Cine

México era una red de solidaridad y libertad: César Díaz, director de “México 86" (Video)

En entrevista, el cineasta guatemalteco habla de su película, que trata del sufrimiento de una madre guerrillera y su hijo y del esfuerzo mutuo por restablecer el vínculo filial. En la trama se recrea la redacción de Proceso, pues ahí ocurren acciones decisivas en el argumento.
domingo, 18 de mayo de 2025 · 07:00

BRUSELAS, Bélgica (Proceso).- Inspirada en la propia vida de su director, el guatemalteco César Díaz, la película México 86 fue estrenada en salas comerciales de Bélgica y Francia en abril último, tras su presentación en varios festivales internacionales de cine europeos.

El largometraje, con duración de 89 minutos, narra la historia de 'María', una guerrillera guatemalteca que por seguridad tiene que escapar a México de la dictadura de su país y dejar a su bebé con la abuela. Diez años más tarde, en 1986, 'María' se enfrenta a la disyuntiva de acoger a su hijo en el exilio y así exponerlo a una peligrosa vida clandestina, o enviarlo a Cuba con todo el dolor que tal decisión supone para ella.

La cinta, una producción belgo-francesa en la que participa la casa mexicana Pimienta Films, está protagonizada por la reconocida actriz Bérénice Bejo (The artist, 2011), cuya propia vivencia da fuerza a su personaje, ya que ella llegó muy niña a Francia cuando a finales de los años 70 sus padres huyeron de la dictadura militar argentina.

Bérénice Bejo en una escena de México 86. Foto: Captura de pantalla.

Además de haber sido rodada en locaciones de México, el reparto de la película cuenta con actores nacionales de renombre como Julieta Egurrola, Leonardo Ortizgris, Fermín Martínez, el niño Matheo Labbé y Arturo Ríos. Este último interpreta a través del personaje de 'Jorge' a Julio Scherer García, fundador y director de la revista Proceso, en cuya redacción -que recrea la película- ocurren acciones decisivas del argumento.

 

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Entrevistado por este reportero en el marco del Festival de Cine Latinoamericano de Bélgica -que abrió México 86 el pasado 16 de abril-, Díaz explica el fondo detrás de la trama:

“La película pone en escena el dilema que tiene esta mujer ('María') de tener que elegir entre su militancia revolucionaria y su maternidad”.

Refiere que las mujeres que participaron en los movimientos guerrilleros o de resistencia política en América Latina “son consideradas compañeras, pero no juegan un papel tan determinante” como los hombres en la narrativa histórica de las luchas regionales contra los regímenes autoritarios.

Cuando Díaz tenía tres años, su madre, perseguida por el régimen, tuvo que abandonar Guatemala y exiliarse en México. La “organización” a la que ella pertenecía, relata el cineasta, quería enviarlo a una de las llamadas “colmenas”, instalaciones del Estado cubano en las que se alojaba y educaba a niños de militantes izquierdistas de Latinoamérica. Su abuela se rehusó y Díaz se quedó a vivir con ella en Guatemala hasta los diez años, tiempo durante el cual él podía sólo visitar a su madre durante las vacaciones.

Exiliados en México. Foto: Captura de pantalla.

Recuerda: “Siempre nos veíamos en hoteles. Ella se llamaba de una manera distinta cada vez (que la veía). Había una vida clandestina muy fuerte en ese momento. Y yo llegué a vivir con ella porque hubo una separación dentro del movimiento revolucionario, en el cual había personas que querían seguir con la lucha armada y otras, como mi madre, que decían que había que firmar la paz y encontrar un acuerdo”.

Visto a la distancia, Díaz reconoce la enorme dificultad que existía para entablar una relación normal entre ellos dos. “Ella no sabía cómo ser mi mamá y yo no sabía cómo ser su hijo. Construir esta relación, que no se había construido en lo cotidiano, e intentar encontrar ese tiempo perdido es imposible, y tienes que generar una nueva relación. Y creo que justamente eso es lo que me interesaba poner en escena: cómo se construye ésta poco a poco”.

-¿Su madre le ha contado por qué eligió huir a México?

Uno, porque era el lugar más cercano y amigable en esa época. A mí me dio mucha emoción presentar la película en el Festival Internacional de Cine de Morelia (en octubre pasado) porque era como recordarle a los mexicanos que en algún tiempo México fue un país que nos abrió las puertas, que nos cuidó, y no sólo a mí, también a chilenos, argentinos o españoles. Para mí, México era esa burbuja de libertad y protección que ya no es, desgraciadamente.

“Y dos, porque en esa época en México había toda una red de solidaridad que no teníamos en ningún otro lugar. México era la retaguardia desde la que se podía continuar la lucha, porque había también un visto bueno del gobierno mexicano para que eso sucediera”.

-¿Qué recuerdos tiene de México desde aquella mirada infantil?

Es muy curioso: al guatemalteco le da mucha vergüenza ser lo que es. Y a mí la primera cosa que me llamó la atención llegando a México era este orgullo mexicano y sentirse parte de una comunidad.

“Cuando llegué al país tenía un acento distinto, así que en la escuela tuve que mimetizarme muy rápido para pasar desapercibido. Empecé a hablar como chilango, todas mis referencias eran absolutamente mexicanas. Y de pronto, entender el orgullo de pertenecer a un país, que es diverso, grande, fuerte, y con capacidad de acoger a la gente en su diversidad, era algo que no conocía, era algo que a mí me dio un sentimiento de pertenencia que no he vuelto a tener”.

 

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Díaz estudió cine en Bruselas y París, luego de ser rechazado por la Escuela Internacional de Cine y de Televisión de Cuba y descartar inscribirse en el Centro de Capacitación Cinematográfica de México, desanimado por la exigencia horaria que le impedía trabajar para sostenerse.

México 86 es el segundo largometraje de Díaz después de Nuestras madres, una producción belga estrenada en 2019 y galardonada con el premio de la Cámara de Oro del Festival de Cannes a la mejor Ópera prima de aquel año.

En ella, Díaz relata la historia de 'Ernesto', un antropólogo forense afectado psicológicamente por la desaparición de su padre durante la guerra civil en Guatemala y quien comparte el dolor del pasado con su madre 'Cristina'.

La película transcurre en 2018, durante los juicios que tuvieron lugar en ese país centroamericano en contra de algunos de los militares responsables de cometer tales crímenes de lesa humanidad. El padre de Díaz también fue desaparecido durante el conflicto armado.

El realizador explica en la entrevista que toda su generación fue “atravesada por la guerra”. “Es sintomático -dice- que los cineastas guatemaltecos de mi generación tengamos una película que hable sobre ese tema: Jairo Bustamante, Sergio A. Ramírez, Ana Bustamante, Anaïs Taracena, Joaquín Ruano, Pamela Guinea... La guerra nos marcó de una manera muy profunda. Necesitábamos desde nuestros espacios, desde nuestros puntos de vista, poder contar lo que ésta nos generó”.

Díaz refiere que Nuestras madres ha ayudado a visibilizar a las víctimas olvidadas de la guerra civil, que comenzó en 1960 y finalizó formalmente en diciembre de 1996 con la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera entre el gobierno de Álvaro Arzú y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.

“La guerra civil de Guatemala -señala el entrevistado- ha sido poco estudiada a pesar de sus 200 mil muertos y 45 mil desaparecidos. Creo que es así porque la mayoría de las víctimas son indígenas que a nadie importa. Hay guatemaltecos que se dieron cuenta de que la guerra existía cuando entraron a la universidad, o sea, cuando tenían 18 años, y al lado estaban matando gente, mucha gente.

“Ante esta invisibilización de las víctimas que existe en el mismo país y que se reproduce en lo internacional, una película como Nuestras madres, que pone sobre la mesa el tema de la guerra, los muertos, los desaparecidos y la búsqueda de la verdad, hace que el tema se vuelva relevante”, asevera.

Se le pregunta a Díaz sobre los efectos que tuvo sobre la sociedad guatemalteca el trabajo de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, el mecanismo establecido en 1994 para "esclarecer objetiva, equitativa e imparcialmente las violaciones a los derechos humanos y los hechos de violencia vinculados al enfrentamiento armado”, y qué podría aprender México dada la violencia extrema que lo desborda.

Díaz expone: “En un momento, el país dijo: ‘nosotros no podemos con esto, el problema es demasiado grande y necesitamos un árbitro que no repita la narrativa de los militares de ‘aquí nunca hubo un desaparecido y los muertos son mareros (pandilleros) matándose entre ellos’, ni la narrativa guerrillera que decía: ‘asesinaron a todo el mundo’.

El informe de tal comisión, dado a conocer en febrero de 1999, arrojó que 83% de las víctimas fueron indígenas mayas y que 93% de los crímenes cometidos durante la guerra civil fueron responsabilidad de los cuerpos de seguridad del Estado.

Al respecto, el cineasta comenta: “Creo que el primer paso de la reconciliación es conocer la verdad y reconciliarse a nivel colectivo, pero también individual. El problema guatemalteco es que durante años lo vimos como una cosa (sólo) colectiva, diciendo: ‘tenemos que curar heridas y construir una sociedad distinta, pero nunca hablamos de cómo lo iba a hacer cada individuo.

“Para que ese individuo lo pueda lograr necesita respuestas concretas. Con un juicio tú puedes decir: ‘estas personas violentaron a mi familia y los vamos a juzgar’. Y una vez juzgados (los responsables) necesitamos hacer un trabajo de memoria para que todos sepamos qué fue lo que pasó, por qué violentaron a mis seres queridos y cómo fue que llegamos a obtener justicia. Ése es el trabajo de la comisión, y es el trabajo que no se está haciendo en México”.

-En México 86 no sabemos qué ocurre con Marco, el hijo de 'María', pero sí sabemos lo que pasó con usted. La película trata del sufrimiento de una madre guerrillera y su hijo, del esfuerzo mutuo de restablecer una relación filial. Para usted, personalmente, ¿valió la pena ese sufrimiento?

-Durante toda mi adolescencia siempre dije: ‘esto no valió la pena, nunca logramos lo que queríamos, todo esto fue para nada’. Mi madre y sus compañeros me decían: ‘Es fácil juzgar desde lejos cuando tú no estuviste ahí’. Eso se me quedó mucho en la cabeza.

“Y años después, cuando volteo para atrás, me digo: ‘no construimos el país que queríamos, pero hoy por hoy no hay un militar en el poder, hay elecciones, hay manifestaciones que no son reprimidas con violencia, hay una prensa independiente’. Hay gente en el exilio en este momento en México, pero no es para nada comparable a lo que vivíamos. Entonces creo que sí valió la pena”.

-¿Es importante para usted que se vea su película en México?

Sí, porque creo que es importante recordarle a los mexicanos lo que era su país, recordarles que Guatemala está al lado y que nuestras historias son muy similares. En este momento hay mucha gente buscando a sus muertos y desaparecidos en México. Nosotros pasamos por ahí y tenemos algo que decirles.

Perseguidos. Foto: Captura de pantalla.

 

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-La revista Proceso tiene de cierta forma una presencia protagónica, e incluso el actor Arturo Ríos personifica a Julio Scherer García -se le cuestiona a Díaz.

-Para mí había dos cosas importantes (sobre este tema). Una, evocar lo que era la prensa en esa época, una prensa que podía echar abajo gobiernos y desatar escándalos. Lo que publicaba la prensa eran herramientas de movilización, de reflexión y análisis que la gente utilizaba para poder actuar. Hoy tenemos información en permanencia en nuestros teléfonos, pero ya no esas herramientas.

“Y la otra cosa que quería plantear, y que es verdad, es que había militantes guatemaltecos que trabajaban dentro de los medios y también de Proceso, porque Proceso era un medio progresista”.

A ese respecto, son muy de actualidad los debates éticos que sostienen los periodistas de la película cuando reciben filtraciones de dichos activistas. La cinta refleja las preocupaciones deontológicas del ejercicio periodístico en relación con los movimientos revolucionarios y la pertinencia o no de reconocerlos como fuentes de información.

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