Cine/Aún no
Cine/Aún no: "Baby girl"
Todos los lugares comunes de este género resultan más que soportables gracias a la excelente actuación de Nicole Kidman, una de las mejores de su carrera, quien se muestra capaz de internalizar todos los matices del esquema a nivel afectivo y físico.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La directora holandesa Halina Reijn acota su película con dos orgasmos femeninos, el primero fingido y real el segundo; independientemente de la complejidad psicológica, es claro que el contraste orienta el sentido hacia una conquista íntima femenina, pues ocurre que Romy (Nichole Kidman), directora ejecutiva de una compañía de robótica en Nueva York, parece poseer todo lo que una mujer moderna se supone debe desear: éxito en su carrera, poder profesional, un marido inteligente, comprensivo y creativo, el director de teatro Jacob (Antonio Banderas), además de un par de encantadoras hijas adolescentes, sin que haya experimentado un clímax sexual en todos los años de su matrimonio.
En Babygirl: Deseo prohibido (Babygirl; E.U., 2024), la posibilidad de acceder al gozo surge cuando aparece un nuevo empleado que la muy madura Romy tiene que entrenar, Samuel (Harris Dickinson), un joven atrevido que desde el inicio trasgrede la posición de control que mantiene la directora, y abre las puertas para realizar todo tipo de fantasías sexuales; el premio, no obstante, viene con un precio: gradualmente, la posición de poder se invierte, Romy no puede evitar la fascinación física, y exponerse a que el marido descubra el tórrido romance que vive.
El esquema de este tipo de thriller erótico suena muy visto y explotado, desde 9 semanas y media (1986), Atracción fatal (1987), hasta la voltereta genial de Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut, 1999), la obra póstuma de Kubrick también protagonizada por Kidman, y de la cual Babygirl tiene un ligero toque, el más oscuro de esta cinta. Metáforas como la del perro de aspecto feroz a punto de atacar a Romy, que Samuel doma con una simple galleta, son obvias para el público; pronto, la gran ejecutiva se mostrará obediente con su supuesto amo; el término goodgirl o goodboy, en ese contexto, no tiene nada que ver con cualidades morales, sino con obediencia y sometimiento, así se le llama con cariño a una mascota bien portada.
Todos los lugares comunes de este género resultan más que soportables gracias a la excelente actuación de Nicole Kidman, una de las mejores de su carrera, quien se muestra capaz de internalizar todos los matices del esquema a nivel afectivo y físico, y de hacer verosímil los giros de los juegos de poder. A cada espectador le corresponde evaluar hasta qué punto Harris Dickinson logra algo parecido; el hecho es que con o sin química auténtica entre ellos, la australiana supo utilizar la inexperiencia, la arrogancia y el talento aún no tan desarrollado del joven actor británico, para su propio juego actoral.
Es patente que la propuesta de un thriller erótico en la era post MeToo tenía que ofrecer una heroína en el apogeo de su logros profesionales, con el derecho de acceso a todos los roles posibles como mujer, esposa de un estupendo tipo, madre ejemplo de hijas adolescentes, y amante capaz de explorar sus fantasías sexuales sin tapujos, incluso la de jugar a la mujer objeto para luego confesarle al marido que nunca había tenido un orgasmo con él. La directora rodea de carne viva el esqueleto de la propuesta con una buena dirección y actuación de sus actores, pero las preguntas que surgen son inevitables, y la cinta no las resuelve.
Por ejemplo: ¿Por qué una mujer inteligente y poderosa como el personaje de Kidman no se había atrevido a sincerarse con su inteligente y complaciente esposo? ¿En un matrimonio de 17 años? Las causas quedan en la superficie, sinceridad y técnica sexual, pero las profundas en la psicología de Romy parecen no existir, y he aquí la cortapisa de Goodgirl: la directora se rinde a la facilidad del concepto que ofrece la moda actual.