Disney
¿Por qué fracasó la nueva Blanca Nieves?
Disney apostó por la forma y no por el fondo (fraternidad vs. envidia). Olvidó que la esencia del cuento reside en la conexión emocional y simbólica de los personajes con el espectador.Cuando se habla de clásicos del cine, es inevitable invocar Blanca Nieves y los siete enanos, de 1937. Fue el primer largometraje animado de Disney y un símbolo cultural. Basada en el cuento de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, su éxito se basó en una narrativa sencilla pero mágica, respaldada por innovaciones técnicas revolucionarias para la época. Con 418 millones de dólares recaudados, fue una de las películas más vistas del siglo XX.
En contraste, la versión de 2025, dirigida por Marc Webb y protagonizada por Rachel Zegler como Blanca Nieves y Gal Gadot como la bruja malvada, apenas recaudó 87.3 millones de dólares en su fin de semana de estreno (43 millones en Estados Unidos y 44.3 millones internacionales), de una inversión total de 250 mdd. Queda como un modelo de cómo el cine de fantasía pierde su esencia y mensajes en medio de lo políticamente correcto, las influencias y polarización.
La magia de la edición de 1937 residió en la capacidad de transformar un relato oral en una experiencia visual y sonora inolvidable. Fue un éxito por su innovador uso del color, narrativa cautivadora, dibujos animados y una estética que todavía resulta entrañable para muchas generaciones.
El remake perdió la fuerza narrativa y transformó la estética. Adaptada a las tecnologías y discursos actuales, el filme sufrió revisiones que no enriquecieron la historia, pero sí la despojaron de elementos mágicos. Una fue omitir la mención explícita de los enanitos en el título, por lo estigmatizante de llamarlos así. Ni modo de titularla Blanca Nieves y las siete personas de tamaño pequeño. ¿Cómo rehacer y narrar un cuento que ha celebrado la inocencia y la colaboración a lo largo de casi un siglo?
El reemplazo de los siete enanitos por “seres mágicos” generados por computadora, tras las críticas del actor Peter Dinklage (quien padece acondroplasia) por perpetuar estereotipos, enardeció a quienes defendían la interpretación de actores con enanismo.
La elección de Zegler, actriz de ascendencia colombiana por vía materna, detonó críticas racistas con argumentos puristas que recordaban que Blanca Nieves debía ser “blanca como la nieve”. Así empieza el cuento de los Grimm: la reina “tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano”.

El correctismo aplicado a este clásico es uno de los factores de su fracaso. Las posiciones políticas de las actrices encendieron la mecha. Gadot, exinstructora de combate de las Fuerzas de Defensa de Israel (un servicio militar obligatorio), apoyó públicamente a su país durante la guerra en Medio Oriente, mientras que Zegler tuiteó “Free Palestine” en plena promoción de la película. Esta incontinencia desató boicots de ambos bandos: grupos proisraelíes acusaron a Zegler de antisemitismo, activistas proPalestina rechazaron la participación de Gadot. Disney, atrapada en el fuego cruzado, organizó una premiere discreta y limitó las entrevistas. La película nacía en los escombros de la geopolítica.
Tampoco ayudaron las declaraciones de Zegler criticando la cinta original de 1937. Calificó al príncipe de “espeluznante” por “acosar” a Blanca Nieves. La actriz promovió una Blanca Nieves empoderada que liderará su reino usurpado.
El romance con el príncipe se diluyó; se introdujo un nuevo personaje intrascendente llamado Jonathan (interpretado por Andrew Burnap) en sustitución del héroe de la historia. Pero mientras intentaba ser feminista, mantuvo estructuras monárquicas sin cuestionarlas.
Mención aparte merece la nueva canción Waiting On a Wish que conmueve o Heigh-Ho de los enanitos que divierte, pero no a todos gustaron. Al final la audiencia no conectó: sólo 40% de las críticas en Rotten Tomatoes fueron positivas y la plataforma IMDb la calificó con apenas 1.6 sobre 10, un desastre.
En medio de la polémica brillan dos escenas de la película. La primera es la secuencia donde Blanca Nieves y los enanitos limpian la cabaña. La dirección de Marc Webb destaca porque Rachel Zegler actuó, cantó y bailó ante una pantalla verde, lo cual exige técnicas actorales, de interpretación, producción y animación muy profesionales. La escena original de 1937 simboliza fraternidad y magia, en tanto que la de 2025 es una opereta de efectos especiales, pero ambas con una gran dirección detrás.
La segunda es la coreografía de la bruja malvada antes de que ordene la búsqueda de Blanca Nieves. A diferencia de la secuencia en pantalla verde, la de Gal Gadot es una coreografía escénica a la manera de los musicales con bailarines y efectos visuales reales, iluminación y vestuario (como la refulgente capa de la bruja) que recreó el expresionismo alemán.
La intención fue modernizar y extraer la máxima fotogenia de la villana (Miss Israel 2004) para adaptarla al gusto estético del siglo XXI. En ambos casos Disney apostó por la forma y no por el fondo (fraternidad vs. envidia). Olvidó que la esencia del cuento reside en la conexión emocional y simbólica de los personajes con el espectador. Sólo el estreno del filme, el 21 de marzo en equinoccio de primavera, conserva el toque simbólico de 12 horas de luz y 12 de oscuridad, la eterna lucha del bien contra el mal.

El cuento de Blanca Nieves está cargado de simbolismos. Siete es un número simbólico y sagrado desde tiempos inmemoriales, por ser el día que Dios descansó después de crear el mundo en seis días. Los enanitos representan la diversidad humana y la importancia de la cooperación; las joyas en la mina aluden a la búsqueda en nuestro interior más profundo para encontrar el tesoro oculto, lo más valioso y la riqueza inherente de cada ser.
El filme de 1937 transmitió estas ideas esotéricas de una manera que trascendió generaciones. La edición de 2025 se enfocó en elementos más cinematográficos como la belleza de Gadot, el encanto activista de Zedler y animaciones tecnológicamente sobresalientes, sin la magia de la amistad, sin el mensaje central del relato ni la universalidad de los símbolos. Un desencuentro generacional y un cambio de valores en la era de polarización.
Blanca Nieves 2025 demostró una realidad de las industrias culturales: el éxito nunca está asegurado. Decisiones artísticas, estrategias de marketing, coyunturas políticas, la militancia de las actrices, la intolerancia de las audiencias y el protagonismo del streaming influyen en la percepción del público.
Los símbolos y arquetipos del cuento original (la manzana como tentación, los enanos como representación de la psique humana, las joyas extraídas de la mina como metáfora de la riqueza interior) pertenecen a un imaginario cada vez más alejado de las nuevas audiencias.
La estrategia de Disney de reformular sus clásicos sin atreverse a transformarlos radicalmente ha creado productos híbridos que no satisfacen ni a tradicionalistas ni a progresistas. Porque mientras los cuentos y las estrategias de producción perduran, las sociedades cambian.
El consumo cinematográfico también se ha transformado drásticamente. El streaming ha fragmentado audiencias y modificado expectativas. Películas que atraían masivamente a las salas ahora compiten con contenidos disponibles en plataformas digitales. Se erosiona el carácter de evento cultural de los estrenos de Disney. La saturación de contenidos y la rápida difusión de opiniones negativas convierten una película esperada en un fracaso inmediato, aun cuando cuente con altos presupuestos, elencos de renombre y esfuerzos creativos notables.

El descalabro de Blanca Nieves 2025 son los dos lados del espejo entre una tradición narrativa profundamente arraigada y una reinterpretación que, en su afán de ser contemporánea, perdió la magia de un cuento arquetípico.
El verdadero éxito radica en conectar emocionalmente a través de relatos que, más allá de lo políticamente correcto, hablan del alma humana. Disney rompió el encanto y mordió su propia manzana envenenada. ¿Quién la despertará de su sueño?
Twitter: @beltmondi