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Médicos Sin Fronteras a 40 años en México: “Nos preocupan las consecuencias de la violencia”

En entrevista, el director de MSF, José Luis Michelena, hace un balance del trabajo de la organización en nuestro país, desde apoyar en casos de desastres naturales a atender temas de salud mental y capacitar a médicos por la violencia generada por el crimen organizado.
lunes, 20 de octubre de 2025 · 05:00

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En 1985 la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) llegó a México, movida por la catástrofe que dejó en la capital del país el terremoto de 8.1 en la escala de Richter.

A 40 años las “catástrofes” originadas por la acción de la naturaleza siguen provocando que los gobiernos colapsen y se vean rebasados ante las diversas necesidades de los damnificados, considera José Luis Michelena, director ejecutivo de MSF en entrevista.

En el contexto del cuarenta aniversario de la presencia de MSF en México, en entrevista con Proceso, Michelena hace un balance de la evolución que ha tenido la colaboración de la organización en nuestro país, que ha transitado de apoyar en la atención médica tras el paso de desastres naturales a atender temas de salud mental en comunidades azotadas por la violencia generada por el crimen organizado.

La charla con Michelena ocurre en momentos en que organiza un equipo de profesionales de la salud de MSF con fines de exploración de las necesidades de la población afectada por las intensas lluvias y dejaron un saldo de 70 personas fallecidas y 72 desaparecidas, al cierre del 16 de octubre.

José Luis Michelena. Coordinación con el gobierno. Foto: Facebook.

“El IMSS Bienestar nos reportó algunas comunidades con clínicas afectadas en Hidalgo, enviamos un equipo pequeño y estamos en proceso de ver qué se necesita y qué tipo de apoyo; el equipo está yendo a las clínicas para hacer una especie de levantamiento de cuáles son las necesidades, qué tipo de suministros o equipo médico hay que traer, qué se puede construir ahí mismo, y a partir de ahí ya se desplegará toda la capacidad posible que, obviamente, hay que coordinar con las autoridades locales”.

Al señalar que tras las recientes lluvias MSF está realizando un monitoreo más amplio en los estados afectados por lo que el gobierno federal ha llamado “lluvias atípicas”, José Luis Michelena explica que, en desastres naturales, la primera etapa de atención a la población afectada es “el restablecimiento de las comunicaciones, de los caminos, etcétera, y luego, ya en una segunda fase, viene todo el tema de la atención médica”.

Cuenta que tras la devastación de Acapulco por el paso del huracán Otis “lo más importante de nuestra intervención, que duró varios meses, fue trabajar con las unidades hospitalarias y con la municipalidad, digamos, para atender los posibles casos de dengue”.

El director ejecutivo de MSF explica que “una catástrofe de magnitudes, pues un poco como lo que estamos viendo ahora, siempre colapsa (...) por eso organizaciones como nosotros inmediatamente respondemos, porque sabemos desde el primer momento que el Estado va a estar rebasado, porque son cosas muy grandes y que afectan en todos los ámbitos, en el acceso a la salud, el acceso al agua, a la electricidad, la comunicación entre comunidades”.

Al reconocer que para atender de manera efectiva ante una emergencia como la que ha sacudido a los estados de Veracruz, Hidalgo, San Luis Potosí, Puebla y Querétaro “se necesita una respuesta coordinada y muy compleja”, y que a lo largo de los años “el Estado mexicano, por ejemplo, también ha sabido integrar el trabajo de las organizaciones en esa respuesta y que no sea todo aislado y descoordinado”, sobre todo a partir de la creación de comités de emergencia “que permiten que no se dupliquen esfuerzos, que se lleve precisamente la ayuda que se requiere y no otra”.

Tras reconocer que en los últimos cuarenta años MSF ha constatado “un gran avance” en el “proceso de aprendizaje” sobre la atención de emergencias, José Luis Michelena descartó que organizaciones como la que representa puedan fijar una posición sobre si eran previsibles las consecuencias de las tormentas registradas.

“Eso es un tema más como de los meteorólogos, ¿no? En ese sentido Médicos sin Fronteras no se mete en la predicción de los desastres. No nos toca a nosotros decir ‘esto se pudo haber prevenido o no’. Nos toca responder cuando hay una necesidad no cubierta de salud y obviamente coordinarnos con el gobierno”, aclara.

 

Un ejército de profesionales

Con una plantilla de 400 profesionales de salud, MSF ha asistido a la población en los desastres provocados por el huracán Paulina en Oaxaca (1997), a damnificados del huracán Mitch (1998), a población de las costas de Oaxaca afectada por un sismo de 7.4 grados (1999); auxilió a afectados por el huracán Isidoro (2002), apoyó a víctimas de inundaciones en Tabasco (2007), en 2017 atendió a personas afectadas por los terremotos del 7 y el 19 de septiembre de 2017 en Oaxaca, Puebla, Estado de México, Morelos, la Ciudad de México; participó en la atención a la población migrante durante la pandemia del covid-19 (2020) y dio asistencia médica en Acapulco por la devastación causada por el huracán Otis en 2023.

Además de esas acciones emergentes MSF también ha realizado campañas médicas en zonas de difícil acceso, como en la Sierra Mixteca de Oaxaca (1999), los Altos de Chiapas (2000), la Sierra de Guerrero (2002), y atención médico-psicológica a migrantes desde 2012, así como asistencia en salud mental a población expuesta a violencia, como a familias de los estudiantes de Ayotzinapa (entre 2014 y 2015) y a pobladores de Nochixtlán, Oaxaca (2016), campañas médicas para la atención de enfermedades como dengue, la enfermedad de Chagas y tuberculosis.

En cuanto a la atención médica y psicológica por temas de violencia provocada por el crimen organizado, MSF ha trabajado en Acapulco, en la Sierra de Guerrero, en Tamaulipas, con población desplazada en Chiapas, en algunas regiones de Michoacán y Ciudad Juárez.

El director ejecutivo de MSF resalta que una de las características de la organización es que ha ido adaptándose a las necesidades de la población, no sólo actuar de manera puntual en contingencias como los desastres naturales.

En ese sentido, la atención a la población cercada por la violencia provocada por el crimen organizado se ha convertido en uno de los objetivos fundamentales de la organización.

Servicio en comunidades. Foto: Médicos Sin Fronteras

“Se viene todo este fenómeno de violencia en el país que tiene distintos efectos y a nosotros nos preocupan las consecuencias de la violencia, las consecuencias médicas en la salud y en la salud mental, entonces hemos ido orientando nuestras intervenciones en función de necesidades que identificamos y que consideramos que ahí hay un espacio en el que no vamos a duplicar sino que vamos a aportar”, resalta Michelena.

Entre los ejemplos de intervención en zonas de altos índices de violencia, pone a los aportes de MSF en ciudades como Nuevo Laredo, Matamoros y San Fernando, en Tamaulipas.

“Había todos estos eventos de violencia muy serios, los hospitales recibían heridos en masa o en gran cantidad y entonces lo que hicimos fue apoyar a los hospitales en el diseño de sus salas de urgencia, donarles equipamiento, darle entrenamiento a los médicos y enfermeras para dar respuesta a llegada de heridos en masa, rediseñar incluso el flujo de las salas de urgencia, reconstruirlas en algunos casos, en un esfuerzo de buscar en dónde podemos llevar un valor añadido a partir de la experiencia que hemos ganado en otros países”, cuenta.

 

Crimen organizado, la otra catástrofe

Michelena explica que la experiencia internacional de MSF en contextos de conflictos armados le ha permitido a la organización operar en regiones donde la violencia del crimen organizado ha dejado a la población civil desprotegida, sin servicios médicos.

“Hemos traído al contexto mexicano esta capacidad de negociación y de ser percibidos por las comunidades como un actor que está ahí sólo para ayudar, una experiencia que nos viene de cualquier contexto que se te ocurra, de cualquier contexto de conflicto y de violencia que ha sido muy productivo en términos de lograr entrar y que seamos aceptados por todos los grupos, digamos, armados, y desarrollar nuestras operaciones prácticamente sin ningún incidente”, resalta.

Un ejemplo de cómo profesionales de salud han podido operar es la región de Tierra Caliente de Guerrero, donde “debido a la violencia muchas comunidades habían sido parcialmente abandonadas, incluyendo las clínicas rurales, ahí la verdad es que Médicos Sin Fronteras tiene como un nivel de aceptación muy importante y por eso es que hablamos de nuestra imparcialidad y nuestra neutralidad en el sentido de negociar con todos los actores y ser muy transparentes en términos de lo que vamos a hacer ahí, que es simplemente ayudar a las personas”.

La organización actualmente tiene presencia en Ciudad Juárez, Tapachula y Ciudad de México.

En la frontera norte se trabaja “en las comunidades afectadas por la violencia, estamos atendiendo a población local o desplazados internos mexicanos”, luego de que ha cambiado la situación con la población migrante por la política del actual gobierno de Estados Unidos.

En la frontera sur, Médicos Sin Fronteras apoya a la población migrante que está en espera de su regularización por parte del gobierno mexicano, a la que además de proporcionar servicios de salud también se le apoya con intérpretes, que “traducen y ofrecen un poco de trabajo social para orientar a las personas y vincularlas con las autoridades, referirlas a las instituciones”.

En la Ciudad de México la organización cuenta con dos proyectos, uno de ellos es “una serie de unidades móviles que se están desplazando a la periferia, al Valle de México, para atender a población migrante”, y el otro es un “centro de atención integral en el que atendemos a personas que han sufrido situaciones de violencia extrema, de secuestro, de tortura, etcétera”, explica José Luis Michelena.

A 40 años de tener presencia en el país, el director de MSF sostiene que la intención es seguir trabajando en México, “para dar respuesta no sólo a nuestra capacidad de responder en términos de proyectos de intervenciones médicas, sino también por la vinculación que hemos tenido con la sociedad en muchísimos otros ámbitos, es decir, el intercambio de experiencias con las autoridades, con la academia, con otras organizaciones de la sociedad civil”.

Más aún, la presencia de la organización en México les ha permitido el “reclutamiento de personas, de profesionales médicos y no médicos que ahora forman parte del pool internacional que trabaja en distintas partes del mundo, en Gaza, en Ucrania, en Yemen, en Congo, los mexicanos han demostrado tener un perfil muy capaz precisamente porque tienen ya experiencias trabajando en comunidades acá en México, en condiciones que se asemejan mucho a nuestros proyectos en otras partes del mundo”, puntualiza José Luis Michelena.

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