Teatro
“Por la punta de la nariz... ganó la presidencia”, sátira sobre la megalomanía
Esta comedia política que estrenará el 2 de abril en el Teatro Varsovia, dirigida por Benjamín Cann, es interpretada por dos actores sobresalientes: Roberto Sosa y Luis Roberto Guzmán, quienes explican su sentido profundamente necesario para reconocernos como sociedad.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Roberto Sosa y Luis Roberto Guzmán protagonizan la comedia Por la punta de la nariz... ganó la presidencia, con la cual “nos podemos reír de los defectos de los políticos y de nosotros mismos, en general reflejamos al ser humano desde sus mentiras y miedos”.
La trama, dirigida por Benjamín Cann (desde hace más de cuatro décadas de labor en teatro, cine, televisión y ópera) es resumida así:
“Aquí un líder miente... ¡pero su cuerpo no se lo permite! A Pinocho le crece la nariz cada vez que miente, al presidente de la República cuando se aleja de la verdad le invade un incontrolable picor en la nariz, que lo imposibilita a hablar en público.
“Por ello se ve obligado a pedirle ayuda a un famoso psiquiatra, que ‘meterá su nariz’ en la vida personal del presidente para encontrarse con una multitud de sorpresas”.
El presiente debe solucionar rápido su problema, ya que sólo cuenta con una hora y media para salir a ofrecer su primer discurso ante 100 millones de personas.
Mauricio Galaz, director residente de la obra teatral, explica que la pieza original es española y se llama El electo, de Ramón Madaula. Y que dos guionistas franceses, Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière, tomaron para una película bajo el título Le prénom (El nombre). Y que Julio Cann González, hijo de Benjamín, realizó la adaptación a México:
“Le quedó de maravilla. Menciona a políticos mexicanos, la tropicaliza bastante bien y a la vez la deja muy abierta. Es una obra que le puede quedar el saco a cualquier presidente o candidato o político, no importa del partido que sea. Es muy universal la obra”.
Sosa (Ciudad de México, 1970), quien interpreta al Presidente de la República en la obra, platica que Por la punta de la nariz… -a estrenarse este 2 de abril en el Teatro Varsovia, bajo la producción de Morris Gilbert (quien este año cumple cinco décadas de trayectoria)- ofrece “la posibilidad de reirnos de nosotros mismos y los desperfectos de los políticos, de cómo utulizamos tantas mentiras, con un humor agudo, mordaz e inteligente”.

Especifica el también intérprete de cine:
“No se retrata a un político en particular, sino que reflejamos al ser humano desde sus miedos y mentiras, de sus heridas de la niñez y de cómo éstas afectan para poder hablar con la verdad. ¿Qué es lo que le pasa a mi personaje? Que por sus miedos de pronto es incapaz de comunicarse y tiene que echarse un clavado dentro de su pasado, dentro de sí mismo, para poder curar su trauma”.
Entre la verdad y el engaño
Por su parte Guzmán (Puerto Rico, 1973), quien representa al psiquiatra, cuenta que es el guía para llevar al presidente a encontrar su verdad:
“Como seres humanos siempre estamos jugando entre la verdad y la mentira. Esta obra habla de cómo nos podemos engañar nosotros porque no hemos resuelto muchas cosas de nuestras vidas y poseemos una referencia que posiblemente es errónea. Y definitivamente el público se va a sentir identificado por los temas que se abordan en la historia. Todos tuvimos un padre, una madre, sufrimos abandono, sufrimos engaño, todos en algún momento de nuestra vida hemos abusado de algo, hemos identificado también el juego de poder, en fin”.
Entrevistados antes de empezar su ensayo, siguen con la charla. Sosa expresa que su personaje es complejo porque pasa por muchas variantes emotivas y psicológicas:
“Antes que nada el narcisismo impera. No aceptar que cargas un problema se vuelve universal. A los seres humanos nos cuesta trabajo aceptar que tenemos defectos, y más desde una postura donde se halla este presidente porque está convencido que sesenta millones de personas votaron por él. Y lo dice el personaje en algún momento: ‘Basta con que yo levante un dedo y puedo cambiar la sociedad’.
De pronto se da una lucha de poder estre el psiquiatra y él. ¿Quién tiene la razón? ¿Él, que viene a arreglar el problema del que está arreglando el problema de un país? Se vuelve un personaje muy divertido a interpretar porque imaginarte el narcisismo de un político, ¡qué difícil es!, es muy complejo.
Resalta la adaptación que hizo Julio Cann:
“La aterriza a nuestra realidad, sin volverla localista, y este presidente que acaba de ser elegido viene de un pueblo de México, de papás trabajadores, de extracto humilde. Y Benjamín Cann ha sido muy riguroso en sacarme de mi zona de confort. Es una obra que exige mucho porque no es una comedia banal, ramplona, simplona. Es una especie de pieza trágico-cómica, farsa, realista, churrigueresca, donde tocamos muchos tonos y géneros”.

Guzmán interviene:
“Es la primera vez en México que me situó en un tour de force de dos personajes completamente en escena sin tener la oportunidad de tomar agua, o un breve momento, nada. Como menciona Roberto, el director ha mantenido un rigor muy interesante y ha sido un indicador maravilloso para que la historia sea clara”.
Sosa continúa:
“La obra invita a reflexionar si resolvemos a la altura en lo que nos desenvolvemos, si cumplimos las expectativas propias o las que nos dicta una sociedad o una familia o una pareja, los hijos o los papás. Habla del presidente esposo, hijo y responsable de una nación. Es una introspección sobre qué tanto estamos maniatados a lo que los demás esperan de nosotros o a liberarnos de nosotros mismos y ser en función de lo que somos y no en función de lo que se nos exige.
“En un momento le dice el psiquiatra a mi personaje: ‘Un hombre emocionalmente equilibrado no soportaría la presión de ser presidente’. Se necesita estar desequilibrado para tener una presión de esa naturaleza”.
–Hay que imaginarse a Donald Trump, ¿verdad? -se le pregunta a Sosa.
–¡Exacto!, ¡exacto! Aquí hemos charlado en manos de quiénes estamos, de Trump, Melei, Putin y Zelenski, les ves las miradas y hay una locura, un deseo de poder y al mismo tiempo de un ‘me vale madres lo demás’. Hay un desequilibrio que nos tiene al borde como sociedad, como planeta, en un momento histórico, único.
“El teatro, el cine, las artes, la música, en fin, poseen el compromiso, la responsabilidad, la obligación de hablar de lo que somos. El teatro existe desde que aprendimos a hablar, como manifestación de quiénes somos, como reflexión de qué nos está pasando, y por eso el público asistimos a verlo, porque deseamos vernos ahí, entendernos, criticarnos, analizarnos, y nos reírnos de nosotros mismos, y es necesario”.

Enseguida enfatiza que los dos, como actores, deben permanecer muy coordinados:
“Es la primera vez que yo trabajo con Luis Roberto Guzmán. No podemos soltarnos un instante, ni como actores ni como personajes, porque la obra requiere de un ritmo, un tempo. Hay que estar tan al pendiente del compañero en escena para que el trabajo fluya, y es un disfrute y un gozo. Nos falta el elemento más importante que es el enfrentarnos al público, ahí es donde la pieza, la obra, el trabajo culmina su proceso cuando llega a quien está dirigido, al espectador. Hemos buscado mantener la tensión y la atención a través de volver interesante lo que está ocurriendo en escena para que el espectador se emocione.
Es una pieza que se podría prestar a salir a payasear, a buscar la risa fácil o a regodearte, pero no, lo que pretende esta obra por su género, por como está planteada, no es salir a buscar la risa. La graciosada surgirá por la situación misma si ocurre, pero no es la pretensión, no es el tono que estamos buscando.
Guzmán explica que el montaje son dos personas, dos sillas y un espacio casi vacío “con unas cosas espectaculares, una serie de mapping (proyección de imágenes y videos) que visualmente es muy atractivo. Yo realmente estoy feliz, encantado, ya loco por estrenar”.
Galaz explica que en el teatro habrá tres pantallas, y narra:
“Vamos a ir a cámara negra y las proyecciones ofrecen una textura como pictórica. Son las ventanas de la oficina presidencial, pero de repente ofrecen cambios de perspectiva, da la sensación de que podemos voltear a ver qué hay del lado derecho en la oficina, un librero, y luego me regreso, hay un cuadro que no se ha colgado. El presidente está llegando a una oficina que todavía no habita. Y Benjamín defendió la propuesta de una escenografía minimalista con los mínimos elementos”.
En cuanto a la música, dice, es poca la que habrá:
“Es más ambiental, no son canciones, me encanta la propuesta”.
Participan también Mauricio Parker (escenografía), María Vergara (iluminación), Alan Kerriou y Yoatzin Balbuena (video), Irma Adriana Pérez Solís (vestuario), Paola Palacios (utilería) y Max Antúnez (producción ejecutiva).