PAN

¿Un nuevo PAN?

Por ganas no quedó. Tuvieron mala suerte: la noticia de la transformación partidista terminó ahogándose entre tanta difusión que se dio a la tragedia de la inundación en Veracruz.
domingo, 9 de noviembre de 2025 · 07:00

El PAN, un supuesto partido de derecha, anunció que se ha renovado; por acuerdo de los miembros de esa agrupación política se aprobó un nuevo logo y un diferente lema: Patria, Familia y Libertad. 

El cambio fue cosmético; está referido a detalles, no a lo esencial. Las mismas caras largas, salvo las bajas atribuibles a los cambios generacionales; idéntico pesimismo y apatía por las cosas públicas; e igual carencia de compromiso con el electorado. La asamblea aprobó novedades: la raya del cabello, que corría de la mitad de la cabeza, se pasó un poco a la derecha; cambios en el maquillaje y el perfume; aquél se aclaró y éste se aligeró. El resto sigue igual. No se alteraron los colores, los marianos de siempre; tampoco se observó novedad alguna en lo relativo a la ambición por los cargos públicos de muchos de sus miembros.

En el ámbito político la asamblea no acordó, en el grado que era de esperarse, poner fin al intervencionismo de Estado, comprometerse a colaborar en el combate a la delincuencia, limitar el poder absoluto de la presidenta de la República, devolver al Poder Judicial su independencia y al Congreso de la Unión su dignidad como Poder e instrumento de contrapeso a la voluntad presidencial.

Se mostraron envalentonados: aprobaron pelear solos e independientes y romper esa relación, que llegaba a ser incestuosa, que existió y conservó por algún tiempo con el PRI. Los panistas, nacidos para combatir los excesos de quienes, en 1939, se decían revolucionarios, terminaron, por razón de las circunstancias, uniéndose al enemigo que habían jurado combatir. En 39, en la constitución del PAN, se impuso el idealismo; y en la decisión de luchar unidos, el pragmatismo. Ni uno ni otro: PAN y PRI ganaron mucho con la unión. Bien dijo el que lo dijo: Con el PRI ni a la esquina. El PAN perdió autoridad moral y política al unirse a su enemigo. Los priistas, a su desprestigio de corruptos y antidemocráticos, por su cercanía con los panistas, sumaron el inconveniente de oler a loción fina. 

De los conceptos que integran su nuevo logo, más o menos alcanzo a entender los valores que se engloban bajo el concepto Patria. 

Tratándose de panistas, pese a lo que afirme mi amigo Germán Martínez Cásares (El Universal, 23 de octubre de 2025: "Relanzar al PAN, ¿y lo social?"), considero que para la mayoría de ellos, bajo el concepto familia se alude a algo muy concreto y limitado: padre, madre e hijos; también pudiera comprende a otros ascendientes y descendientes e, incluso, la mascota y al Sancho; pero, para la mayoría de los panistas, por ningún concepto, el termino familia puede usarse, con propiedad, para referirse a la unión de dos o más personas del mismo sexo con el fin de compartir una vida en común hasta que la muerte o su voluntad los separe. Este tipo de uniones, para la mayoría de los viejos y neopanistas, son pecaminosas; ellos olvidan lo que me dijo un taxista para referirse a uniones no mixtas: todo es carne, patroncito. Nadie, incluyendo a los panistas de viejo y nuevo cuño, tiene derecho a meterse en lo que gente mayor de edad hace o no en la cama. 

Inundaciones en Veracruz. Acto panista eclipsado por la tragedia. Foto: Félix Márquez / AP 

En la actualidad, para muchos, el concepto familia comprende un sin número de relaciones más o menos públicas, y hasta permanentes, que se dan entre dos o más miembros de la especie humana, exista o no una autoridad oficial o religiosa que las sancione. Querámoslo o no, así se presentan las cosas; hay que aceptarlas tal como son. 

Del tercer valor que integra el lema del nuevo PAN: Libertad, por aludir a un incontable número de conceptos, es el que menos comprendo. Tengo entendido que Hidalgo inició un movimiento para liberarnos de España; que Juárez y los hombres de la Reforma nos dieron libertad de pensamiento, cultos y ocupacional; y que los constituyentes de 1917 liberaron a los campesinos y obreros de los yugos que los oprimían. Pese a lo que explicaron los panistas, no alcanzo a ver a qué se refieren cuando aluden al concepto Libertad. 

En el lema no aparecen otros valores. Entiendo que para algunos están comprendidos en alguno de los términos que integran el nuevo logo; no lo creo: seguridad jurídica, justicia imparcial y expedita, sin importar que, ante eventuales acusaciones, alguien se apellide López, Salgado o Noroña; auténtica división de poderes, ejercicios electorales imparciales que organicen y califiquen autoridades idóneas e independientes, seguridad y previsión, entre otros valores. 

Los panistas, con los cambios, sin dejar dejar de ser los perfumados de la política de siempre, ofrecieron como novedad parecerse, lo menos posible, a los morenos. No hubo cirugía reconstructiva: los senos seguirán igual de caídos; las arrugas, igual de abundantes, y la grasa, igual de notoria. Sigue siendo la anciana octogenaria que ya conocemos y que, de alguna forma, ya repudió el electorado, su pretendiente. 

Por ganas no quedó. Tuvieron mala suerte: la noticia de la transformación partidista terminó ahogándose entre tanta difusión que se dio a la tragedia de la inundación; se diluyó en menos de una semana. Rectifico, los panistas, en cuanto al momento de su convención, no tuvieron mala suerte; más bien, para ser exactos, actuaron de manera irresponsable: igual que los gobiernos de Morena, no tomaron en cuenta las predicciones meteorológicas. Ahí están las consecuencias. Pocos pusieron atención a su asamblea y a los cambios cosméticos. 

No fueron capaces de proponer un cambio radical: el abandonó total de la política económica, que toma al Estado como el responsable de la dirección económica del país, que sigue y sostiene el actual gobierno; un combate frontal a la corrupción generalizada que se observa dentro del actual gobierno. Tampoco ofrecieron un plan creíble y realista para combatir la delincuencia generalizada en la que se halla inmerso el país. 

Ricardo Salinas Pliego, un empresario metido a político, en su intento de no pagar los impuestos que se le reclaman, considera que un buen programa político es insultar a sus adversarios. Los partidarios de la ideología de derecha no incurrieron en el mismo despropósito; apuestan a que en México se produzca un vuelco a la derecha del voto de la ciudadanía, tal como sucedió en Argentina y recientemente en Bolivia: en forma pacífica y respetuosa.

Los neopanistas, frente a la práctica oficial de dádivas generalizada, no tienen nada que ofrecer a la ciudadanía. Contra ella no hay ideología o programa político que valga.

La realidad es cruda: a excepción de unas minorías, en México no existen ideologías ni programas políticos; hay intereses; estos son de toda índole y naturaleza.

Texto de Opinión publicado en la edición 0029 de la revista Proceso, correspondiente a noviembre de 2025, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

 

 

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