Mario Vargas Llosa
Vargas Llosa y su derrota electoral: el desenlace de la novela que no esperaba protagonizar
Un ingeniero agrónomo desconocido terminó derrotando a célebre escritor. Por ser de interés para los lectores, recuperamos la crónica publicada en la revista Proceso el 18 de junio de 1990 sobre la fallida incursión del Nobel en la política electoral.LIMA.- Demudado, de traje pero sin corbata, Mario Vargas Llosa llegó a las puertas del hotel Crillón, en el centro de Lima, poco después de las seis de la tarde de su domingo negro. Bajó de un auto blanco –escoltado por otros cuatro vehículos y por media docena de motociclistas– y soportó el griterio de la multitud reunida en la calle de La Colmena: "¡Que se vaya! ¡Que se vaya!".
Estaba lívido.
Una nube de guaruras lo llevó casi en vilo a través del atestado vestíbulo del hotel y lo encaramó en uno de los cuatro ascensores de puertas doradas. Subió con su jefe de seguridad al séptimo piso y se dirigió a la habitación 712. Ahí se encontró con Alberto Fujimori, que en esos momentos era entrevistado para la televisión japonesa. La visita duró un par de minutos. "Lo felicito, ingeniero", dijo el escritor. "He venido a desearle mucho éxito". Se abrazaron. Fujimori lo acompañó hasta la puerta. Y Vargas Llosa bajó, ahora en un elevador de servicio, directo al sótano, de donde fue sacado a escondidas por sus custodios.
No se le volvió a ver.
Fue el desenlace de la novela que el escribidor arequipeño de 54 años de edad nunca pensó protagonizar.
Dos horas antes, las proyecciones electorales difundidas por la televisión habían confirmado el triunfo contundente del candidato de Cambio 90 –un ingeniero agrónomo desconocido tres meses atrás– sobre el mundialmente afamado autor de Conversación en la catedral.
Tataranieto de un samurai japonés, hijo de emigrados japoneses, casado con una japonesa y padre de cuatro japonesitos, Alberto Kenya Fujimori Fujimori será, por decisión mayoritaria de los peruanos, el próximo Presidente de este país de 22 millones de habitantes sumido en la más grave crisis de su historia.
Venció clara y rotundamente a su rival, Mario Vargas Llosa, candidato del derechista Frente Democrático (Fredemo), en la segunda vuelta electoral del domingo 10 de junio. Aunque los resultados oficiales se conocerán en dos semanas, las proyecciones dan a Fujimori una sorprendente ventaja de más de 20 puntos porcentuales.
Este resultado confirma la tendencia del electorado peruano en la primera vuelta, el 8 de abril anterior, cuando prácticamente sin hacer campaña Fujimori irrumpió espectacularmente en la escena política al ocupar el segundo lugar e impedir que Vargas Llosa alcanzara el 50% constitucionalmente necesario para convertirse en Presidente de la República. Sumada esta vez a su favor la votación de los simpatizantes del gobernante partido aprista y de la izquierda el candidato nisei acaparó más de 60% de los sufragios.
En su primera conferencia de prensa como virtual Presidente electo, la tarde misma del 10 de junio, Fujimori anunció su propósito de integrar un gobierno de unidad nacional, basado en la concertación entre todos los sectores del país.
La segunda vuelta electoral, que implicó una intensa campaña de dos meses –en la que menudearon los golpes bajos– polarizó dramáticamente a la sociedad peruana, ya de por sí estratificada y dispersa.
Sumado a ello, la composición del nuevo parlamento, en el que ninguna fuerza política alcanza la mayoría absoluta –está prácticamente dividido en tres, entre Fredemo, APRA y Cambio 90– condicionan toda posibilidad del futuro gobierno a una política de concertración que permita medidas de consenso.
Fujimori un hombre sin ninguna experiencia política, sin equipo y con un "plan de gobierno" genérico e impreciso, muestra desde ahora estar consciente de esa realidad e invita a un diálogo nacional para encontrar caminos que permitan enfrentar los pavorosos problemas económicos y sociales del Perú.
La incertidumbre, sin embargo, priva hoy en el ánimo de los peruanos.
Lágrimas y risas
Perú vivió una candente contienda electoral. La politización abrazó a todos los sectores, en todo el país. Hasta la Iglesia Católica se vio envuelta en la discusión política, que llegó por cierto a niveles de ignominia. La tensión fue en aumento, hasta el punto del enfrentamiento entre hermanos, entre padres e hijos, entre amigos.
Los peruanos llegaron a la segunda vuelta electoral aturdidos por las conjeturas, los pronósticos, las encuestas que nada definían y que, finalmente, otra vez, fallaron.
Los sondeos sobre la intencionalidad del voto, en efecto, cooperaron al clima de incertidumbre. Aparentemente, los bonos de Fujimori habían ido en descenso permanente a partir de su superioridad posterior a la primera vuelta. Vargas Llosa ganaba terreno cada día, sobre todo en la última semana y luego del debate público entre ambos candidatos.
Dos días antes de los comicios, el viernes 8, las empresas encuestadoras dieron a conocer a la prensa extranjera los resultados de sus últimos sondeos: un virtual empate estadístico entre Fujimori y Vargas Llosa. En una encuesta, el japonesito aparecia arriba por menos de dos puntos porcentuales; en otra, era Vargas Llosa quien dominaba, por diferencia similar.
Resultaron un fiasco.
A las tres en punto de la tarde del domingo 10, hora en que se cerró la votación, la televisión difundió las primeras proyecciones a partir de encuestas "a boca de urna": Fujimori estaba arriba por más de siete puntos. Su ventaja, sin embargo, aumentaría en cada nuevo informe, hasta superar los 20 puntos a las ocho de la noche.
La jornada electoral transcurrió en paz en casi todo el país. Las temidas acciones terroristas del grupo subversivo Sendero Luminoso no se registraron. La población acudió masivamente a las urnas, protegida por un espectacular aparato policiaco militar que movilizó a más de 200,000 efectivos.
Tanto Fujimori como Vargas Llosa permanecieron en sus domicilios particulares en espera de los resultados. Uno y otro expresaron plena confianza en el triunfo al acudir a sufragar. El candidato de Cambio 90 fue objeto de agresiones verbales de jóvenes fredemistas reunidos frente a la escuela donde votó, en el distrito de San Borja. Hubo connatos de enfrentamiento físico, que la policía impidió.
Esta vez, el Fredemo no instaló su cuartel general en el hotel Sheraton, como ocurrió el 8 de abril. En plan de austeridad, sus dirigentes se concentraron en el local del Movimiento Libertad –encabezado por Vargas Llosa– en el barrio de Magdalena. Ahí, eso sí, instalaron un sofisticado centro de cómputo y otro de comunicaciones. Centenares de partidarios del escritor permanecieron largas horas frente al local, en espera del momento de celebrar la victoria.
A su vez, la gente de Fujimori permaneció en la sede de Cambio 90, en el distrito de La Victoria. Un viejo y angosto edificio de tres pisos en el que es evidente la penuria: un par de escritorios, algunas sillas, una sola línea telefónica. Y una alcancía, colgada en la pared, para recabar donaciones voluntarias.
Unos 300 periodistas extranjeros de prensa, radio y televisión cubrieron el acontecimiento. La mitad de ellos, cuando menos, enviados de periódicos y cadenas televisoras del Japón. La mayoría se concentró, a partir del mediodía, en el hotel Crillón, donde Fujimori ofrecería una conferencia de prensa luego de conocerse los resultados, fueran o no a su favor. Un amplio salón fue dispuesto para ello. Había ahí un par de televisores, que permitían a los informadores seguir las incidencias del proceso electoral y, alternativamente, el desarrollo de los partidos del mundial de futbol.
A las tres de la tarde sobrevino la convulsión.
En el local de Libertad, los fredemistas no daban crédito a los primeros informes. Su primera reacción fue de desconcierto; luego, de franca irritación. Más tarde vendrían las lágrimas y el desconsuelo.
Pasadas las cinco de la tarde, la victoria de Fujimori era un hecho. Mario Vargas Llosa salió de su residencia en Barranco y llegó al local partidario frente al cual se había reunido una multitud. Lo aclamaron frenéticamente, "¡Mario presidente! ¡Mario presidente!", coreaban.
El escritor candidato –en el que algunos vieron cierta expresión de alivio, de relajamiento– subió a un balcón y habló a sus partidarios.
"El pueblo peruano ha hecho conocer su decisión", dijo entre coros de "Perú para un peruano, no para un japonés". Levantó la voz Vargas Llosa para acallar los gritos: "Una mayoría inequívoca –proclamó– ha favorecido a mi adversario. Acato la decisión del pueblo peruano".
Los fredemistas, sin embargo, no se resignaban. "¡Fraude, fraude!", coreaban. "¡No, no, no!", decían a Vargas Llosa. Este no se inmutó: "Yo felicito al ingeniero Alberto Fujimori por su clara victoria y en mi nombre, en el del Movimiento Libertad y en el del Fredemo, le deseo éxito en la difícil responsabilidad que le ha conferido el pueblo peruano".
La gente se resistía a aceptarlo. Hubo silbidos y hasta abucheos de desaprobación a la actitud del escritor, que encaró el desconcierto: "Es indispensable que se evaporen las susceptibilidades, cicatricen las heridas, los resentimientos y las enemistades que se han abierto en esta ardua campaña electoral", dijo.
"Es nuestra obligación poner nuestro granito de arena para restablecer la armonía y la coexistencia de la familia peruana. De ello depende que se consolide lo mejor que tenemos, que es nuestra frágil democracia, para que no fracase este nuevo gobierno".
Asumida así su derrota, el hombre que había decidido "dejar mis libros, mi escritorio y mi vocación" para convertirse en Presidente del Perú, se despidió de sus partidarios para dirigirse a felicitar a su vencedor.
Entonces vino el derrumbe: dirigentes, militantes y partidarios del Fredemo cayeron en la depresión: rostros largos, ojos enrojecidos, llanto abierto en muchos de ellos, hombres y mujeres, gente mayor y "pitucos" antes prepotentes.
"Estoy obviamente contrariado, pero esencialmente estoy angustiado", comentó el joven diputado fredemista Mario Reggero, muy cercano a Vargas Llosa. "Mario ha sido la personificación del éxito –agregó–; pero en este país no se premia el éxito".
A esa misma hora, una multitud delirante festejaba frente al hotel Crillón, en la calle La Colmena, el triunfo de Alberto Fujimori: gente del pueblo, malvestida, pobre, pero feliz, llegada desde los pueblos jóvenes de la periferia, desde los barrios populares de la capital. Coreaban consignas contra los medios de comunicación que en la campaña tomaron abierto partido por Vargas Llosa, particularmente la televisión privada. Y proclamaban Presidente al candidato de Cambio 90: "¡Fujimori presidente, Fujimori presidente!".
Un cordón de policías antimotines contenía la euforia que amenazaba desbordarse y tomar por asalto el viejo y famoso hotel del centro limeño.
Fujimori llegó, con su esposa Susana Higushi, a las cinco en punto de la tarde. Tras de ser recibido en la calle por las aclamaciones de sus partidarios, a los que saludó trepado en el estribo del auto, fue materialmente devorado por un monstruo: la prensa del mundo entero, ansiosa de captar cada palabra suya, cada gesto. Fue caótica la conferencia de prensa, en la que el candidato vencedor estuvo acompañado por sus dos futuros vicepresidentes: Máximo San Román y Carlos García García.
San Román, que será primer vicepresidente de la República, es un exitoso empresario informal que preside la Asociación de la Pequeña y Mediana Industria del Perú. Humilde cargador en Cusco, donde nació, formó su capital como vendedor ambulante de estufas de petróleo en los barrios pobres. Luego instaló una pequeña fábrica, cuya tecnología fue desarrollada por él mismo. Es dueño también de una panadería.
García García, por su parte, es pastor de la Iglesia Bautista de Miraflores y presidente del Concilio Nacional Evangélico del Perú, que reúne a diversas iglesias protestantes.
Luego de la conferencia de prensa, en la que propuso un gobierno de concertación nacional y repitió los postulados básicos de su programa, Fujimori subió a la habitación 712 del Crillón para conceder algunas entrevistas a la televisión extranjera. Allí, de improviso, recibió la visita y la felicitación de Vargas Llosa.
Reclamado por sus partidarios, el futuro Presidente de la República, evidentemente feliz, salió a un balcón del mismo hotel y dirigió su primer mensaje al pueblo. "Acepto con humildad el resultado de las primeras proyecciones que seguramente van a consolidarse con el triunfo definitivo de Cambio 90", dijo Fujimori mientras de entre la multitud surgía el coro: "¡Esto no es novela, esto es realidad!".
Otra multitud mayor –unas 20,000 personas– se habían reunido frente al local de Cambio 90, en la avenida Grau, muy cerca de donde Alberto Fujimori vivió de niño en una modesta vivienda rentada por su padre, sastre de oficio.
Hasta ahí llegó el candidato triunfador para ser vitoreado, abrazado, felicitado, estrujado, endiosado: "los invito a todos a la Plaza de Armas el próximo 28 de julio, día en que se iniciará una nueva era para el Perú", dijo micrófono en mano desde una ventana. "Y permítanme que también los invite ese día a compartir conmigo la torta de mi cumpleaños".
Justo el día que asumirá la Presidencia, en efecto, Fujimori cumple 52 años de edad.
En medio del festejo, el autor del plan de gobierno de Cambio 90, Santiago Roca, un economista destacado, anunció que el nuevo gobierno buscará un acuerdo con los sectores empresariales y laborales del país. "Nuestra política fundamental será el diálogo", dijo. Aseguró también que "de inmediato" se iniciarán conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) "para reubicar al Perú dentro del contexto económico internacional".
Lejos de ahí, otro hombre feliz era Luis Alva Castro, secretario general del gobernante Partido Aprista Peruano, actual vicepresidente de la República y excandidato del APRA a la Presidencia de la República. "Este resultado era previsible", comentó. "Ya en la primera vuelta el pueblo peruano había votado de manera muy clara por el APRA, Cambio 90 y la izquierda, en una expresión de franco rechazo a las políticas que sostenía el frente de la derecha, el Fredemo".
Alva Castro opinó que la derecha "subestimó a Fujimori y subestimó al pueblo peruano, que ahora les ha dado una lección contundente. Este es un descalabro terrible para la derecha". A su juicio, el apoyo del APRA fue "determinante" para el triunfo de Fujimori. "La capacidad de endose del APRA ha sido una hazaña total y ha permitido que el millón y medio de votos que obtuve en la primera vuelta se hayan sumado ahora directamente al candidato de Cambio 90".
El dirigente máximo del APRA adelantó que su partido "va a hacer oposición, pero una oposición constructiva, eficaz, positiva" y expresó confianza en la capacidad de Fujimori para sacar adelante al país. "No hay que subestimarlo; pienso que puede hacer un gran gobierno".
–¿Lo podrá hacer sin la derecha?
–La derecha captó en efecto a gran parte del empresariado nacional, que es dueño de las tres cuartas partes de los bienes de producción y de servicio en el país; pero no hay que olvidar que los empresarios son muy pragmáticos. Estoy convencido de que el señor Fujimori tendrá la inteligencia necesaria para captarlos nuevamente y con ellos construir. El los sabrá convencer, los sabrá atraer y sabrá llegar a un acuerdo con ellos.
Por su parte, el senador Gustavo Mohme, presidente de turno de la Izquierda Unida, celebró que haya triunfado "la posición que más se acerca a los intereses populares".
El dirigente socialista dijo que la formación del gabinete presidencial de Fujimori permitirá "vislumbrar al menos" la orientación concreta que tendrá el nuevo gobierno. "Por lo pronto, hay que aplaudir su propuesta de concertación nacional".
Mario Vargas Llosa no hizo declaración alguna. Desapareció de la escena. Voceros del Fredemo informaron que descansaría en privado unos días antes de viajar al exterior y volver al Perú dos semanas después.
Tal vez se pregunte ahora, como Zavalita en Conversación en la catedral, "¿en qué momento se jodió el Perú?".