Teatro/De este lado
Las Reinas Chulas y el Teatro Bar El Vicio
En "Viva la libertad, carajo", Las Reinas Chulas juegan y se divierten -y nos divierten-, parodiando personajes de la política como Javier Milei, Ricardo Salinas Pliego y Donald Trump.Los colaboradores de la sección cultural de Proceso, cuya edición se volvió mensual, publican en estas páginas, semana a semana, sus columnas de crítica (Arte, Música, Teatro, Cine, Libros).
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El Teatro Bar El Vicio celebra 20 años de funcionamiento bajo el mando de la Compañía cabaretera Las Reinas Chulas. Ahí suceden espectáculos, festivales, talleres y actividades culturales teniendo como fundamento el humor. Un humor crítico y social que cuestiona el poder, el neoliberalismo, el enriquecimiento de unos en detrimentos de muchos más y temas similares, a través de diferentes espectáculos, en donde ellas, por lo general actúan, dirigen y escriben y programan a otros artistas para que se presenten en su espacio.
En sexenios pasados exhibieron a gobiernos de derecha denunciando la corrupción, el abuso de poder y un sistema mercantilista y explotador. Ahora, con la 4T, mantienen su postura pero desde la defensa de las políticas de este nuevo poder. Ejemplo es su espectáculo más reciente Viva la libertad, carajo, en el que juegan y se divierten -y nos divierten-, parodiando personajes de la política como Javier Milei, Ricardo Salinas Pliego y Donald Trump.
Las imitaciones son jocosas y muestran los vicios y la podredumbre de estas autoridades que desde la destrucción y sus deseos de sometimiento y precarización hacia los otros, implementan sus discursos y sus prácticas deleznables. Cómo podemos reírnos de esos que hacen llorar, burlarnos de sus vicios y maneras de comportarse.
Cecilia Sotres, Nora Huerta y Marisol Gasé le encuentran el punto a estos personajes y atinan al caricaturizarlos. La empatía con los espectadores se hace evidente y compartimos la crítica de Las Reinas Chulas a estos políticos, para al final hacer aparecer a la presidenta con una estupenda caracterización de Cecilia Sotres, tan idéntica, considerándola como la heroína que se enfrenta a estos machos, prepotentes y cínicos.
Las Reinas Chulas sostienen, como lo señalan, una postura de izquierda, y que una comparte, aunque se pierde ese espíritu crítico que existe ante cualquier poder político que, al serlo, reproduce vicios, corrupción y encubrimientos, que no han logrado erradicar.
En Viva la libertad, carajo hay números musicales inspirados en el cabaret alemán de los veinte, números cómicos con los distintos personajes a los que exhiben y con agudeza critican. Buenos chistes y gags constantes para mantener el ambiente festivo e involucrarnos en el ritmo con el que se sucede número a número. Podemos entrar al universo que nos ofrecen, aunque en ocasiones los números se sientan inacabados y faltos de precisión en los remates cómicos. Baile, canto, música original y en vivo de Claudia Arellano, para pasar un buen rato en un espacio en donde la ironía y la sátira es la materia prima que nos libera de esa pesadez ante los problemas sociales políticos y económicos que estamos viviendo.
Hace 20 años Las Reinas Chulas heredaron el Teatro Bar el Vicio de Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe, las que, desde esta perspectiva cabaretera, lo habían nombrado el Teatro Bar el Hábito. Las Reinas Chulas, actrices egresadas del Centro Universitario de Teatro de la UNAM y del Foro de Teatro Contemporáneo lo retoman, y mantienen admirablemente el lugar hasta la fecha, no solamente presentando sus propios espectáculos sino abriendo el espacio a distintos grupos, compañías y artistas, cabareteras, cantantes y humoristas, ofreciendo una cartelera diversa. Con esta visión de teatro político y de humor, organizan talleres formando generaciones de actrices y actores enfocados al cabaret, y desde el 2002, año con año realizan el Festival Internacional de Cabaret, festival de gran envergadura.
La Compañía de las Reinas Chulas, que desde 1998 está en pie de lucha, tienen al teatro cabaret como su práctica política para remover conciencias, contagiar el espíritu crítico y, sobre todo, reírnos de nuestras desgracias.