CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A través del teatro se vislumbran alternativas de vida, cambios de comportamiento, posibilidad de romper con los roles y las dinámicas de opresión, y encontrar otras formas de relacionarse. Augusto Boal, en su Teatro del oprimido, sostiene que el teatro es el ensayo de la revolución, y creó una metodología para consolidarlo como una herramienta de transformación social.
El colectivo Teatro sin paredes se ha comprometido desde hace años con estos planteamientos a través de su proyecto
Teatro Forum, que los retoma y adapta para que, desde nuestra idiosincrasia y problemáticas actuales, queden expuestas las relaciones desiguales y opresivas entre los individuos.
En este siglo las cuestiones de género se han vuelto una prioridad de transformación. El Alto a la discriminación y violencia hacia las mujeres ha pasado a un primer término, y desde ahí Teatro sin paredes realiza propuestas escénicas para evidenciarlas y crear conciencia.
Amor de lejos y Aprendiz de león son dos escenas que ahora realiza en línea el colectivo, a través de su Fane Page de Facebook, y despliega todas sus habilidades para que los espectadores rompan con la pasividad y el conformismo y se atrevan a hablar y buscar soluciones de cambio para la situación de la que ellos son testigos. De testigos pasan a ser participantes y de ahí intervienen como personajes/personas, porque no dejan de ser ellos, sino que establecen una relación con los protagonistas del problema. La escena se repite dos veces: la primera para detectar dónde se está ejerciendo violencia, y la segunda para que los que observan puedan decir Alto y convertirse en la madre, la amiga o el amigo que trata de romper con esta situación de opresor y oprimido. El hecho de que no sea una participación intelectual donde se opina o juzga, permite que los espectadores hablen desde la ficción y desde ellos mismos. La dinámica genera una interacción muy interesante donde salen a la luz la reproducción de roles, la aceptación de tradiciones y también la conciencia de que las cosas deben cambiar. Los actores son buenos desarrollando su papel e improvisan y sostienen su rol para mover formas de pensar y subrayar injusticias.
Amor de lejos, escrita asertivamente por Beatriz Luna, muestra a una pareja durante el confinamiento, en la cual él trata de convencerla para que deje la casa de su madre donde se encuentra y vaya a la suya, que le demuestre su cariño y de paso le lleve de comer. Una situación sencilla que va develando micromachismos y formas de relacionarse donde el chantaje, los celos y la convicción de que ella está para satisfacer sus necesidades, es la constante. La presentación que hicieron la semana pasada, y que se puede ver en Face, fue de gran potencia.
En Zoom, las “espectactrices” –que es como las llamaron– cuestionaban el comportamiento del chico ya siendo su hermana, su madre o la misma novia. En un principio había resistencia en la participación, pero tras la estupenda conducción de David Psalmon, los observadores empezaron a participar. Psalmon nos provocaba, argumentando que si nadie decía Alto, significaba estar de acuerdo con la situación; ejemplo perfecto para cuestionar la pasividad social de los ciudadanos.
Aprendiz de león, que pone a discusión las masculinidades tóxicas, no fue tan afortunada ni en la primera y la segunda vuelta, ya que faltaron elementos para cuestionar o argumentar sobre el tema. Parecía un campo menos andado, con necesidad de profundizar en esta reproducción de conductas masculinas machistas y la urgencia de romper con ellas.
Beatriz Luna en la dramaturgia y la coordinación, David Psalmon en la dirección y conducción de las escenas e Itzel Tovar, Jorge Maldonado y Erik Israel Consuelo en la actuación, son los que conforman este gran equipo y cuyos resultados son muy alentadores en estos momentos en que la concientización y acción frente a los problemas de la violencia de género son impostergables.