Salvador Allende
Pinochet, el peor de todos
El juez Juan Guzmán -primero en instruir una causa legal contra Pinochet- auguró así la suerte del exdictador chileno en una entrevista con el periodista Julio Scherer García.Julio Scherer García escribió el libro El perdón imposible. No sólo Pinochet, a partir de testimonios desnudó la naturaleza del general chileno que acabó con el gobierno de Salvador Allende hace 50 años. Por ser de relevancia en el actual contexto político, Proceso comparte con sus lectores el reportaje completo publicado en la edición 1572, para su análisis y discusión.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– “Augusto Pinochet burlará la justicia, pero no la historia. A cambio de la demencia que se arguye a su favor, evitará el encierro…Pero la biografía oficial del general consignará la oscuridad de su mente: murió irresponsable, infantil, niño nonagenario”.
El juez Juan Guzmán -primero en instruir una causa legal contra Pinochet- auguró así la suerte del exdictador chileno en una entrevista con el periodista Julio Scherer García. Su testimonio -uno de los múltiples que desnudan la naturaleza del general chileno- se incluye en el libro El perdón imposible. No sólo Pinochet, escrito por el director fundador de Proceso.
El Fondo de Cultura Económica -que publicó el libro en 2005- realizó una reimpresión que empieza a circular en México. Con autorización de la editorial, reproducimos fragmentos de los testimonios del juez Guzmán y de Ángela Jeria, madre de Michelle Bachelet, actual presidenta de Chile.
El general Alberto Bachelet expiró el 17 de marzo de 1974. Hoy, su hija Michelle se encamina a la Presidencia de la República. Entre ambos, Ángela Jeria, viuda del general y madre de Michelle, rechaza el perdón en Chile. Extendido como un cementerio, sólo cabe la justicia entre sus quince millones de habitantes.
En los primeros meses de 1974 conocí a la señora y me contó de sus días terribles. Decía que no lloraba, se hacía la fuerte y las lágrimas se escapaban de sus ojos claros; decía que conservaba el dominio sobre sí misma y el tono incierto de la voz la delataba. Su marido le escribía cartas de amor y despedida. Además de la tortura, padecía una enfermedad llamada isquemia, despiadada. Lesiona las potencias del corazón y altera la irrigación de las arterias. El general fue masón y negaba el dogma del infierno. No obstante, en su celda conoció las llamas del fuego, las rojizas y hasta las tenuemente azules que, se afirma, alcanzan la intensidad de la pureza.
Madre e hija también supieron de la tortura. Ángela estuvo internada un mes en el centro de exterminio de Villa Grimaldi y de ahí trasladada a Tres Álamos. Michelle padeció siete días en el horror.
La viuda contaba:
“Vi todo, orines, sangre, vómitos, excremento, detritus. En una ergástula con espacio sólo para mi cuerpo y algunos movimientos raquíticos, me obligaron a mantener los ojos en doce o quince hombres que se masturbaban frenéticos y embrutecidos”. Así fue con los nazis, pensé sin interrumpirla. Las víctimas batallaban con el sexo hasta que desaparecía en el hueco de la mano. Era inútil. Los desalmados gritaban y golpeaban: “Más, más”.
Ángela Jeria ha vivido toda la vida en un edificio alto, el 101 de la avenida Américo Vespucio. La puerta del elevador en su décimo piso traía consigo el desasosiego. En el interior del ascensor era frecuente que se topara con Marcelo Moren Brito, sádico congénito. De alta estatura, poderoso, la escultura del militar, ni miraba a su vecina, ostensible el desprecio. Era oficial y hombre de la DINA. Ella no podría olvidarlo. Moren Brito la había minado a golpes en Villa Grimaldi y descargado su brutalidad en el terror psicológico.
Durante veinte años la señora se aisló del mundo que la agredía. Se propuso hacerse sombra. No le sorprendía que la señalaran y hasta que la llamaran puta.
Conserva las cartas del general. Son cuatro. Le significan energía. El 22 de febrero de 1974, desde la cárcel pública, el general le escribió:
La tristeza es amortiguada por el espíritu de lucha que se va enraizando y adquiriendo dimensiones profundas y ciertas. La nostalgia cede el paso al recuerdo constante de la mujer que siempre ha sido la compañera en la entrega total.
Piensa la señora que no cabría locura mayor que jugar suertes con el destino. Trabaja en el misterio. A ella le consta.
El 19 de febrero de 1973, Alberto Bachelet le escribió acerca de Michelle:
No sabemos qué será de ella. Recién empiezan las investigaciones en su facultad y si por alguna razón no puede continuar en la universidad, veremos nuevos planes, analizaremos nuevas posibilidades y a lo mejor cambiamos nuestros rumbos. El tiempo dirá.
A treinta y dos años del asesinato de su padre y del incendio de La Moneda, Michelle, madre soltera, avanza en su laberinto.
-------
Juan Guzmán evita los estados de ánimo y opina, realista: Augusto Pinochet burlará la justicia, pero no la historia. A cambio de la demencia que se arguye a su favor, evitará el encierro, suave o severo, en su casa o la prisión. Pero la biografía oficial del general consignará la oscuridad de su mente: murió irresponsable, infantil, niño nonagenario.
Ministro de fuero en Santiago, fiscal de Pinochet, anticipó en una entrevista larga que se jubilaría el 26 de abril, al cumplir sesenta años justos. Habló en el carácter virtual de exjuez, convenido entre él y yo que no aparecería una línea de nuestra conversación antes de su aniversario.
La vida que le espera será intensa y lúdica, completa. Batallará en los periódicos, que en Chile desinforman. El Mercurio, el más importante, es un caso representativo y dramático. Pinochet le dio permiso para circular y se alineó con la Junta Militar como un soldado más. Guzmán escribirá para un diario modesto de sólo diez mil lectores y dictará conferencias. Viajará cerca y lejos y sabrá del gozo. Aprendió tango. Volverá a la pista en las mejores noches, las húmedas.
Sonríe:
-Mi padre fue poeta y le traigo su libro, Alma, no me digas nada. Es el título del verso más conocido. Lea, le ruego:
Alma, no me digas nada,
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada
Me sé observado y lo observo, orgulloso de su padre.
-Sabe, la obra forma parte de la Colección Premios Nacionales de Literatura.
-----
Guzmán, próximo a una jubilación de mil dólares mensuales, sobrepasa el uno ochenta de estatura. Hay en él un fantasmal quijote de ojos que no duermen. Su cara es flaca y pronto se dejará el bigote y una bien cuidada barba en punta.
-Usted conoció a Pinochet en una de sus casas de campo. ¿Cómo es ese mundo, que imagino complicado, extraño, aun insólito? -le pregunto.
-Ese mundo es absolutamente impersonal. Observe el lobby del hotel en que nos encontramos. Así es el interior de La Dehesa. Muebles sin estilo, cuadros mediocres. Las alfombras son mullidas, lujosas y en el comedor y la sala unos adornos sofisticados, de plata, no retienen la mirada.
-¿Conoció la biblioteca?
-Ignoro si existe.
-¿Observó fotografías del general, su familia, los uniformes de gala en los desfiles, la pose con hombres y mujeres de la historia?
-No.
-¿Qué vio que le llamara la atención?
-Nada.
-¿De qué manera describiría al general?
-El corte de su traje es perfecto y finísimo el casimir. Sin embargo, la elegancia no le queda, hinchado como está. La raya de su cabello, blanco y escaso, parece trazada con regla. Conserva en la parte alta de la corbata una perla grande, hermosa en sus destellos azules.
-¿Conoció usted el jardín?
-Disfruté de su vista. Es muy bonito, lleno de flores.
-¿Cómo lo trató el general? ¿Desprecia al juez que lo acusa?
-Nunca había pensado en eso.
-Y usted, ¿desprecia a Pinochet?
-Yo no emplearía esa palabra. Sí le digo que es el peor de todos.
-¿Peor que Contreras, el de la DINA?
-La DINA fue creada para el exterminio, pero, insisto, el peor fue Pinochet.
-¿No los equipara?
-A diferencia de Pinochet, brutal como fue, no desconoció a los hombres de su clase.
-¿Y Pinochet?
-A todos los borró de su vida. Mató al general Prats, su padre en el ejército; mató por igual a soldados y oficiales; juró fidelidad a Salvador Allende y festejó su muerte. Mató por el poder y la gloria. Se quedó con la muerte.