Teatro
Egregor: Reflexión sobre el uso de la tecnología y sus implicaciones
La obra está llena de símbolos abiertos a la interpretación, desde la escenografía hasta los originales vestuarios. La música es un acompañamiento fundamental; cada ruido de interferencia da la pauta a un actor tecnológico, mientas que los momentos más armoniosos y melódicos marcan las escenas.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- ¿Quién triunfará en la guerra entre la tecnología y la humanidad? Este es el planteamiento de “Egregor”, obra transdisciplinaria que se estrena el 25 de septiembre en la Capilla Gótica del Instituto Cultural Helénico y confronta a las personas con una realidad distópica, en la que la tecnología ha tomado el control del mundo.
Bajo la dirección de Santiago Cumplido y con la participación especial de Vangeline de Nueva York y un elenco de 11 artistas que entrelazan danza butoh, neoclásica, acrobacias y música barroca interpretada en vivo, la pieza resalta la forma en que los humanos nos doblegamos ante las máquinas y sus mandatos, algo que sucede en la actualidad.
"Egregor es un grito poético y sensorial, un manifiesto. Una invocación que nos confronta con lo que estamos creando a través de nuestra dependencia tecnológica. Nuestro olvido. No es solo una obra: es un ritual del porvenir, una ceremonia donde el espectador no observa… descubre que es él, el protagonista. Cada función es un acto de resistencia frente a la deshumanización normalizada. Aquí, lo efímero y lo sagrado se entrelazan”, expresó el director Santiago Cumplido.
La obra se estrena en el Instituto Cultural Helénico, que se encuentra en Avenida Revolución 1500, con una temporada del 25 de septiembre al 19 de octubre de 2025, los jueves a las 8:00 pm, viernes a las 8:30 pm y sábados y domingos a las 6:00 y 7:30 pm. Los boletos tienen un costo desde 650 pesos hasta dos mil 500 y estarán disponibles en la taquilla y Ticketmaster. Está dirigida a un público mayor de 18 años y no es apta para personas con epilepsia.
En un espacio como la Capilla Gótica que permite la mezcla entre lo moderno y lo antiguo, la historia comienza con las últimas sobrevivientes de la humanidad: dos bailarinas que están en el centro del escenario rodeadas por una escenografía que se asemeja a una caja de cristal.
Por momentos, el teatro se llena de niebla, en otros se ilumina con rayos láser. Una voz explica a la audiencia que la humanidad ha perdido el contacto con propósito elevado, con la divinidad e incluso con su capacidad de raciocinio, sometida por completo al control y vigilancia de un ente tecnológico, en un México 100 años en el futuro.
Cuando las dos bailarinas se separan, una es atacada por una especie de monstruo tecnológico y es claro que la audiencia será testigo de la lucha de la última sobreviviente por conservar su autonomía y su humanidad.
La obra está llena de símbolos abiertos a la interpretación, desde la escenografía hasta los originales vestuarios. La música es un acompañamiento fundamental; cada ruido de interferencia da la pauta a un actor tecnológico, mientas que los momentos más armoniosos y melódicos marcan las escenas de las sobrevivientes y muestran la capacidad de la humanidad para resistir, así como su potencia creativa.
Por momentos, la obra se podría interpretar como una crítica a la trivialización de la violencia y también a la hipersexualización.
“Soy mejor que tú” exclama la narración, mientras en el escenario varias mujeres bailan de una forma sensual, y de paso, hacen una sátira de la infantilización femenina, una tendencia que va en aumento en las redes sociales, en las que en los últimos años han cobrado fuerza los movimientos que promueven un retorno a los roles tradicionales, que reconocen únicamente la existencia de dos géneros y promueven la subordinación de la mujer al hombre.
Durante toda la obra, una constante crítica es la pérdida de humanidad. A través de los movimientos del cuerpo los bailarines replican espasmos musculares, sentimientos de empatía, o en el otro extremo, la rigidez robótica de un ciborg.
En su punto de máxima tensión, aparece en el escenario el Egregor, un círculo gigante con una superficie reflejante, que representa a un ente que nace de la conciencia colectiva ignorante, que se entregó a la tecnología sin oponer resistencia.
¿Lograrán las sobrevivientes conservar su humanidad o serán engullidas por Egregor, cómo el resto de las personas? Le corresponde al espectador averiguar. Por lo pronto, a través de la ficción, la pieza muestra un atisbo de lo que podría suceder en el futuro si continuamos cediendo al avance implacable de la tecnología, sin ponerle límites ni considerar las consecuencias.