor, Ud. Es excelente, es inimitable, jamás diré otra cosa…
¿Ud. cree que yo, después de ser a querida de este general por siete años y con la seguridad de poseer su corazón, preferiría ser la mujer del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo o de la Santísima Trinidad?... Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que Ud. llama honor. ¿Me cree Ud. menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? ¡Ah, yo no vivo de las preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente!
Déjeme Ud., mi querido inglés. Hagamos otra cosa: en el cielo nos volvemos a casar, pero en la Tierra, no… como hombre Ud. es pesado. [En la patria celestial] todo será a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación… El amor [les gusta] sin placeres; la conversación, sin gracia, y el caminado, despacio; el saludar, con reverencia; el levantarse y sentarse, con cuidado; la broma, sin risa… yo, miserable mortal, que me río de mí misma, de Ud. y de estas seriedades inglesas, etc., ¡qué mal me iría en el cielo!... Basta de bromas; formalmente y sin reírme; con toda la seriedad, verdad y pureza de una inglesa, digo que no me juntaré más con Ud. Ud. es anglicano y yo atea, ese es el más fuerte impedimento religioso, pero [el hecho de] que estoy amando a otro y no a Ud. es el mayor y más fuerte [impedimento general]. ¿No ve Ud. con qué formalidad pienso?
Su invariable amiga, Manuela.
***
Manuela Sáenz combatió al lado de Bolívar, el ayudó con sus papeles; cuidó del herido, se hizo merecedora de un ascenso a coronel. En la vida de Manuela había rasgos sumamente liberados: vestía atrevidos uniformes de hombre, tenía aventuras con mujeres y sirvientes negros, desafiaba todas las convenciones.
En el palacio presidencial de Bogotá, en 1828, unos asesinos se abrieron paso hasta el dormitorio de Bolívar. Manuela repelió el ataque y, aunque ella recibió una paliza casi mortal, el Libertador pudo escapar; desde entonces él la llamó “Libertadora del Libertador”. Bolívar se retiró del poder y murió de tuberculosos, a los cuarenta y siete años, en 1830. Manuela, perseguida, falleció en la penuria en 1856. En 2007 se le concedió un ascenso póstumo a “generala” de Ecuador; en 2010 Venezuela le organizó un funeral de Estado.