Décimo aniversario luctuoso

Julio Scherer García, el periodista que el poder no pudo doblar

Jamás complaciente ante el poder, Julio Scherer García pudo conocer a lo largo de su carrera a los hombres que en sus manos tuvieron el destino de México. Mandatarios como Díaz Ordaz, Salinas o Peña Nieto le reclamaron al periodista “traiciones” y “agravios” tras exhibir sus abusos y corrupción.
martes, 7 de enero de 2025 · 05:00

“Sólo una pregunta: ¿continuará en su actitud que tanto lesiona a México? ¿Continuará en su línea de traición a las instituciones, al país?”
(Gustavo Díaz Ordaz en Los presidentes).

“Antes me había dicho el presidente: ‘Yo también tengo un agravio’”
(Carlos Salinas de Gortari en Estos años).

“La revista Proceso, por ejemplo, no se portó bien con nosotros.”
(Andrés Manuel López Obrador, 22 de julio de 2019).

 

A lo largo de su carrera Julio Scherer García tuvo la oportunidad de conocer desde 1964 y hasta su muerte en 2015 a los hombres que gobernaron México. La influencia del periodista es tan grande que incluso después de su muerte se volvió un personaje habitual en las conferencias de prensa del presidente Andrés Manuel López Obrador. 

?Como dejó escrito en uno de sus libros, Scherer entendía la crítica al presidente como una parte insoslayable de su trabajo. Sin embargo, para ejercer esa crítica primero era necesario conocer a los jefes del Ejecutivo mexicano. Por esa razón se acercó a ellos en la medida de sus posibilidades, con la necesidad de entender quiénes eran, cómo habían llegado al poder, qué los movía y cómo utilizaban el poder. 

Esta relación con los presidentes fue cambiando con el paso del tiempo. La primera época transcurrió entre 1964 y 1982, cuando Scherer pudo estar cerca de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo. De las experiencias vividas junto a esos personajes surgió la mayor parte de uno de sus libros más importantes: Los Presidentes, publicado en 1986; y también esos 18 años se convirtieron en el parámetro con el cual contrastó a los otros mandatarios que conoció.

Las relaciones de Scherer con el resto de los presidentes no fueron iguales a las que tuvo con los tres primeros. Miguel de la Madrid prefirió mantenerse lejano del director de Proceso, lo que complicaba la labor de la revista para conseguir la información que necesitaba para brindarla a sus lectores. 

Con Carlos Salinas de Gortari volvió el acercamiento entre el periodista y el jefe de Estado, pero de una manera que a veces superó a lo que Scherer había vivido años antes con Luis Echeverría o José López Portillo. Scherer y Salinas tuvieron una relación por momentos cercana, pero al final ese trato se rompió cuando Scherer supo que Salinas había sondeado con Vicente Leñero la posibilidad de que “Proceso trascendiera a su director”.

El contacto con Ernesto Zedillo, que al principio fue cordial, pronto decayó en una relación estrictamente formal debido a que el nuevo presidente tampoco estaba contento con la línea editorial de Proceso. Junto con Zedillo los siguientes jefes del Ejecutivo tampoco tuvieron una relación cercana con el periodista. 

El director de Proceso nunca dejó de criticar a los presidentes priistas por permitir la corrupción y la impunidad en México, pero al revisar los libros en los que habló de ellos también señaló algún aspecto positivo: Díaz Ordaz le ayudó a viajar por Latinoamérica para que entrevistara a varios mandatarios, Echeverría enviaba regalos a su familia, López Portillo le ofreció ayuda cuando Proceso tuvo problemas económicos (causados por el propio gobierno, por cierto), De La Madrid tuvo el detalle de enviarle a la esposa de Scherer un bello ramo de rosas y Salinas, además de que visitó las oficinas de Proceso, le ofreció que su gobierno no presionaría a la revista. 

Con Díaz Ordaz, ruptura inevitable. Foto: Archivo Procesofoto

Esto no quiere decir que, a cambio de la línea editorial, primero de Excélsior y luego de Proceso, se volvieran gobiernistas; en realidad ocurrió lo contrario. El periódico y la revista dirigidos por Julio Scherer siempre tuvieron una actitud crítica hacia el gobierno, que al final detonaba la ruptura entre el periodista y los presidentes. 

Scherer entendía que era fundamental estar cerca de quienes gobernaban para así tener información que le era crucial para su trabajo, pero de ninguna manera eso provocaba un compromiso con los jefes de Estado, o al menos Scherer así lo entendía. 

En su relación con los presidentes priistas (descontando a Enrique Peña Nieto) hay un patrón que se repitió en la mayoría de los casos: primero, un acercamiento debido a la importancia de Julio Scherer como subdirector y director de Excélsior, y luego como director de Proceso y uno de los periodistas más importantes de México. En esa primera etapa siempre había una ambivalencia: ¿hasta dónde debía llegar la cercanía? ¿Era correcto o no recibir presentes del presidente de la República? 

Pronto hubo otros momentos en los que esos regalos cruzaban una línea que Scherer no estaba dispuesto a tolerar. Cuando estaba a punto de salir del país para viajar por Latinoamérica, gracias al respaldo del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, recibió un sobre que “calentaba billetes de cien dólares” y que Scherer rechazó, lo que llevó al entonces secretario de la Presidencia, Emilio Martínez Manautou, a decirle una frase que con el paso del tiempo sería muy pesada: “Ofenderás al presidente, tu amigo”.

Porque en ese momento era obvio que existía el conflicto entre la cercanía personal y la ética profesional. Scherer podía recordar, que cuando era niño, jugó con su primo José López Portillo y que aceptó ir a desayunar a la residencia particular del presidente Carlos Salinas de Gortari y, a cambio, lo invitó a cenar a su casa; pero no podía permitir que esa cercanía afectara el trabajo que ya para ese momento Proceso estaba realizando, algo que ni a López Portillo ni a Salinas les gustaba. 

Salinas. Con el entonces presidente, una relación por momentos cercana: Foto: Archivo Procesofoto

Para Julio Scherer el periodismo era un contrapeso en un Estado en el que el poder de la Presidencia lo envolvía todo. Como menciona en Los Presidentes, tenía claro que no era su función complacer al primer mandatario ni servir al gobierno: “(el presidente) era un hombre entre los hombres y si se equivocaba, se equivocaba él y no sus secretarios. Y si cometía errores, los cometía él y no sus ayudantes. Y si mentía, él era el falaz y no los críticos de su política.”

Empero, no podía durar esta relación en la que Scherer se acercaba a los presidentes buscando información para sus notas en Excélsior y Proceso, y mientras tanto los jefes del Ejecutivo halagaban al periodista para que fuera servicial con el poder. 

Scherer nunca aceptó ser parte de ese juego tan común entre la prensa y el gobierno en México. Tarde o temprano la ruptura sería inevitable. El alejamiento entre Díaz Ordaz y Scherer y las amenazas de bomba que sufrió Excélsior en 1969 son una prueba de ello, así como el retiro de la publicidad gubernamental de Proceso en los años de José López Portillo.

Sin embargo, el instante más grave de ruptura con un presidente en la vida de Julio Scherer ocurrió el 8 de julio de 1976, cuando la cooperativa de Excélsior obligó a su director general a salir de la empresa acusándolo de hacer fraude con unos terrenos que eran propiedad del diario. 

Sobre Fox: "Un ser alejado de la realidad". Foto: Archivo Procesofoto

Scherer y sus colaboradores esperaban el respaldo del presidente Echeverría para solucionar el conflicto en su favor, pero pronto se dieron cuenta de que él lo causó para así deshacerse de un grupo de periodistas que, al final de su sexenio, estaban siendo cada vez más críticos, lo que complicaba todavía más el momento de la transición presidencial. 

Aunque las amenazas a Excélsior, los constantes boicots de anunciantes y el golpe de 1976 fueron momentos de gran tensión para Julio Scherer, al final su talento, los apoyos que había conseguido a lo largo de su carrera y su reputación como periodista honesto siempre le permitieron salir adelante. Al final de su carrera él ya se había convertido en un referente de la lucha por la libertad de expresión en México. 

Choque con los panistas

Ahora bien, así como Scherer tiene una relación compleja, pero cercana con casi todos los presidentes que gobernaron entre 1964 y el año 2000, en el siglo XXI las circunstancias cambiaron. El país vivió dos gobiernos panistas y el regreso del PRI, aunque sólo por un sexenio.

La Presidencia de la República había perdido mucho poder. Ahora se le enfrentaban los gobernadores, empresarios, la Iglesia, el Ejército, la sociedad civil y el crimen organizado. Esas circunstancias también influyeron en las relaciones que Scherer tuvo con Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Especialmente al último lo consideró simplemente como un hombre que se comportaba como los presidentes anteriores y no tenía nada más que ofrecer. 

Con Felipe Calderón el conflicto fue mayor. Foto: Germán Canseco

Pero con Vicente Fox y Felipe Calderón las críticas de Julio Scherer fueron mucho más duras que con los otros presidentes. En los libros La Pareja y Calderón de cuerpo entero, Scherer muestra que no sólo los critica por mantener vivas la corrupción e impunidad –a los que consideraba los dos males de México–, sino que los juzgaba realmente incapaces de ejercer el oficio de presidentes. 

En el caso de Vicente Fox, a lo largo de La Pareja, Scherer insiste en una misma idea: Fox era un ser ignorante, mediocre, totalmente alejado de la realidad nacional que pudo ser un gran candidato, pero al momento de llegar al poder se convirtió en un pésimo jefe de Estado que toleró la corrupción, se comportó de una manera totalmente inapropiada para un jefe del Ejecutivo, y deja claro que no cree en él. Si bien tuvieron un breve contacto, el director de Proceso recalca que Fox no es el hombre que México necesitaba para resolver sus problemas.

Con Felipe Calderón el conflicto fue mayor. Para Scherer, Calderón fue un presidente corrupto que violaba la constitución como le venía en gana y que algún día pagaría por los inocentes y desaparecidos de la guerra contra el crimen organizado. 

Incluso –gracias a Carlos Castillo Peraza– documentó su alcoholismo. Es como si a Fox y a Calderón los condenara no sólo por mantener vivas la corrupción e impunidad, sino también por no haber cumplido la promesa de que ellos serían diferentes a los presidentes de la era priista.

Peña Nieto. Administración de la corrupción. Foto: Miguel Dimayuga

Scherer en las mañaneras de AMLO

Julio Scherer falleció en 2015, pero su influencia se mantuvo durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. El director de Proceso fue mencionado en diversas ocasiones durante las conferencias de prensa mañaneras del gobierno mexicano entre 2018 y 2024. López Obrador dijo constantemente que Scherer era un “Francisco Zarco del siglo XX”, ya que para él ese periodista representaba a uno de los más importantes de la historia de México por su cercanía con Benito Juárez y su compromiso con la información y los valores del liberalismo. 

López Obrador señaló en varias ocasiones que él y Scherer “se querían mucho”, e inclusive llegó a decir que el periodista le pidió su opinión sobre alguno de los reportajes que Proceso publicó. Además de hacer mención en varias conferencias de prensa del golpe a Excélsior en 1976, López Obrador también aseguró que antes de hacer su famosa entrevista con Ismael el Mayo Zambada, Scherer se comunicó con él para avisarle. Es como si AMLO hubiera buscado a lo largo del sexenio apoderarse de la imagen de Julio Scherer y asociarlo a su propia narrativa de gobierno. 

Proceso fue la razón para hacer eso. Durante todo su sexenio AMLO insistió en que la revista se había “derechizado”, era “amarillista”, “estaba al servicio del conservadurismo” y que el mismo Julio Scherer estaría decepcionado de ver lo que sus sucesores hicieron con su proyecto. 

Esta constante crítica a Proceso tiene que ver con otra idea que AMLO deseaba poner en el debate público: el periodismo debe involucrarse en la transformación del país, algo con lo que, dice el expresidente, Julio Scherer no estaba de acuerdo.

Para Scherer, como queda claro por su experiencia en Excélsior y Proceso, el periodismo tenía la obligación de informar a la sociedad, y para eso tenía que criticar a los gobernantes, fueran del partido que fueran. Pero transformar al país no es responsabilidad de los periodistas sino de los ciudadanos, y menos cuando esa transformación en realidad busca respaldar al gobierno en turno, como pretendía López Obrador.

En realidad, las críticas de López Obrador a Proceso tenían como origen el enojo del presidente ante una revista que estaba dispuesta a seguir el camino que le había señalado su fundador: informar a la sociedad y criticar al poder. 

López Obrador al final coincidió con sus antecesores por la crítica que hizo del trabajo de Proceso. Casi todos dejaron testimonios de su desagrado por la manera en que Scherer usaba la información que obtenía (muchas veces por su cercanía con los presidentes). Les parecía que esa información era tendenciosa, que las fuentes noticiosas no eran confiables y hasta llegaron al punto de calificar el trabajo de Scherer como una traición a las instituciones y al país.

Lo cierto es que Julio Scherer jamás fue un periodista complaciente con el poder. De hecho, esa es una de las razones por las que, a diez años de su muerte, sigue presente en el debate público. Acercarse a los presidentes no fue para conseguir su amistad, sino para obtener información. Pero muchos de ellos sí creyeron que podrían “domar” al periodista para que los apoyara, y cuando se dieron cuenta de que eso no iba a ocurrir de inmediato vino la ruptura.

La influencia de Julio Scherer se mantuvo durante el sexenio de López Obrador. Foto: Eduardo Miranda

¿Julio Scherer habría apoyado al gobierno de López Obrador? Es imposible saberlo, El director de Proceso falleció tres años antes de que AMLO ganara la Presidencia.

Pero sí podemos suponer qué habría ocurrido si tomamos en cuenta que, desde los años de Gustavo Díaz Ordaz y hasta mediados del gobierno de Enrique Peña Nieto, Julio Scherer mantuvo una misma conducta hacia los presidentes de la República. Para Scherer, “el rudo trabajo de presidente ha de cumplirse con el celo de un rito que aspira a la grandeza” y el oficio del periodista sólo se cumplía cuando éste tenía claro que su función era señalar todos los abusos, corruptelas e inclusive crímenes que cometieran los hombres del poder.

Comentarios