Elisur Arteaga Nava
El fin de Badiraguato como destino turístico
De pretextos no careció AMLO para hacer la visita a Badiraguato y razones no le faltarán a la señora Sheinbaum para no hacerlo.Claudia Sheinbaum, antes de que pasaran tres meses de haber asumido la presidencia de la República, ha comenzado a poner un sello propio a su mandato. Es pequeño; casi no se nota. El cambio está relacionado con el combate a la delincuencia organizada. Algo es algo. En lo demás todo sigue igual: la misma verborrea, culpar a los que antecedieron a AMLO de todo lo malo; muchas promesas y no pocos proyectos al estilo de su mentor: incosteables, faraónicos y de relumbrón.
Ha permitido que Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, emprenda una lucha real contra la delincuencia organizada. Lo de no acatar el laudo arbitral en lo relativo al maíz transgénico es una mera escaramuza. Quiere aparentar ser nacionalista. No lo es.
La presencia de García Harfuch en el territorio del estado de Sinaloa y los éxitos preliminares alcanzados por el equipo que encabeza, deben estar preocupando a AMLO, al gobernador Rocha y a Andresito. Al primero, porque la actuación del secretario ha puesto en evidencia la incapacidad y hasta su posible complicidad con el crimen organizado; al gobernador Rocha, a quien defendieron a capa y espada AMLO y Claudia Sheinbaum, por cuanto a que pudieran salir a la luz pública sus posibles nexos con la delincuencia organizada. El hecho de que el Mayo Zambada haya dejado su escondite para una hipotética reunión con el gobernador indica que era verosímil la reunión, en la que se le tendió la trampa que ahora lo tiene hospedado en una cárcel de los Estados Unidos de América; y a Andresito, lo debe tener preocupado por cuanto a que, poco a poco, ve alejar de su persona las posibilidades de acceder a la presidencia de la República en el año de 2030.
En un corto plazo la persecución de los delincuentes ha puesto en evidencia la inoperancia de la política de “abrazos y no balazos” que AMLO tomó como pretexto para no combatirlos.
Omar García Harfuch, con sus éxitos iniciales y su discreción, apunta para destinos más altos. En una de esas y pone en paz y en orden, primero a Sinaloa, enseguida a Guerrero, después a Guanajuato y, finalmente, a Chiapas. De lograrlo, no habrá AMLO ni Andresito que lo paren.
Ante esas circunstancias no faltará quien le diga a Sheinbaum cosas feas de Omar García Harfuch: que su abuelo Marcelino García Barragán era secretario de Defensa cuando lo de la matanza de Tlatelolco; que su padre, Javier García Paniagua, fue presidente del PRI y secretario de la Reforma Agraria y del Trabajo del presidente José López Portillo. Es decir, represor uno y priista de hueso colorado el otro.
El rompimiento, de haberlo, dependerá mucho de las acciones que emprenda Donald Trump los primeros días de su presidencia y de lo debilitada o fortalecida que salga Claudia Sheinbaum del impacto que aquellas tengan en México. Una crisis migratoria incontrolable, un ataque armado, cualquiera que sea su presentación, a los centros de producción de droga, a los que las Fuerzas Armadas: Ejército, Marina y Guardia Nacional no hagan frente o no lo impidan o, finalmente, un gravamen del 25% a las mercancías mexicanas, la debilitarían gravemente.
Ante una agresión armada de parte de Estados Unidos al territorio nacional, con el pretexto de combatir la delincuencia organizada, es evidente que, a pesar de que el Ejército, Marina, Fuerza Aérea y Guardia Nacional existen y reciben una partida generosa del presupuesto federal para la defensa exterior de la nación (art. 89, frac. VI constitucional), no intervendrán. Nos quedaremos con el chipote y la vergüenza de haber sido agredidos de nueva cuenta por la nación del norte.
Ya se vio que la presidenta, para eso de las humillaciones y burlas, apuesta a la desmemoria de la gente. Ante la risa burlona del auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, declaró: “De los mexicanos nadie se burla”. Hasta la fecha, cuando menos yo, no he sabido de ninguna reacción de su parte en defensa de nuestro honor.
Con un precedente de esa naturaleza, es de suponerse que, ante una nueva agresión armada extranjera, es factible que también salga con que de los mexicanos nadie se burla y, de nueva cuenta, no haga absolutamente nada. Así lo han hecho los peores presidentes que ha tenido México: Antonio López de Santa Anna y Victoriano Huerta. En 1914, ante la invasión norteamericana al Puerto de Veracruz, fueron los civiles y los cadetes de la escuela de marinos los que defendieron el territorio nacional.
De producirse un ataque armado, ése pudiera ser el pretexto o razón que provoque un peligro mayor; una agresión exterior fue una de las condiciones que AMLO puso para regresar de su autoexilio. No sabemos qué hará: si recurrirá al sistema de guerra de guerrillas, si se pondrá al frente de las Fuerzas Armadas mexicanas o tomará el Zócalo, avenida Juárez y Paseo de la Reforma en defensa del territorio nacional. Ese hombre es impredecible.
Más a la corta que a la larga, Donald Trump obligará a la presidenta mexicana a adoptar medidas con las que AMLO no va a estar de acuerdo y que sean diferentes de las políticas que éste adoptó durante su sexenio y que llevaron al país al desgobierno y la anarquía.
Existen motivos que han debilitado a Claudia Sheinbaum y puesto en evidencia que no sabe de política ni de leyes: que para toda acción que ha emprendido invoca que lo hace siguiendo las instrucciones que el pueblo le dio en la elección celebrada el junio pasado. En todo momento invoca el mandato popular. Ése es un recurso demagógico.
Si se hiciera una encuesta entre los mexicanos respecto de temas fundamentales como la reforma judicial, la eliminación de la reelección en todos los niveles, el maíz transgénico o eliminar a los legisladores de representación proporcional, vería que 95% de los encuestados no tiene idea de lo que se trata. Tampoco se darían por enterados de que alguien, la señora Sheinbaum, está actuando en su nombre.
Todos los demagogos reclaman para sí un monopolio: el ser intérpretes de la voluntad popular. También se hacen llamar defensores de los que menos tienen. Viven para servir al pueblo. Ése es un expediente muy socorrido. Los casos de Nicolás Maduro, Evo Morales y Daniel Ortega lo prueban. Hacerlo, a pesar de ser una práctica muy trillada, sigue dando dividendos políticos.
No todo es negativo: un signo evidente de que Claudia Sheinbaum ha asumido una política propia y, por lo mismo, diferente de su mentor es que, a pesar de que lleva tres meses en la presidencia de la República, no ha visitado ni una sola vez Badiraguato; no lo ha hecho para inaugurar una sucursal del Banco de Bienestar, una guardería o un equipo de sonido. Cierto: la mamá y abuela de los Chapos, que ameritaba las constantes visitas presidenciales, ya murió, con lo que desapareció una de las razones que motivaban las visitas de AMLO.
De pretextos no careció AMLO para hacer la visita a Badiraguato y razones no le faltarán a la señora Sheinbaum para no hacerlo.